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Juan José Hernández

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Juan José Hernández 
Como si estuvieras jugando




Asustada, balanceándose en lo alto de una silla con dos travesaños paralelos como si fuera un palanquín, la llevaron a la estación del pueblo. Por primera vez se alejaba de la casa y veía el monte de algarrobos donde sus hermanos cazaban cardenales para venderlos a los pasajeros del tren.

Inés no conocía el pueblo. Pasaba largas horas sentada sobre una lona, en el piso de tierra de la cocina, mientras su abuela picaba las hojas de tabaco, mezclada con granos de anís, para fabricar cigarros de chala. LA abuela solía marcharse de la casa: iba a curarle el dolor de muelas a su comadre, a preguntar si había correspondencia en la estafeta, a comprar provisiones en el almacén. Los hermanos estaban en el monte. Ella quedaba sola, jugando con su caja de zapatos llena de carreteles y semillas secas. Aburrida, apantallaba el fuego del brasero donde hervía la mazamorra, hacía globitos de saliva con la boca, poco a poco se dormía.

Pero aquel viernes era el día del tren, y a su abuela se le había ocurrido arreglar con una cañas tacuaras, arrancadas del cerco de la casa, la silla que los hermanos cargaron sobre los hombros.

— Ya sabés, Inesita, como si estuvieras jugando—  le dijo la abuela antes que partieran. Y le alcanzó el tarro de conservas vacío.

Dos veces por semana, martes y viernes, la abuela y sus dos nietos varones iban a la estación. Llevaban atados de cigarros, casales de pájaros, melones perfumados. Cuando volvían, al anochecer, la abuela sacaba del bolsillo de su delantal los pesos arrugados, que después alisaba con la uña del pulgar, y los hermanos levantaban torrecitas de diez y cinco centavos sobre la mesa de la cocina.

A Inés le hubiera gustado que la llevaran con ellos. Su abuela le decía:

— Más adelante. Cuando hayas crecido.


Inés tenía cinco años. Era nerviosa, enclenque. De repente se le aflojaban las piernas y caía sentada. Los hermanos reían y ella se incorporaba y de dejaba caer de nuevo, feliz de divertirlos. Quería a sus hermanos, aunque la mortificaran a menudo. “Si abría la boca y cerrás  los ojos te damos un caramelo”, le decían. Inés aguardaba un rato, con la boca abierta, el caramelo que resultaba ser la pluma de un pájaro o una hormiga, nunca recibió un dedo porque ella sabía morder. Pero muy pronto descubrió el modo de vengarse: le bastaba lanzar un chillido para que la escoba o la zapatilla de la abuela fuese a dar contra la cabeza de uno de sus hermanos. “Grita porque tiene ganas, abuela. No le hemos hecho nada”, decían. La abuela alzaba a su nieta en brazos, murmuraba:

— Para eso sirven: para dar disgustos. No la pueden ver tranquila estos satinases.

Los hermanos eran mellizos. Hasta el año pasado habían ido a la escuela, a dos leguas de la casa, montados en un caballo blanco que les prestaba el vecino. Cuando el maestro se jubiló, ningún otro quiso sustituirlo y la escuela dejó de funcionar. Ellos, que ya sabían leer, conservaban el libro de primero superior y antes de acostarse deletreaban algunas lecciones. Inés, a fuerza de escucharlos, las había aprendido de memoria; tomaba el libro con sus manos y fingía leer. Cuando terminaban la sopa, la abuela los mandaba a la cama. Dormían los tres juntos en un catre de tientos. Las noches eran frescas, silenciosas. La abuela, sentada junto a la lámpara de querosén, armaba cigarros y tomaba mates dulces, con olor a poleo. Afuera se extendía el campo árido bajo la luna, la sombra crispada de los algarrobos, el canto de los grillos. A veces, una lechuza gritaba sobre el techo del rancho. La abuela se persignaba para ahuyentar la desgracia. “Creo en Dios y no en vos —decía—. Ayer pasó a esta misma hora: alguien estará por morir”.

“Se va a morir”, pensó la abuela cuando Rosa le entregó la criatura envuelta en una colcha. Rosa era su hija. No la veía desde una tarde de marzo, cuatro años antes, en que Rosa fue a la ciudad para trabajar de mucama poco después que muriera su marido. A la abuela no le importó cuidar de los mellizos. Se parecían al padre, un hombre fuerte, peón de ferrocarril, que vivió con su hija en una pieza de madera y techo de zinc, detrás de la estación.

El hombre tuvo la mala suerte de emborracharse un domingo y quedarse dormido sobre las vías. Rosa volvió a la casa de la madre, con sus hijos. Para ganar unos pesos preparaba refrescos y empanadillas dulces que ofrecía a los pasajeros del tren.

En el andén de la estación conoció a la señora que le ofreció el empleo de mucama. Aceptó sin vacilar. Había mirado con envidia a las mujeres que viajaban en los coches de primera, con sus turbantes de colores, sus hileras de perlas y sus anteojos ahumados. Nunca bebían refrescos, pero se interesaban en las pantallas decoradas con plumas y a veces compraban tortuguitas. Habían ciertas señoras aprensivas que se negaban a probar una empanada porque “vaya a saber uno con qué están hechas”; otras, indiferentes, hojeaban revistas y comían caramelos; las muy viejas, sofocadas, se refrescaban la frente con algodones empapados con agua de Colonia.

La mujeres de segunda se envolvían la cabeza en toallas y los hombres llevaban, a manera de boina, pañuelos de bolsillo anudados en las puntas. El tren no había terminado de parara cuando ya  estaban corriendo en dirección a la bomba del andén; allí se mojaban el pelo, la cara, y llenaban las botellas para tener con qué lavarse cuando el polvo del viaje los volviera a cubrir. Acto continuo se paseaban, asediados por los vendedores; regateaban el precio de una sandía; compraban por el solo placer de comprar, cigarros, pantallas, cardenales. Y cuando partía el tren, trepaban ágilmente a los estribos de los vagones; después sonreían y agitaban la mano en señal de adiós.

Rosa se fue a trabajar a la ciudad. Durante más de cinco años no volvió a ver a su madre, ni a sus hijos, pero todos los meses enviaba una carta con un billete de diez pesos. En esas cartas, escritas probablemente por la señora de la casa, nunca había mencionado el nacimiento de Inés.

— Se la traigo porque allá no quieren ocuparme con la criatura.

La abuela observó con atención a su nieta, que dormía envuelta en una colcha. “Se va a morir”, pensó con frialdad. Después, cuando Inés abrió los ojos:

— Tiene cara de cabrito— dijo.

Rosa le explicó que Inés había quedado así de flaca con la recaída del sarampión.

— No le va a dar trabajo. Es de lo más buenita. Nunca llora.

Luego, en la cocina de la casa, mientras tomaban mate con tortillas de grasa, le contó sus proyectos. Pensaba alquilar una pieza en la ciudad para que todos vivieran juntos. Ella trabajaría afuera; la abuela podía ayudarla con el lavado y el planchado de la ropa.

— He ido comprando algunas cosas. Tengo una cama de bronce, una mesa, un roperito que es mío, con espejo y todo. Antes de fin de año, una amiga me va a dejar la pieza que alquila cerca de una avenida asfaltada. Es una pieza grande con balcón a la calle.

La abuela la escuchaba con desconfianza. Su hija le pareció bastante cambiada: hablaba demasiado, tenía el pelo ondulado, las caderas muy anchas y le faltaban dos dientes: llevaba además una pollera floreada sujeta al talle por un cinturón ajustado que casi le impedía respirar.

Llegaron los mellizos y se detuvieron en el umbral de la cocina, mirando con recelo a la mujer que había venido con la criatura.

— Entren a saludar a su madre —dijo la abuela—. Entren, no sean ariscos.

Abrazaron a Rosa, que exclamaba sonriendo:

— Parece mentira cómo han crecido. Ya están casi de mi alto.

Esa misma tarde, Rosa viajó de nuevo a la ciudad. Al despedirse de su madre, en el andén de la estación, volvió a decirle que le enviaría, antes de fin de año, el dinero para los pasajes.

Durante los primeros meses, la abuela se ocupó de mejorar la salud de su nieta; para fortalecerla le friccionaba las piernas con ceniza caliente, y a la hora del almuerzo le daba trozos de pan untados con caracú. Al principio, Inés recordaba a su madre, “Quiero ir con mi mamá”, lloriqueaba. Después acabó por no pensar más en ella. Sentada en el piso de tierra de la cocina, jugaba con carreteles o miraba a los mellizos que fabricaban jaulas con ramitas para los cardenales del monte. Algunas siestas, aprovechando que la abuela dormía, la llevaban a robar higos del vecino. Inés los recogía en la falda de su delantal. A veces, un higo, demasiado maduro, caía con fuerza y reventaba sobre su cabeza. Ocultos entre las hojas, los mellizos sofocaban la risa, pero cuando bajaban del árbol dejaban de reír: al hacer el reparto, comprobaban que Inés se había comido las mejores brevas. Los días de lluvia jugaban en la cocina. Los mellizos, para asustar a su hermana, imitaban al hijo de la comadre de la abuela, que era retardado y se llamaba Simón.

— Háganse los pícaros, nomás —rezongaba la abuela—. A ver si Dios castiga y quedan tan opas como Simón.

También jugaban al gallo ciego. A veces Inés los espiaba debajo del pañuelo, pero los mellizos siempre la descubrían. “Trampa. No jugamos más”, gritaban, y le tiraban del pelo hasta hacerla llorar. La abuela intervenía con la escoba.

— ¡No parecen hermanos! — exclamaba. Después, con un suspiro: —Cuándo llegará fin de año. Ya aprenderán a ser juiciosos con la Rosa. Ella no es tan blanda como yo.

Pasó el fin de año y también el carnaval sin que Rosa enviara el dinero para los pasajes. Fueron meses de calor y la sequía amenazaba extenderse a toda la provincia. Como los pozos estaban agotados, la abuela con los mellizos tenía que trasladarse a la estación donde un conscripto vigilaba la distribución del agua. Cargados con latas, esperaban pacientemente su turno en la fila de gente morena y callada que venía del monte con sus hijos descalzos y sus perros escuálidos. Apenas se abría la estafeta, la abuela mandaba a uno de los mellizos a preguntar di había llegado carta de la ciudad. Con el dinero prometido por Rosa pensaba comprar provisiones en el almacén. No le quedaba azúcar para el mate, ni había más hojas de tabaco; las gallinas no ponían un solo huevo, y los aplicados huesos del puchero, de tanto hervir en la olla, no conseguían darle ningún sabor a la sopa. La abuela hubiese preferido morir de hambre antes de comerse una de sus cuatro gallinas. Aquel jueves, sin embargo, después de palpar la rabadilla de la paraguaya y cerciorarse de que no estaba a punto de huevear, resolvió sacrificarla. Era la más vieja de sus gallinas, y desde hacía una semana andaba medio tristona, con las alas caídas.

Se levantó el alba y fue hasta la tusca seca donde dormían las gallinas. La paraguaya, que ponía huevos celestes, estaba muerta al pié de un arbusto. “Pobrecita, se ha muerto de vejez y de sed, como un cristiano”, pensó. La tomó de las patas, le acarició el cuerpo tieso y flaco, el buche vacío. Después, en la cocina, encendió el fuego del brasero y puso a hervir el agua. Sentada, con la paraguaya sobre las rodillas, la abuela empezó a llorar. «Si esto sigue así, tendremos que comer tierra», se dijo, cuando por la puerta vio el sol detrás del monte que iluminaba el cielo implacable, sin una nube.

Súbitamente, mientras desplumaba a la gallina, la invadió un sentimiento de odio hacia Rosa. Pensó con amargura, con rencor: «Mentira. No es que se nieguen a ocuparla con la criatura. A mí no me engaña. Ha de estar ella tranquila. Ya aparecerá de nuevo aquí con otro hijo a cuestas que yo tendré que criar, porque soy así de zonza». 

Terminó de desplumar a la paraguaya y con un pedazo de papel encendido le chamuscó los canutos de plumas que todavía quedaban debajo las alas y en la cola; después, con un cuchillo filoso, le extrajo las vísceras y la sumergió en la olla de agua hirviendo.

Cuando terminaron de almorzar, la abuela se acostó a dormir la siesta. Aunque era viernes, no irían a la estación porque nada tenían que vender. «Si mañana no llegara carta de Rosa —pensó—  tendré que pedirle dinero prestado a mi comadre. La última vez que le curé el dolor de muelas me regaló un paquete de azúcar. Nunca le falta plata con Simón. Me dijo que el opa estaba pesado, que le dolía la cintura de tanto pasearlo por el andén y que, en adelante, para no cansarse, lo llevaría en un cajón con ruedas. Tiene suerte con Simón».

Eran más de las cinco cuando la despertaron los gritos de Inés. Se levantó de la cama para buscar la escoba, pero al asomarse a la puerta, vio que Inés, agitando las manos y con los ojos vendados, trataba de alcanzar a uno de los mellizos. De pronto se le ocurrió ponerle a la silla dos travesaños de tacuara para que los mellizos pudieran cargarla sobre los hombros. Caminando de prisa, alcanzarían la llegada del tren. Con pocas palabras, le explicó a su nieta cómo debía comportarse. No era difícil en su improvisado palanquín, con lo ojos entrecerrados, Inés se pasearía por el andén de la estación. «Una limosna para la cieguita», dirían los mellizos. Después la subió a la silla y le dio un tarro de conservas vacío para que guardara las monedas.

Desde la puerta de la cocina, los vio alejarse en dirección al monte de algarrobos. Entonces, alzando la voz, le recomendó nuevamente:

-Ya sabés, Inesita. Como si estuvieras jugando.




* El cuento «Cómo si estuvieras jugando» de Juan José Hernández fue tomado de su libro La Señorita Estrella y como si estuvieras jugando, con ilustraciones de Luis Saavedra y Carlos Alonso; Burnichón Editor, [Córdoba: 1963]. 



JUAN JOSÉ HERNÁNDEZ, narrador, poeta y ensayista argentino, nacido el 17 de octubre de 1931, en Tucumán. Cursó antropología en la Universidad de Buenos Aires. A fines de la década del 50 se volcó al periodismo y la narrativa. En 1961 ingresó como redactor al diario La Prensa. Trabajó en la Revista Sur. Obtuvo el Premio Municipal de Narrativa por El inocente. Ganó la Beca Guggenheim (1969) y el Premio Konex (1984). Ha publicado:  POESÍA:Negada permanencia y La siesta y la naranja (1952);  Claridad vencida (1957); Elegía, naturaleza y la garza (1966); Otro verano (1966);  La ciudad de los sueños (1971); Desideratum. Obra poética (2001). ENSAYO: Escritos Irreberentes (2003). CUENTO:La Señorita Estrella y como si estuvieras jugando (1963); La favorita (1977); La señorita estrella y otros cuentos (1992); Así es mamá (1996). NOVELA:La ciudad de los sueños (2004). Falleció el 21 de marzo de 2007, en la ciudad de Buenos Aires dejando inclonclusa su novela Toukoumán.


Silvina Ocampo

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Silvina Ocampo 
El vestido de terciopelo



Sudando, secándonos la frente con pañuelos, que  humedecimos en la fuente de la Recoleta, llegamos a  esa casa, con jardín, de la calle Ayacucho. ¡Qué risa! 

Subimos en el ascensor al cuarto piso. Yo estaba malhumorada, porque no quería salir, mi vestido estaba sucio y pensaba dedicar la tarde a lavar y a planchar la colcha de mi camita.  Tocamos el timbre: nos abrieron la puerta y entramos. Casilda y yo, en la casa, con el paquete. Casilda es modista. Vivimos en Burzaco y nuestros viajes a la capital la enferman, sobre todo cuando tenemos que ir al barrio norte, que queda tan a trasmano. De inmediato Casilda pidió un vaso de agua a la sirvienta  para tomar la aspirina que llevaba en el monedero. La aspirina cayó al suelo con vaso y monedero. ¡Qué risa! 

Subimos una escalera alfombrada (olía a naftalina), precedidas por la sirvienta, que nos hizo pasar al dormitorio de la señora Cornelia Catalpina, cuyo nombre fue un martirio para mi memoria. El dormitorio era todo rojo, con cortinajes blancos y había espejos con marcos dorados. Durante un siglo esperamos que la señora llegara del cuarto contiguo, donde la oíamos hacer gárgaras y discutir con voces diferentes. Entró su perfume y después de unos instantes, ella con otro perfume. Quejándose, nos saludó: 


– ¡Qué suerte tienen ustedes de vivir en las afueras de Buenos Aires! Allí no hay hollín, por lo menos. Habrá perros rabiosos y quema de basuras... Miren la colcha de mi cama. ¿Ustedes creen que es gris? No. Es blanca. Un ampo de nieve –me tomó del mentón y agregó–: No te preocupan estas cosas. ¡Qué edad feliz! Ocho años tienes, ¿verdad? –y dirigiéndose a Casilda, agregó–: ¿Por qué no le coloca una piedra sobre la cabeza para que no crezca? De la edad de nuestros hijos depende nuestra juventud. 

Todo el mundo creía que mi amiga Casilda era mi mamá. ¡Qué risa! 

–Señora, ¿quiere probarse? –dijo Casilda, abriendo el paque- te que estaba prendido con alfileres. Me ordenó: –Alcanza de mi cartera los alfileres. 

– ¡Probarse! ¡Es mi tortura! ¡Si alguien se probara los vestidos por mí, qué feliz sería! Me cansa tanto. 

La señora se desvistió y Casilda trató de ponerle el vestido de terciopelo. 

– ¿Para cuándo el viaje, señora? –le dijo para distraerla. 

La señora no podía contestar. El vestido no pasaba por sus hombros: algo lo detenía en el cuello. ¡Qué risa! 

– El terciopelo se pega mucho, señora, y hoy hace calor. Pongámosle un poquito de talco. 

–Sáquemelo, que me asfixio –exclamó la señora. 

Casilda le quitó el vestido y la señora se sentó sobre el sillón,  a punto de desvanecerse. 

– ¿Para cuándo será el viaje, señora? –volvió a preguntar Casilda para distraerla
–Me iré en cualquier momento. Hoy día, con los aviones, uno se va cuando quiere. El vestido tendrá que estar listo. Pensar que allí hay nieve. Todo es blanco, limpio, y brillante. 

–Se va a París, ¿no? 

– Iré también a Italia. 

– ¿Vuelve a probarse el vestido, señora? Enseguida terminamos. 

La señora asintió dando un suspiro. 

–Levante los dos brazos para que le pasemos primero las dos mangas –dijo Casilda, tomando el vestido y poniéndoselo de nuevo. 

Durante algunos segundos Casilda trató inútilmente de bajar la falda, para que resbalara sobre las caderas de la señora. Yo la ayudaba lo mejor que podía. Finalmente consiguió ponerle el vestido. Durante unos instantes la señora descansó extenuada, sobre el sillón; luego se puso de pie para mirarse en el espejo. ¡El vestido era precioso y complicado! Un dragón bordado de lentejuelas negras, brillaba sobre el lado izquierdo de la bata. Casilda se arrodilló, mirándola en el espejo, y le redondeó el ruedo de la falda. Luego se puso de pie y comenzó a colocar alfileres en los dobleces de la bata, en el cuello, en las mangas. Yo tocaba el terciopelo: era áspero cuando pasaba la mano para un lado y suave cuando la pasaba para el otro. El contacto de la  felpa hacía rechinar mis dientes. Los alfileres caían sobre el piso de madera y yo los recogía religiosamente uno por uno. ¡Qué risa! 

– ¡Qué vestido! Creo que no hay otro modelo tan precioso en todo Buenos Aires –dijo Casilda, dejando caer un alfiler que tenía entre sus dientes–. ¿No le agrada, señora? 

–Muchísimo. El terciopelo es el género que más me gusta. Los géneros son como las flores: uno tiene sus preferencias. Yo comparo el terciopelo a los nardos. 

– ¿Le gusta el nardo? Es tan triste –protestó Casilda. 

– El nardo es mi flor preferida, y sin embargo me hace daño. Cuando aspiro su olor me descompongo. El terciopelo hace rechinar mis dientes, me eriza, como me erizaban los guantes de hilo en la infancia y, sin embargo, para mí no hay en el mundo otro género comparable. Sentir su suavidad en mi mano, me atrae aunque a veces me repugne. ¡Qué mujer está mejor vestida que aquella que se viste de terciopelo negro! Ni un cuello de puntilla le hace falta, ni un collar de perlas; todo estaría de más. El terciopelo se basta a sí mismo. Es suntuoso y es sobrio. 

Cuando terminó de hablar, la señora respiraba con dificultad. El dragón también. Casilda tomó un diario que estaba sobre una mesa y la abanicó, pero la señora la detuvo, pidiéndole que no le echara aire, porque el aire le hacía mal. ¡Qué risa! 

En la calle oí gritos de los vendedores ambulantes. ¿Qué vendían? ¿Frutos, helados, tal vez? El silbato del afilador y el tilín del barquillero recorrían también la calle. No corrí a la ventana, para curiosear, como otras veces. No me cansaba de contemplar las pruebas de este vestido con un dragón de lentejuelas. La señora volvió a ponerse de pie y se detuvo de nuevo frente al espejo tambaleando. El dragón de lentejuelas también tambaleó. El vestido ya no tenía casi ningún defecto, sólo un imperceptible frunce debajo de los dos brazos. Casilda volvió a tomar los alfileres para colocarlos peligrosamente en aquellas arrugas de género sobrenatural, que sobraban. 

– Cuando seas grande –me dijo la señora– te gustará llevar un vestido de terciopelo, ¿no es cierto? 

– Sí –respondí, y sentí que el terciopelo de ese vestido me estrangulaba el cuello con manos enguantadas. ¡Qué risa! 

–Ahora me quitaré el vestido –dijo la señora. 

Casilda la ayudó a quitárselo tomándolo del ruedo de la falda con las dos manos. Forcejeó inútilmente durante algunos segundos, hasta que volvió a acomodarle el vestido. 

–Tendré que dormir con él –dijo la señora, frente al espejo, mirando su rostro pálido y el dragón que temblaba sobre los latidos de su corazón–. Es maravilloso el terciopelo, pero pesa –llevó  la mano a la frente–. Es una cárcel. ¿Cómo salir? Deberían hacer- se vestidos de telas inmateriales como el aire, la luz o el agua. 

– Yo le aconsejé la seda natural –protestó Casilda. 

La señora cayó al suelo y el dragón se retorció. Casilda se inclinó sobre el cuerpo hasta que el dragón quedó inmóvil. Acaricié de nuevo el terciopelo que parecía un animal. Casilda dijo melancólicamente: 

–Ha muerto. ¡Me costó tanto hacer este vestido! ¡Me costó tanto, tanto! 

¡Qué risa! 




* El cuento «El vestido de terciopelo» de Silvina Ocampo fue tomado de la primera edición de su libro  La furia y otros cuentos, Editorial Sur, (Buenos Aires: 1959).


SILVINA INOCENCIA MARÍA OCAMPO Y AGUIRRE, poeta, narradora, traductora y artista plástica argentina. Nació en Buenos Aires, el 28 de Julio de 1903, en la casa paterna de Viamonte 550. Fue la sexta y última hija de Manuel Silvino Cecilio Ocampo y Ramona Máxima Aguirre.  Durante su juventud, en París, intentó estudiar dibujo y pintura con Pablo Picasso y André Derain, pero no lo consiguió; entonces tomó clases con Giorgio de Chirico, Fernand Léger, Othon Friesz y André Lhote. De regreso en Buenos Aires, trabajó la pintura junto a Norah Borges y a María Rosa Oliver, y realizó varias exposiciones, tanto individuales como colectivas. Perteneció, desde el principio, al comité de colaboración de la Revista SUR, fundada por su hermana Victoria en 1931, y pocos meses después, en 1932, conoció a quien luego sería su esposo: Adolfo Vicente Perfecto Bioy Casares (1914-1999), con quien, tras un largo concubinato, contrajo matrimonio el 15 de enero de 1940. A lo largo de su vida, Silvina recibió numerosos premios y condecoraciones, entre los que cabe señalar el Premio Municipal de Poesía (1945), el Segundo Premio Nacional (1953), el Primer Premio Nacional (1962), el Gran Premio de Honor de la SADE (1985), la Orden de las Artes y las Letras en el grado de Comendador (1985), el Premio del Club de los XIII (1988), el Premio Estaban Echeverría (1989) y la distinción como Ciudadana Ilustre por parte de la Municipalidad de la Ciudad de Buenos Aires (1990). Falleció en Buenos Aires, a los 90 años, el 14 de diciembre de 1993.


OBRA PUBLICADA

Viaje olvidado. Sur, Buenos Aires, 1937.
Enumeración de la patria. Sur, Buenos Aires, 1942.
Espacios métricos. Sur, Buenos Aires, 1945.
Los sonetos del jardín. La Perdiz, Buenos Aires, 1948.
Autobiografía de Irene. Sur, Buenos Aires, 1948.
Poemas de amor desesperado. Sudamericana, Buenos Aires, 1949.
Los nombres. Emecé, Buenos Aires, 1953.
Pequeña antología. Ene, Buenos Aires, 1954.
La furia. Sur, Buenos Aires, 1959.
Las invitadas. Losada, Buenos Aires, 1961.
Lo amargo por dulce. Emecé, Buenos Aires, 1962.
El pecado mortal (antología). EUDEBA, Buenos Aires, 1966.
Los días de la noche. Sudamericana, Buenos Aires, 1970.
Informe del cielo y del infierno (antología). Monte Ávila. Caracas, 1970.
Amarillo celeste. Losada, Buenos Aires, 1972.
El cofre volante. Estrada, Buenos Aires, 1974.
El tobogán. Estrada, Buenos Aires, 1975.
El caballo alado. De la flor, Buenos Aires, 1976.
La naranja maravillosa. Sudamericana, Buenos Aires, 1979.
Árboles de Buenos Aires. Crea, Buenos Aires, 1979.
La continuación y otras páginas (antología). CEAL, Buenos Aires, 1981.
Páginas de Silvina Ocampo seleccionadas por la autora, CELTIA, Buenos Aires, 1984.
Breve santoral. Ediciones de Arte Gaglianone, Buenos Aires, 1985.
La torre sin fin. Alfaguara, Madrid, 1986.
Y así sucesivamente. Tusquets, Barcelona, 1987.
Cornelia frente al espejo. Tusquets, Barcelona, 1988.
Las reglas del secreto (antología). Fondo de Cultura Económica, Buenos Aires, 1991.
Cuentos completos I. Emecé, Buenos Aires, 1999.
Cuentos completos II. Emecé, Buenos Aires, 2000.
Poesía inédita y dispersa. Emecé, Buenos Aires, 2001.
Antología esencial. Emecé, Buenos Aires, 2001.
Poesía completa I. Emecé, Buenos Aires, 2002.
Poesía completa II. Emecé, Buenos Aires, 2003
Las repeticiones y otros relatos inéditos. Sudamericana, Buenos Aires, 2006.
Invenciones del recuerdo. Sudamericana, Buenos Aires, 2006.
Ejércitos de la oscuridad. Sudamericana, Buenos Aires, 2008


En colaboración con Adolfo Bioy Casares:

Los que aman, odian. Emecé, Buenos Aires, 1946.


En colaboración con Adolfo Bioy Casares y Jorge Luis Borges:

Antología de la literatura fantástica. Sudamericana, Buenos Aires, 1940.
Antología poética argentina. Sudamericana, Buenos Aires, 1941.


En colaboración con Juan Rodolfo Wilcock:

Los traidores. Losange, Buenos Aires, 1956.


Traducciones :

Poetas líricos ingleses. Estudio preliminar de Silvina Ocampo. Traducciones de Silvina Ocampo, Jorge Luis Borges y Juan Rodolfo Wilcock.
Las criadas, de Jean Genet. Traducción de Silvina Ocampo y José Bianco. Sur, Buenos Aires, 1959.
Poemas de Emiliy Dickinson. Prólogo de Jorge Luis Borges. Tusquets, Barcelona, 1985.

Carlos Barbarito

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© Fotografìa Ileana Andrea Gómez Gavinoser, Plaza del Lector, Buenos Aires.


Carlos Barbarito
A T. S. Eliot
© Analecta Literaria







And we shall play a game of chess, 
Pressing lidless eyes and waiting for a knock upon the door. 





I


Se agrisa el lado cierto de la Tierra.
Allí, Jesús y su perro, bajo estratos.
Llovizna: hay otro aspecto de la vida,
imprevisto, desconocido, ominoso.
Se cierne sobre la sombra descalza.
Se cierne sobre el cuerpo con pelaje.
Dirán es la conclusión pero queda algo todavía:
una madeja dentro de otra madeja,
una rata que no se cansa de morderla,
una tela rota, un género sin costura,
una marina abandonada en lo oscuro…
Dirán: dame un nombre de ciudad.
Una sustancia desgajada de una porción angélica.
Una ruta a través del incendio- dirán.



II


Habrá otro verano – el consuelo-.
Pero el mundo se angosta y aplana
y cada ser y cada cosa se precipitan,
sin otro destino ni apelación posibles,
en lo indiferenciado. ¿Habrá
otro verano? –sin consuelo-:
el otro niega su mano
y la otra, su caricia y su beso;
aquello que ayer, hace un momento, viste ahora desviste
y el perro  que se echaba delante de la puerta
se dejó llevar, sin resistencia, por el viento.
¿Dónde está ahora, mercader, tu fortuna?
¿Dónde se fue, poeta, el sustantivo?
¿En qué junio u octubre esperar
el pan celeste, en qué enero o diciembre
abrir la puerta del horno donde se cuece el pan terreno?
Lejano y acaso último relámpago, sin propósito ni gracia.


III


La helada, y el viajero sin refugio,
sin el abrigo necesario;
cae sobre los árboles, las terrazas,
lo único que resiste el frío es el tiempo,
no se detiene, avanza, no se detiene.
Es invierno, no es momento de pie sin zapato,
tiene un límite inapelable el abrazo en la intemperie,
nadie espera en los dársenas, en los andenes
y cada cual entrega su lengua al silencio,
su mente al más completo de los olvidos,
se vuelve ajeno a toda epifanía, a todo advenimiento.
¿Quién nacerá ahora y gritará luego del golpe en el glúteo?
¿Quién morirá ahora, de una muerte sencilla,
la última mirada dirigida hacia los leños apilados
cuando todavía el sol le calentaba la espalda, las manos?




IV

Finale: sólo una copia al carbónico
y la falaz razón de lo oblicuo;
el sombrero vuela, llevado por el viento,
lejos de la cabeza.
Y la cabeza regresa por regresar
a un pretendido Reino de Nubes
o a una incendiada Babilonia.
Nada que salvar.
Nada para salvar.
Dirán: dame un nombre de ciudad.
Una sustancia desgajada de una porción angélica.
Una ruta a través del incendio- dirán.






Mayo, 12 y 13, 2015.






Rolando Revagliatti

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Rolando Revagliatti

Ojalá que te pise 
un tranvía llamado Deseo *
[Poemas Escogidos]






Suerte de principiante
me alcé con el pozo

Pozo al que caí
no como un
principiante.







Para la foto
mi embarazo
no es histérico.







Una exorbitancia:
la monogamia.






Mi desprecio por vos
siendo profundo
ni siquiera es

infinito.







El camino más corto
es el trillado por mis enemigos.







Hijo de la humillación
¿en qué te me has
reproducido?







Fumo
notas musicales

y toso
fragmentariamente
los últimos hits.






Mis iniciativas
¿te ofenden?

¿Qué toman de las tuyas?

Pero, sobre todo
¿qué desechan?







¿A qué edad comenzará a resultar indecoroso
-cuando no patético-
no ser todavía huérfano?






Se nota demasiado
que soy
             con opio
un pan de Dios.








Yo lo tenía todo:
deudas, extrema soledad, odios

Fugitivo, rodeado de vagos
la vida me sonríe.







Algo en mí
                     incauta
esa aduana:

mi cólera.






Yo venía no existiendo hasta que vos
impusiste lo contrario

Jamás
          cesaré
                     de reprochártelo.







Aspectos hay en los cuales
la vida me sonríe

(aunque carece
de dentadura la sonrisa).







No me salgo todavía de mi adolescencia
discúlpenme:

es que ella
no me echa.







Mofeme de mí
después de hablar conmigo
seriamente.







Yo trabajé de niño en brazos
Mi primer empleo

Full time.







Dicho sea
en criollo-psicoanalítico

la pulsión me ceba
al alba
demasiados mates.







La pezuña de la ignorancia
dio conmigo en tierra

¡Yo sabía...!







Desnudo
me entreví
siguiéndome
la pista

disfrazado.








Cuando huyendo
me salvo

conmigo
me reúno.







Todos
los que soy
disentimos.







Donde pensaba suicidarme
me encontré muerto.







Creo
         este ridículo
y lo llamo

vocinglería.







Lo juro por los rayos de mi bicicleta
que la omnipotencia de los enclenques
es la mía.







A este Revagliatti se le ha retirado la be larga

y desde entonces

                              no alcanza.







Soy, mis amigos, el producto
de mi bruto interno

Esto
elucido.






Mi vida onírica
deja qué desear

Y me lo deja a mí.







Amedrentan
tus colmillos

(lo cual
me inspira).







Con mi madre
todo anda como mi madre.




a Pedro Almodóvar







En cada cual se articula improvisándose
la eficacia de un
desesperado.




a Tennessee Williams






No crean que duerme ella, pobrecita:
está muerta.








La montaña me conmueve

El océano
                 apenas
                              me conmociona.








Este local celestial
permanecerá cerrado
durante todo el infierno.”







Estoy pagando con poligamia
mi inermidad

Y así sería con monogamia:

todo precio
es altísimo.








Me retiré a tiempo:
en el pináculo de mi anonimato
renuncié para siempre
a la notoriedad.








Tu influencia en mí
me es odiosa
Moriría
si te odiara lo bastante.








Los elogios me empequeñecen

Sin elogios soy de mi tamaño:
pequeño.








Es triste:

alguno de los dos
debió haber avanzado
sobre el otro.








Lo miro correr
a mi cuerpo

Sólo así
participo.








Moriría, amor mío
antes de lastimarte

O
   aún mejor:

moriría después.








A las mujeres que murieron por mí
sumé las mujeres matadas por mí
y obtuve
                una cifra
                                deseada.








¿Qué de mí
se solaza
en el amante
de mi esposa?








En el Desierto de la Madre Mía
juguemos a las damas con las rameras
(con las golfas
con las busconas)
mientras las damas no están.








Lo tuyo conmigo, Herminia
desde nuestra boda
(aquella primavera del ’86):

sordidoméstico.







Te la saco mi mano

Y es donde te saco mi mano
que a mí se me hace
que a vos se te hace

que se queda mi mano.








Mientras no te enteres
de cuánto me admiras
no cesarás de combatirme
ignorándome.








He quedado reducido a esto

A quedar

Reducido

A esto.







Nuestros cuerpos
nos luchan.







De mí se han dicho muchas cosas

Todas ciertas.








Así es como lo prefiero yo
Que no es como vos lo preferís
No hay paisaje detrás de la ventana
Que no es que no haya ventana.








Cuando mi esposa
huyó con el Diablo
supe que un Dios
existía.








¿Cómo se abren los hombres?:

con dificultad.







¿Cómo hacer para que yo te guste de nuevo?

Pero, sobre todo:
¿cómo hacer para que yo te guste de viejo?








ROLANDO REVAGLIATTI, nació en 1945 en Buenos Aires (la Argentina), ciudad en la que reside. Su quehacer en narrativa y en poesía ha sido traducido y difundido a los idiomas francés, vascuence, neerlandés, ruso, italiano, asturiano, alemán, albanés, catalán, inglés, esperanto, portugués, maltés, rumano y búlgaro. Uno de sus poemarios, “Ardua”, ha sido editado bilingüe castellano-neerlandés, en quinta edición y con traducción del poeta belga Fa Claes, en Apeldoorn, Holanda, 2006, a través del sello Stanza. Ha sido incluido en más de setenta antologías y libros colectivos, la mayoría de ellos de poesía, en la Argentina, Brasil, México, Chile, Panamá, Estados Unidos de América, Venezuela, España, Alemania-Perú, Austria, Italia y la India. Obtuvo premios y menciones en certámenes de poesía de su país y del extranjero. Fue el editor de las colecciones “Olivari”, “Musas de Olivari” y “Huasi”. Coordinó varios Ciclos de Poesía, así como la Revista Oral de Literatura “Recitador Argentino” y diversos eventos públicos, solo o con otros escritores. Coordina talleres de escritura. Ha sido colaborador en más de seiscientos cincuenta periódicos, revistas y colecciones de plaquetas, cuadernos, murales, etc., de la mayoría de los países de América y Europa, así como ha dado recitales en innumerables propuestas públicas. Su narrativa, piezas teatrales y poesía se socializa en revistas y boletines electrónicos, bibliotecas virtuales, Sitios, blogs, etc. Desde hace casi dos años realiza entrevistas a poetas argentinos a través del correo electrónico. En soporte papel publicó desde 1988 dos volúmenes con cuentos y relatos: “Historietas del amor”, “Muestra en prosa”; uno con su dramaturgia: “Las piezas de un teatro”; quince poemarios: “Obras completas en verso hasta acá” (tres ediciones), “De mi mayor estigma (si mal no me equivoco):” (dos ediciones), “Trompifai”, “Fundido encadenado” (tres ediciones), “Tomavistas” (cinco ediciones), “Picado contrapicado” (dos ediciones), “Leo y escribo” (cuatro ediciones), “Ripio” (tres ediciones), “Desecho e izquierdo”, “Propaga”, “Ardua” (cinco ediciones), “Pictórica” (cuatro ediciones), “Sopita” (seis ediciones), “Corona de calor”, “Del franelero popular” (dos ediciones), además de “El Revagliastés”, antología poética personal y “Revagliatti – Antología Poética”, con selección y prólogo de Eduardo Dalter.  Sus libros han sido editados electrónicamente y se hallan disponibles, por ejemplo, en http://www.revagliatti.com.ar. Cuatro poemarios suyos, inéditos en soporte papel, “Ojalá que te pise un tranvía llamado Deseo”, “Infamélica”,  “Viene junto con” y “Habría de abrir”, cuentan con dos ediciones-e de cada uno: en PDF y en Versión FLIP (Libro Flash). Es posible acceder a “Picado contrapicado” en html en http://rolandorevagliatti.blogspot.com, integrando la colección de Editorial Alebrijes. Sus 185 producciones propias en video, todas ellas debidamente diseñadas y editadas, se encuentran en http://www.youtube.com/rolandorevagliatti. 














Tomás Fernández Robaina

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La Santería: 
¿Africana, Cubana, Afrocubana?
Elementos para el debate


Tomás Fernández Robaina
Universidad de La Habana




I

A modo de introducción: En el presente capítulo se analiza la valoración de las culturas y religiones africanas efectuadas por Juan René Betancourt, Gustavo Urrutia, y Fernando Ortiz, entre otros, con la finalidad de hallar semejanzas, diferencias y la vigencia de algunas de esas consideraciones. Para ello he rastreado fuentes documentográficas: periódicas, libros, folletos y realizado encuestas e investigaciones de terreno entre santeros, babalaos y aleyos para intentar precisar la africanidad o cubanidad de la santería, o al menos determinar los elementos característicos que la pueden calificar como un fenómeno eminentemente cubano. Con ese propósito arribamos a conclusiones que permitirán enjuiciar mis puntos de vista sobre este apasionante y debatible tema.

II

En 1955 Juan René Betancourt publicó su "Doctrina Negra" (1), el cual no es mencionado en la mayoría de los libros que estudian los movimientos sociales como tampoco aparece en los que tratan sobre la cultura y la historia del negro en Cuba (2).

En 1959 circuló su "El negro: ciudadano del futuro"(3) en donde consolida su pensamiento y señala la estrategia que debía seguirse para lograr el tan necesario desarrollo del sector de la población cubana más urgido de reivindicaciones sociales, políticas y culturales. En este título incluyó algunos artículos escritos en las primeras semanas de ese año; en ellos expresaba su apoyo a la Revolución triunfante; a la vez llamaba la atención sobre la necesidad de que el nuevo gobierno hiciera saber la posición que asumiría para combatir la discriminación y los prejuicios raciales (4).

 La omisión de tales obras, tanto como de análisis de su pensamiento en los textos que han abordado el estudio de las relaciones raciales en Cuba, ha obedecido a su doctrina, clasificada de racista por Elías Entralgo (5) en el prólogo de la edición de 1959; También ha contribuido a este general desconocimiento de sus ideas, el haberse radicado en el extranjero y no haber continuado, aparentemente, con la misma intensidad que en la Isla, su lucha en pro de los derechos del negro (6).



III

Un caso similar, en cuanto al desconocimiento que existe acerca de su obra y pensamiento, lo tenemos con Gustavo Urrutia(1881-1958) (7), a pesar que El Poeta Nacional de Cuba, Nicolás Guillén (1902-1989?) declaró en cierta ocasión que él le debía mucho a Urrutia en cuanto a su formación y a la divulgación de su obra (8). Urrutia ejerció el periodismo por más de treinta años y fue el creador de la columna y de la página dominical "Ideales de una Raza" que apareció desde abril de 1928 hasta 1931 (9); a partir de entonces continuó sus colaboraciones desde la columna "Armonías", una de las secciones dominicales de los "Ideales de una raza".

A diferencia de Betancourt, Urrutia no publicó un libro con sus ideas en los que expresaba sus conceptos para encauzar la lucha social del negro cubano. Solo se cuenta con los folletos: "Cuatro charlas radiofónicas" (10) (1935), "Puntos de Vista del Nuevo Negro" (11) (1937) y el" Problema Negro en Cuba"(1936?) (12), los cuales son una rareza bibliográfica. Después de su muerte, Gastón Baquero(13) comenzó a preparar la publicación de los escritos más importantes de Urrutia, pero el triunfo revolucionario, y la salida también del país de Baquero ocasionaron que Urrutia fuera olvidado, y apenas conocido entre los que se han interesado en la investigación  de la historia del negro en Cuba. Pero a él sí se le cita en algunos textos, como los de: Rosalie Schwarz (14), Isabel y Jorge Castellano (15), entre otros, pero no se abordan sus ideas esenciales, sobre todo en cuanto al fenómeno de la cultura afrocubana, expresados de manera muy clara en sus "Cuatro Charlas Radiofónicas", en donde señala que:

Y puesto que a la rama negra del pueblo de Cuba  es a quien se le suele  imputar insidiosamente un ancestro salvaje y bárbaro; y como es al afrocubano a quien se pretende abochornar, coaccionar, con supuestas herencias de inferioridad, con taras raciales denigrantes, por lo mismo, es al afrocubano a quien más perentoriamente le incumbe conocer a ciencia cierta, dar a  conocer y explicar los valores religiosos, morales y artísticos  de sus abuelos negros, que nada tienen que envidiar en moralidad ni en refinamiento espiritual a los de sus abuelos blancos, y que , por lo contrario, viene nutriendo muy generosamente la cultura blanca sin que el blanco se haya dignado a enterarse, reconocerlo y agradecerlo hasta fecha bien reciente y en los países más avanzados del mundo. (16)

Por supuesto, la posición de Urrutia hay que analizarla en el momento en el cual él la formula; entre la mayoría de los negros ilustrados prevalecía el criterio de que había que integrarse completamente en la sociedad cubana, y una de las condiciones para esa integración radicaba en aprehender, e interiorizar los códigos culturales y sociales impuestos por los colonizadores durante los siglos anteriores y heredados por la República nacida en 1902. El olvidarse de la herencia africana, enterrar el tambor, eran frases pronunciadas que reflejaban la actitud de determinados negros y mulatos que en su afán por avanzar dentro de las estructuras sociales de aquellos tiempos, habían decidido asumir tal posición para barrer los esquemas discriminatorios. Urrutia tiene a su favor el reconocer la herencia africana, su importancia y por eso dice:

Trabajamos para que la mayoría de los negros recobre su propia estimación. El afrocubano que vive sinceramente avergonzado de una herencia racial africana que, en realidad merece tanta consideración como la española, es más esclavo, más ignorante y más infeliz que sus progenitores africanos. ...no puede considerarse perfectamente instruido el ciudadano de un país negroide que solo conoce la rama blanca de su pueblo (17).

Pero él consideraba que con el tiempo, y a medida que el negro avanzara culturalmente, las manifestaciones de la cultura tradicional africana y afrocubana se irían reduciendo poco a poco, conservadas como fenómenos puramente folklóricos de suma importancia. Por eso rebate la acusación de que hacía propaganda nociva del siguiente modo:

No fomentamos ni extirpamos el ñañiguismo y la santería africanos. Nos limitamos a presentarlos y explicarlos como fenómenos sociales y religiosos existentes entre nosotros, que no son denigrantes, sino morales, y que no se pueden desarraigar de nuestras costumbres y nuestros hábitos por decretos.
No hay ambiente para reanimar esas instituciones y esas ideas, pero queremos decir a los que todavía las practican, que no tienen por qué abochornarse de ellas. Y a los coloreados que no las conocen, les decimos que tampoco tienen de qué abochornarse, puesto que son instituciones tan cultas y morales como las de sus abuelos blancos. Solo que son distintas. (18)

Lo más importante para mí de la posición de Urrutia en este sentido es que plantea la relevancia de esa huella, de tanto valor, como la europea, y de la cual, todos los negros y cubanos en general debían sentirse orgullosos. Pero él no vio la dinámica, no vislumbró que lejos de disminuir, se sumaban cada vez más personas a las prácticas de esas creencias. Pero este hecho tampoco fue visto por Rómulo Lachatañeré (19), ni por el propio Fernando Ortiz (20) y otros que continuaron esta línea investigativa con la aparente convicción que a medida que todos los cubanos se superaran dentro de los esquemas de la enseñanza y educación eurocéntrica las nuevas generaciones se irían apartando de tales creencias, y que serían  cultivadas solo por aquellos, blancos y negros, que seguirían apegados a esas tradiciones, los que irían disminuyendo paulatinamente.

En este punto radica una de las diferencias entre las actitudes de Urrutia y Betancourt. Quince años después de las cuatro charlas de Urrutia en defensa de la cultura afrocubana, Betancourt escribió sobre la cultura y la religión de origen africano, en su: “Doctrina Negra":

"Los hombres de color conocen  su religión tradicional muy superficialmente y sin razón se avergüenzan de ella, cuando la complejidad de su dogma, el sentimiento de su música y el lenguaje de sus símbolos y su mimetismo denotan que es el producto de un pueblo altamente cultivado y excepcionalmente dotado. En estos aspectos los griegos no superaron los lucumíes" (21)


IV

Justamente, el mérito indiscutible de Fernando Ortiz radica en haber llamado la atención sobre los valores de la cultura de origen africana, de su importancia en la historia y en la formación de algunas de las características de Cuba como nación. Como bien lo señala en su conferencia "Por la integración cubana de blancos y negros" (22) al expresar que:

Apenas regresé de mis años universitarios en el extranjero, me puse a escudriñar la vida cubana y enseguida me salió al paso el negro. Era natural que así fuera. Sin el negro Cuba no sería Cuba. No podía, pues, ser ignorado. Era preciso estudiar ese factor integrante de Cuba; pues nadie lo había estudiado y hasta parecía como si nadie lo quisiera estudiar. Para unos, ello no merecía la pena; para otros era evocar culpas inconfesadas y castigar la conciencia; cuando menos, el estudio del negro era tarea harto trabajosa, propicia a las burlas y no daba dinero. Había literatura abundante acerca de la esclavitud y de su abolición y mucha polémica en torno a ese trágico tema, pero embebida de odios, mitos, políticas, cálculos y romanticismos; había también algunos escritos de encomio acerca de Aponte1, de Manzano2, de Plácido 3, de Maceo4 y de otros hombres de color que habían logrado gran relieve nacional en las letras o en las luchas por la  libertad; pero del negro como ser humano, de su espíritu, de su historia, de sus antepasados, de sus lenguajes, de sus artes, de sus valores positivos y de sus posibilidades sociales… nada. Hasta hablar en público del negro era cosa peligrosa, que solo podía hacerse a hurtadillas y con rebozo, como tratar de la sífilis o de un nefando pecado de familia. Hasta parecía que el mismo negro, especialmente el mulato, quería olvidarse de sí mismo y renegar de su raza, para no recordar  sus martirios y frustraciones, como a veces el leproso oculta a todos la desgracia de sus lacerías. (22)

En esa misma conferencia, pronunciada en diciembre de 1942, Ortiz comentó las diferentes fases por las cuales había pasado esa integración, destacando entonces que dicha integración se hallaba en la fase en la cual ya el negro no se sentía avergonzado de su pasado histórico y cultural. Ortiz hacía una afirmación de modo muy absoluto, partiendo de la actitud intelectual de un muy reducido número de negros ilustrados, que compartían la postura de Gustavo Urrutia; no se tomaba en cuenta la política oficial existente en cuanto a la consideración de la herencia africana en nuestra cultura. En aquellos tiempos no se estudiaba la historia de África del mismo modo que la historia de Cuba, o de España. De la cultura africana o afrocubana nada aparecía en nuestros programas de enseñanza primaria y secundaria, aunque se estudiaba la civilización griega y romana.


Trece años después de las palabras de Fernando Ortiz Betancourt expresaba que:

Modernamente se está hablando mucho de "integración" y sería bueno plantearnos qué cosa se entiende por tal. Parece que la sola palabra todo lo explica: integración de integrar, formar parte o pasar a formar parte de algo. La idea no es mala en sí misma y daría magníficos resultados si se buscaran los puntos comunes, la identificación de intereses entre los dos núcleos que forman nuestra nacionalidad. Pero si en vez de esto se trata de disolver un núcleo en otro, haciéndole perder a aquel todos los aristas que le dieron su historia y su tradición; huyendo con espanto de todo lo negrista" hasta el punto de no atreverse a conmemorar solos sus muertos ni a honrar con dignidad a sus dioses, entonces no estamos en presencia de una integración, sino de un suicidio colectivo: de una raza que renuncia a ser para dejarle el campo a su antagonista.y esto es traición o cobardía. La ciencia está en armonizar cuanto haya de armonizable entre ambos grupos sin desfigurar a ninguno de ellos y menos hacerlo desaparecer.(23)

1. Evidentemente la actitud de Betancourt es totalmente en contra de la política de deculturación impuesta en Cuba durante tres siglos por el colonialismo español, política que sobrevivió, consciente o no con el advenimiento de la República en 1902.

Sus palabras son un alerta a la pretendida integración si la misma no tiene la finalidad de buscar:

"...los puntos comunes, la identificación de intereses entre los dos núcleos que forman nuestra nacionalidad." (24)

Estimo muy conveniente recordar sus palabras, sobre todo en estos momentos en que tiene lugar un interesante debate, no solo en Cuba, sino también en el extranjero acerca de la africanización, más concretamente, de la yorubización de las religiones traídas al continente americano por los esclavos denominados anagós o lucumíes, nombres con los cuales fueron conocidos los procedentes de los territorios yorubás que en la actualidad integran parte de los Estados de Nigeria y de Benin, antiguo Dahomey.

Considero que Betancourt es el primer intelectual cubano y negro de la Cuba prerrevolucionaria que asume una posición consciente y de plena identificación con las culturas traídas por los bisabuelos y abuelos africanos. Él expresó ideas que parecen escritas en el presente, pues dijo en su ya citada "Doctrina negra”.

"En el trasplante la religión ha perdido, convirtiéndose  en lo que llaman santería, donde una serie de divinidades católicas tratan en vano de representar los primitivos orichas de la africanía, pero de todos modos, aunque adulterada y desfigurada, algo se conserva de las sagradas tradiciones negras, y algo es algo, que mucho peor sería nada. (25)

En este punto parece que Betancourt no vio o no conocía que ese sincretismo, en cierta medida, operaba solamente a un nivel muy superficial, epidérmico. Además, la distancia, el tiempo contribuyeron a cambios en las tradiciones, en los rituales, no obstante, se tratara de realizarse dentro de una ortodoxia y de un respeto a la tradición de las formas como eran ejecutadas en los primeros tiempos. 

Es necesario subrayar algunas consideraciones para una mejor comprensión del llamado fenómeno del sincretismo afrorreligioso. La denominación de los santos africanos, de los orishas, no se operó como parte de una política de deculturación planificada, aunque algunos puedan considerarla, independientemente de este hecho, como uno de sus resultados. Más bien, en mi opinión, formó parte de una respuesta espontánea, popular, por parte de los primeros africanos que se enfrentaron a ese fenómeno, para preservar sus creencias; fue, en buena medida, el surgimiento de la doble moral, de la que era impuesta por la fuerza del conquistador, del colonizador, y de la que aparentemente asumía el conquistado, el colonizado, como un modo de salvar, preservar y continuar adorando a sus orishas detrás de las imágenes de los santos y vírgenes católicos. 

Los que defienden las posiciones ortodoxas, de una pureza total, no se percatan que con el tiempo, y al no estar las prácticas religiosas de los africanos en contacto directo con las fuentes nutricias originales, no obstante, los buenos deseos, y el mantenerse en la liturgia de iniciación de la Regla de Ocha la lengua yoruba, esta tuvo que sufrir cambios fonéticos, entre otros posibles, como en los materiales, donde no siempre podían usarse las mismas yerbas que se empleaban en África. El tiempo y la expansión de la santería, primeramente entre los sectores de los esclavos y los negros libres apegados a estas tradiciones, sobre todo, entre los negros criollos, pudo haber ocasionado el identificar como uno solo al santo católico y al orisha. Este fenómeno se palpa en la actualidad, aún entre babalochas e iyalochas, que intelectualmente saben que no existe conexión entre uno y otro, pero que en determinados rituales y miradas, consultas de adivinación, se refieren a los orishas como la virgen de la Caridad, de Regla, Santa Bárbara, San Lázaro, entre otros.

VI

En 1992, durante el primer Taller Internacional Sobre los Problemas de la Cultura Yoruba en Cuba (26) el cual fue patrocinado por la Asociación de la Cultural Yoruba de Cuba y la Academia de Ciencias de Cuba, se plantearon ideas que desde hacía mucho se venían discutiendo entre algunos santeros, entre los babalaos y entre santeros y babalaos, acerca de la conveniencia de lograr cierto consenso con la finalidad de intentar una práctica religiosa más uniforme, al menos en aquello rituales en los cuales su implantación no lesionaba las formas ritualistas peculiares de cada casa de santo. Con ese objetivo se informó que habría una reunión especial de los santeros y babalaos con el propósito de debatirse esas cuestiones, pero dicha reunión no se dio, al menos no se informó a todos los santeros y babalaos de su celebración. Sin embargo, algunas de esas ideas se dieron como resoluciones que el Taller sugería debían aplicarse por los babalaos, iyalochas y babalochas. Entre ellas estaban: a) no denominar a los orishas con los nombres de los santos católicos. b) tratar de usar los nombres de babalochas e iyalochas en lugar de santeros o santeras c) no referirse a la religión con el término de santería, sino de. Regla de Ocha. d) mantener la tradición de que todo iniciado debe dar un tambor de reglamento al orisha del padrino para poder tocar después en su propia casa. 

Los comentarios fueron muchos, a nivel de pasillo, acerca de las incidencias del congreso, de la asistencia de los religiosos cubanos y extranjeros, de los resultados y de los trabajos presentados. Realmente el Taller tuvo un saldo, para mí altamente, positivo, pues por primera vez profesionales blancos y negros, mayoritariamente babalaos y santeros, se reunían para hablar sobre la santería y se presentaban como tales en el evento, independientemente de sus títulos universitarios, de los cuales hicieron gala aquellos que los mencionaron.

¿Fueron esas resoluciones o sugerencias las más importantes o las que debieron hacerse? Las respuestas pueden abordarse desde diferentes perspectivas, dando como resultado diversos debates, acerca de lo que se dijo, de lo que no se dijo, de lo que debió decirse, pero lo que afloró en ese primer taller fue la existencia de una tendencia, posible movimiento entre nosotros, de un fenómeno, que desde hace ya años se viene operando en los Estados Unidos y en otros países de América y del Caribe en cuanto a la africanización no solo de la santería, sino de aquellas religiones traídas por los africanos y que en virtud de las nuevas condiciones sociales, económicas, geográficas, lingüísticas y culturales impuestas a los esclavos sufrieron reformas, adaptaciones, para poder perdurar y sobrevivir bajo los nuevos contextos a que el sistema esclavista sumió a los africanos y a sus descendientes, independiente de la condición de esclavo o negro libre.

Me parece lógico, que en virtud de la expansión de las religiones africanas, y del contacto de los babalochas, iyalochas y babalaos con algunos de sus homólogos en África, exista cierto interés entre ellos por rescatar cierta pureza, cierta ortodoxia, en la manera de efectuarse determinados rituales; por supuesto, dicha pureza posee un valor relativo, pues ni en África ni en las Américas las religiones africanas se mantuvieron estáticas; también fueron influenciadas por la condiciones materiales y espirituales de las sociedades a las cuales sus practicantes, fueron forzados a vivir.

Por esas razones no estoy muy convencido de la afirmación de mi amiga y colega, la profesora Lázara Menéndez en su artículo "¿Un cake para Obatala!?(27), cuando en una de sus partes afirma:

"El discurso de la yorubización de la santería se inscribe en lo que un segmento reducido de esta población opina que debiera hacerse, porque lo que ellos creen que en realidad se hace es favorecer la distorsión y con ella el descrédito del ejercicio santero.

Obviamente el anterior criterio se produce como una respuesta ante las invenciones y modificaciones que han sido creadas por personas pocas escrupulosas, quienes por lucrar, han llevado las prácticas y rituales de la santería a unos niveles de comercialización sorprendentes. Algunos creyentes o religiosos han considerado la búsqueda de una ortodoxia, como una forma de salir al paso de dicha tendencia, de detenerla. Por supuesto, esa actitud provoca una muy variada y múltiple reacción asumida por babalochas, iyalochas y babalaos. Ante tantas irregularidades, ¿qué es lo más correcto? ¿Volver a una supuesta práctica ortodoxa africana, o retomar las formas autóctonas surgidas en Cuba como consecuencias de los cambios lógicos que toda religión o cultura sufre al ser trasplantadas de sus fuentes originales? Por otra parte es casi imposible que algunos de sus practicantes no se sientan atraídos por el rescate de ciertos rituales, de orishas, de valores que se perdieron en Cuba y se mantuvieron en otras regiones; fenómeno este que se palpa también en otros países caribeños y de América y que motiva la llegada a Cuba de religiosos deseosos de estudiar y de rescatar los rituales y los orishas que no llegaron a ellos, e incluso en el caso contrario, con el fin de comparar y analizar las formas divergentes y convergentes de manifestarse tales rituales.

Más adelante señala:

"El énfasis en el eje africano, por encima de los rasgos que cualifican el fenómeno como cubano, tiende a agudizar el distanciamiento, desde la perspectiva sociocultural con el universo santero, a entorpecer la asunción intelectual de dicho fenómeno más allá de las relaciones modales y volitivas   que individualmente se establezcan con él, y a dificultar su reconocimiento como expresión cultural autónoma, bien diferenciada de sus antecedentes y de otras prácticas contemporáneas a ella. (28)

Me parece muy interesante la asunción de la santería como un fenómeno religioso eminentemente cubano ¿no podría decirse lo mismo del candomblé, entre muchas otras manifestaciones religiosas de origen africano? Es innegable que todas estas influencias, todo este tomar y dar elementos materiales y espirituales de diferentes culturas han producido nuevos fenómenos, no podría decirse esto del vodú y de la umbanda (29) en particular, no se ha expresado de manera(30) muy clara por Jesús Fuentes los aportes cubanos en la creación de deidades en la Regla de Palo, no se manifiestan estas incorporaciones también en el candomblé (31), entre otras expresiones religiosas de origen africano. Del mismo modo que tenemos que aceptar como hechos objetivos esas realidades, tenemos que apreciar en igual medida  la posibilidad del surgimiento de tendencias ortodoxas; calificables de fundamentalistas por las ideas que propugnan, similar a la forma de manifestarse estas tendencias en otras religiones. Características de ese fenómeno entre otras creencias. No es menos cierto que este hecho puede ser manipulado con intenciones extrarreligiosas, pero no podemos considerarla como la verdadera causa que origina esa posición; es más bien un objetivo superpuesto, una manipulación, sin duda alguna de un fenómeno que se proyecta y tiene lugar no solo en Cuba (32). Por eso considero que se debe ser muy cauteloso a la hora de analizar y estudiar dichas manifestaciones para no caer en errores que sí podrían acarrear tristes experiencias.

VII

Ya se ha visto las posiciones de Urrutia ante la existencia y valoración de la herencia africana en la cultura y la historia de Cuba; Juan René Betancourt, aparentemente con una posición más intuitiva y empírica, que la asumida como el resultado de un análisis de fuentes documentográficas o testimoniales señaló en la década del cincuenta una actitud, sin duda alguna ortodoxa, que bien puede ser considerado como un antecedente, de la actual tendencia promovida por la Sociedad Cultural Yoruba. Pero no es solo esta sociedad la que promueve esta línea de acción ritual; otros grupos (33), que no siempre aceptan la autoridad de dicha sociedad, asumen posiciones similares o diferentes; las divergencias se basan en regresar a una ortoxia, o pureza al viejo estilo cubano o a introducir variantes no conocidas o no practicadas ampliamente en Cuba; una de las características esenciales, si no es realmente la fundamental, radica en el papel y relevancia de los babalaos; en los intentos de recuperar viejas prácticas y rituales que por muy diversas razones los babalaos dejaron de hacer y fueron asumidas por los santeros. No cuesta mucho adivinar que detrás de estas contradicciones, se perfila una lucha por el poder, por el intento de controlar las actividades religiosas por parte de los babalaos o de los santeros, incentivadas estas contradicciones por las causas de origen económicos que se han acentuado y que están indisolublemente unidas al poder o control que se quiere ejercer de las actividades de la santería o Regla de Ocha.

No es difícil pensar en la probabilidad que este fenómeno o alguno similar también aflore en la Regla de Palo y en otras religiones afrocubanas, pero no se hace tan visible por no ser las tensiones tan fuertes como ocurre en la Regla de Ocha.


Segunda parte

VIII

Teniendo presente el ya debatido asunto de la yorubización de la santería, me enfrasqué en la realización de una encuesta encaminada a precisar la cubanía o africanía de la santería mediante entrevistas a babalochas, iyalochas, babalaos y aleyos. (ver nota no.(40))  Para mi empeño seleccioné una muestra de cien personas, aunque en realidad, entrevisté o hablé con muchos más. Estuve en contactos con ellos, asistiendo a fiestas de diferentes clases, por más de un año, desde abril de 1995 hasta mayo de 1996, cuando comencé a procesar la información.

La muestra se divide en: 50 santeros, 30 babalaos, y 20 aleyos, pero creyentes en la santería. De ellos 64 eran hombres y 36 mujeres. De los treinta babalaos 16 aparecen comprendidos entre los 40 y 60 años de edad; el resto están entre los 20 y los 39 años. De ellos seis habían sido iniciados antes de 1959; el resto se inició entre los sesenta y los noventa. Se observa un incremento gradual a partir de la década del setenta, con seis, nueve en la del ochenta y siete en la del noventa que aún no ha concluido. Desde el punto vista racial se observa un cierto equilibrio en la muestra escogida, pues hay 11 negros, 9 blancos y 10 mulatos.

De los cincuenta santeros, 11 habían sido consagrados antes de 1959, siendo el mayor uno consagrado en l943; de los restantes, 6 habían sido coronados en los sesenta, 15 en la del setenta, 9 en la del ochenta y 9 también en la del noventa, aún no finalizada. 1969 y la década del setenta; 6 en la del ochenta y los demás en la década de los noventa. Por las edades, 13 tenían más de sesenta años de edad, 10 estaban entre los 40 y los 59 y 27 entre los 20 y los 39. Desde el punto de vista racial  la muestra refleja cierta similitud entre las cantidades de negros y blancos, no así la cantidad de  los mulatos que aparece con  la  mitad de la cifra de los blancos e inferior en 3 unidades a la mitad del total de los negros.

De los veinte aleyos 11 eran hombres y 9 mujeres; de ellos 18 presentaban edades entre 20 y 39; solo dos tenían más de 40 años. Racialmente la mayoría eran negros, 9 estando bastante equilibrada la representatividad de la muestra entre blancos y mulatos, 5 y 6, respectivamente. Llama la atención que el acercamiento a la santería en ellos se produce de manera gradual desde finales de la década del setenta, observándose un aumento en la del noventa. Es conveniente señalar la ausencia de niños y de jóvenes menores de 20 años. No fue que se hubiera programado su omisión, sino que se piensa escribir un estudio específicamente sobre la iniciación de los menores de edad en la santería, como un fenómeno que se hace cada vez más visible en el presente, pero que siempre se mantuvo durante todos estos años, no obstante las prohibiciones legales de iniciar a los muchachos en estos cultos.

La interrogante sobre la manifestación de elementos católicos en los rituales de iniciación, de preparación de los omieros, entre otros, obtuvo una respuesta unánime entre santeros y babalaos: todo el ritual se hace mayoritariamente en lengua en sus aspectos fundamentales; en ninguna coronación se hacen las evocaciones nombrando los nombres de los santos  católicos sincretizados con los de los orishas. Tampoco dijeron observar características que les hicieran pensar que estaban en ceremonias religiosas no africanas.

Ante la conveniencia de llamar a los orishas solo por sus nombres africanos, hubo una mayoría entre santeros y babalaos que coincidieron que eso era lo más deseable (100% de los babalaos, 95% de los santeros, 75% de los aleyos); un buen número de ellos plantearon que no sería una tarea fácil la de convencer a los creyentes para que no designen a los orishas con otros nombres que no sean los africanos, pues estaba muy enraizado en la mente popular ese uso, e incluso, babalochas que sabían perfectamente que nada había de sincretismo en las esencias de la santería, se referían a los orishas con los otros nombres; algunos subrayaron la necesidad de  precisar, que aunque los santeros muy frecuentemente utilizaban los  nombre católico, se iba a la iglesia y se hacían altares con las imágenes del santoral romano, lo que prevalecía en la mente de los babalochas no era tanto las virtudes de las deidades católicas sino las de los orishas.

En cuanto a la costumbre de llevar a los iyawós a la iglesia más del 80% reconoció que era una muestra de la imposición de códigos de la sociedad durante la colonia, donde todos los practicantes de las religiones afrocubanas tenían que asistir a misa. Algunos expresaron que por primera vez pensaban en ese acto, que en realidad nada tenia que ver con la Ocha. Hubo criterios acerca de lo difícil de erradicar esa costumbre, como otras ya mencionadas; también se manifestó que este acto era uno de los que podría erradicarse más fácilmente.  

Todos estuvieron de acuerdo en que era correcto que se diera a conocer estas peculiaridades de la santería, porque con ellas no se estaban divulgando ningún secreto, sino por el contrario, se elevaba también el conocimiento de los creyentes de la Regla de Ocha y el de todos los interesados en el estudio de las religiones de origen africano.

Donde hubo reacciones diferentes fue en cuanto a la forma tradicional de iniciación. No cabe duda que, en Cuba, la pretendida tierra de los orishas en el Nuevo Mundo, se operó un cambio fundamental, no en la esencia del ritual de la coronación, pero sí en cuanto al número de orishas que se entregan conjuntamente con el asentamiento del orisha principal. En este sentido, el candomblé está más cerca de la forma africana que la santería, porque sólo acompañan al principal, aquellos que según la tradición deben recibirse.

Por supuesto, lo anterior no significa que siempre haya sido así en Cuba; realmente  han coexistido estas dos formas, pero la más arcaica, la más tradicional no gozó de la popularidad y de la expansión del modo o estilo cubano. Los santeros y babalaos mayores dijeron conocer casas en La Habana y en Matanzas donde los santos se hacían de esa manera; otros solo conocían de tales casas por referencias. Se mencionó la existencia de un babalocha que argumentaba que sólo un orisha podía ser coronado y presentado a la cabeza, al ori de cada individuo. Cuando se trató de precisar detalles de este ritual, nada más que se obtuvieron  palabras evasivas. De nada valió explicar que había libros que enseñaban o describían como era que se hacía un santo. Ante esta fundamentación alegaban: bien, utilízalo en tu investigación.

Acerca de las críticas que se hacían a los que en Cuba se estaban iniciando únicamente con "pata y cabeza" el 80% de los santeros, incluyendo a los babalaos dijeron que había que precisar cuándo se hacía "pata y cabeza" por razones económicas, o por la urgencia del iniciado en coronarse ante una situación crítica de salud o de otra índole. En este caso el iyawó está obligado a entrar los otros orishas sacrificando las aves, "animales de pluma", como se dice comúnmente, pero una vez que su situación mejore desde el punto de vista financiero, debe pagar la deuda contraída, es decir sacrificar los animales reglamentarios de los orishas recibidos. Todos coincidieron que no era una práctica muy usual; parece que este fenómeno  se hizo algo más visible, como consecuencia de la crisis económica que sufrió el país y que llevó a algunos santeros a buscar fórmulas para que la iniciación no fuera tan costosa, sobre todo para los que no tenían suficientes recursos monetarios para sufragar todos los gastos. Una de estas medidas consistió en hacer más de una iniciación, pues de este modo, aunque hay que entrar con los animales reglamentarios para cada iniciado, los costos de la comida se reducen considerablemente.

La otra "pata y cabeza", la preconizaba por los que desean volver a las formas más antiguas de la religión recibieron los siguientes calificativos: es una "invención de los babalaos", "no conozco a nadie que se haya iniciado de esa forma", hay que ir a Matanzas para encontrar santeros iniciados de esa manera", si en Brasil se hace así, bien para los brasileños, pero nosotros tenemos una forma distinta", "hasta ahora la santería ha funcionado así, ¿por qué cambiar?"

En este punto, todos se mostraron muy cautelosos, para no dar detalles del ritual de la coronación, del sacrificio de los animales para cada orisha, pero sí dijeron que la cantidad de orisha a recibir dependía de la tradición de la casa. Aquí citaron ejemplos, de casas donde al hacerse Changó se entrega también a Oyá, o en otras en las cuales al coronarse a un iniciado con uno de los orichas conocidos como los guerreros: Ogún, Eleguá y Ochosi, deben recibirse con animales de cuatro patas a los otros.

El 80% de los santeros y de los aleyos (50+20 = 70x80 = 56) consideraron que la causa general de esas reformas, de la tendencia general de volver a las formas antiguas, más ortodoxas, se debía al interés de los babalaos por tener una posición de mayor poder y control sobre los creyentes; por desear recuperar el espacio que por muy diversas razones habían dejado de hacer, como matar los animales. El 20% se mostró cauteloso. Algunos hicieron referencias a que en tiempos muy antiguos los hijos de Ogún podían hacer la matanza.

IX

Todos opinaron que este fenómeno se había hecho más evidente algunos años después del éxodo de cientos de santeros y babalaos por el Mariel; sobre todo en la Isla con la llegada de muchos de ellos acompañados de sus ahijados quienes contaron sus experiencias y el contacto directo con otros babalochas e iyalochas, cubanos, estadounidenses, y africanos. Algunos afirmaron de manera muy generalizada que por ese medio fue que los babalaos comenzaron a ser más populares; sobre todo por venir extranjeros a hacerse santos o a iniciarse en Ifá, tanto como recibir santos que no suelen ser muy conocidos en los Estados Unidos. La mayoría de los que han venido a Cuba, a La Habana, y Matanzas por los anteriores motivos, practican la santería al estilo cubano. El conocer formas más apegadas a la religión yoruba que se cultivan en tierras africanas, provocó la aparición de interrogantes en muchos de los babalochas, iyalochas y babalaos, que determinaron actitudes como la del Oba Oesijeman Adefunmi I , que fundó el pueblo yoruba  Oyontunji, en Carolina de Sur, EE.UU.(34).

Este redescubrimiento, o búsqueda de la africanidad de las religiones afrolatinoamericanas, particularmente de la santería, ganó un buen espacio en los Estados Unidos y en otros países , como un afán e interés por conocer más profundamente la religión y tratar de profesarla de la forma más pura u ortodoxa, tanto como ampliar y adquirir el conocimiento sobre determinados rituales y otros que fueron practicados, pero que se perdieron por no haberse transmitido la forma de hacerlo, así como los especificidades o peculiares de algunos orishas que fueron traídos pero que no fueron muy cultivados y al morirse los que dominaban ese conocimiento, se perdió el contacto ritualístico con ellos. Ejemplos de lo expresado los tenemos con Yewá, Olokun, Agayú, entre otros, que en algunas partes se reciben, en otras se hacen directamente, de forma principal en el primer caso por no haberse divulgado entre los propios santeros las formas de hacerlos, mientras que en algunas regiones donde la religión yorubá se asentó ocurrió el mismo proceso, pero conservándose algunos orishas de los que no llegaron a otros territorios, o haciéndose más populares cultos que no alcanzaron ese nivel en Cuba. En el caso específico de Cuba, de acuerdo con algunos de nuestros testimoniantes, hay muchos nombres de santos que se mencionan en las letras u odun a través de los cuales hablan los orishas y que no se sabe cómo recibirlos. Observándose, en este sentido una tendencia que parece nueva entre nosotros, y por supuesto, dentro de esta línea de búsqueda, no tanto de una ortoxia, porque me parece imposible que todos esos cultos se hayan mantenido inalterables un ciento por ciento, pero sí de un completamiento, de una profundización y ampliación del potencial cognoscitivo de la religión yorubá, santería o Regla de Ocha.

Este último aspecto tiene una singular relevancia para la praxis de la santería en Cuba y que está reñida con lo que parece ser una característica propia de la religión de origen yorubá: su dialéctica interna, su estrategia de lucha, sin duda alguna dictada por la necesidad de sobrevivencia.

Ayer, en el pasado horrendo, monstruoso que significó la esclavitud, la religión se cultivó de manera clandestina, secreta; al hacerse pública, se adaptó a las exigencias de las culturas eurocéntricas de las metrópolis y ha luchado de forma ejemplificante contra los intentos de los que han pretendido destruirla con medidas represivas judiciales o educativas como partes de la política de deculturación impuesta a los africanos en todos los territorios de nuestro continente donde fueron forzados a vivir.

Por eso me parece oportuno llamar la atención sobre el hecho de considerar a la santería como una religión eminentemente cubana, divorciada y ajena a la propia dialéctica que la ha hecho sobrevivir hasta el presente.

Los elementos africanos son los predominantes en el culto, en los rituales básicos: cantos, evocaciones, coronación, entre otros. Lo no africano puede definirse como el idioma que se utiliza entre los creyentes para su comunicación social y con los orishas mediante la interpretación del dilogún, del ekuele o del coco. No africanos son también los receptáculos donde viven los orishas (35), algunos de sus símbolos, o los sitios donde se le suele guardar, como el canastillero. Creo más justo hablar de la santería como religión afrocubana, que como religión puramente africana o cubana, pues no hay duda que en ella están presentes elementos de ambas, probablemente una en mayor número que otra, pero no exenta la primera de influencias no solo debido a los contextos materiales en los cuales tuvo que sobrevivir, sino por las influencias, débiles o fuertes, de otras culturas africanas asentadas también en Cuba. 


X

Fernando Ortiz, Lidia Cabrera, Rómulo Lachatañeré, Gustavo Urrutia fueron los que primero abrieron el camino intelectual para la comprensión y valoración objetiva de la importancia de los africanos y de sus descendientes en la formación de nuestra nación, de nuestra historia, de nuestra cultura, señalando los aportes históricos, musicales, danzarios y religiosos de las diferentes culturas africanas existentes entre nosotros. No importa que la mayoría de ellos asumieran esa valoración con una perspectiva prejuiciada y la consideración generalizada que a medida que el negro cubano se educara, se iría apartando de esas manifestaciones, relevantes en cuanto a que habían contribuido a nuestra formación, y que, por lo tanto, había que estudiarlas como fenómenos folklóricos, para mantener vivo el recuerdo de algo que con el tiempo desaparecería, de lo cual todos, pero en particular los negros, debían sentirse orgulloso.

Juan René Betancourt, Walterio Carbonell y Carlos Moore, entre otros, abordaron la defensa de la cultura y de los derechos sociales y políticos de los negros desde otras perspectivas, posiciones, y en momentos históricos diferentes. La asunción de una conciencia negra, de la identificación primaria con el fenómeno racial no se había proyectado objetivamente en forma de programa o doctrina y menos aun asumiendo de manera desenfadada la existencia y los valores de una cultura negra o afrocubanas, que a pesar de todos los esfuerzos de Fernando Ortiz, Lidia Cabrera, Rómulo Lachatañeré, y de Gustavo Urrutia seguían negadas por la cultura eurocéntrica dominante en la Isla, la cual era asumida también por los negros asimilados total o parcialmente por esa cultura. Por ello es tan importante el estudio objetivo de los textos de Juan René Betancourt: Doctrina Negra, EL Negro Ciudadano del Futuro y el de Carbonell, su interesante: "Crítica: como surgió la cultura nacional".

A la vez, hay que ir al estudio de nuestra historia afrocubana libre de paternalismo, pero si reconociendo de modo objetivo el papel y la contribución de los negros a nuestra historia y a la lucha social, desde las propias filas del movimiento negro o desde los otros movimientos en los cuales tuvieron un lugar destacado de forma colectiva o de manera individual; empezando ese estudio e historia desde el cimarronaje, los apalencamientos, las sublevaciones y conspiraciones de los negros libres y esclavos contra el sistema colonial. Hay que explicar diáfanamente como el sentido de pertenencia a un país, a una nación, fue un proceso mucho más complejo  entre los negros que entre la población blanca. No puede pasarse por alto que para los negros, el blanco, criollo o español, era el amo, el poseedor de las riquezas más importantes del país, y quienes frenaban el  desarrollo de los negros libres mediante las leyes y estructuras coloniales. Eso explica la incorporación de los esclavos a las guerras sostenidas en Cuba desde las  filas mambisas como entre las españolas, atraídos por el deseo y la posibilidad de emanciparse, de acuerdo con las promesas de los bandos beligerantes.

Por supuesto lo anterior no niega la existencia de un sentimiento patriótico, nacionalista, entre algunos negros libres, como los que integraban la familia Maceo y Grajales, entre muchas más, y el papel de las gestas mambisas: La Guerra de los Diez Años, la Guerra Chiquita, y la Guerra de Independencia de 1895. Pero como bien dice Betancourt:

"Negarle toda eficacia a las guerras independentistas en su aspecto reivindicador de los negros es un error tan grande como concederle más de la debida." (36)

Sin embargo, de la aparentemente sorda, pero pertinaz y perdurable resistencia  de los negros que no se plegaron totalmente a la política de deculturación muy poco se ha escrito, no solo descriptivamente, sin que se subraye el hecho del modo debido, que gracias a ellos, en Cuba y en Brasil, principalmente, hoy las versiones o adaptaciones de las originales religiones africanas, en particular, las de origen yorubá, son una fuerza dinámica de las sociedades en donde ellas han sido preservadas. La defensa de esas culturas, por parte de los negros ilustrados, aculturados, no la vamos a encontrar en la colonia; y en la república, Gustavo Urrutia es el primer negro que aborda la cultura de origen africano de forma excepcional, como ya hemos visto en las citas de su pensamiento y acción divulgativa en este sentido. Son varias las referencias acerca de los enjuiciamientos de los negros deculturados, asimilados a la cultura del colonizador, los que de acuerdo con la valoración que Fran Fanon(37) hacía de ellos, no eran otra cosa que negros alienados de su propia cultural. Recordemos el debate que se produjo a favor y en contra en 1937, cuando se planteó la posibilidad de autorizar el desfile en los paseos carnavalescos de La Habana de las tradicionales comparsas. En consideración de algunas sociedades negras, porque era algo denigrante para la raza de color(38). Algo similar provocó, muchos años antes, la salida de:

Vergonzante caravana que hacía sonar por todos los lugares, los malditos y punibles tambores que tanto desdicen de la cultura y de la moral de este nación (39).


XI


Por todo lo expresado considero que se debe tomar una posición más objetiva, desapasionada; ver los fenómenos, sin dejar de ser creyentes, sin dejar de ser científicos, sin dejar de ser cubanos, negros, blancos o mulatos.

La yorubización o africanización de la santería es un fenómeno lógico. Coherente con ese movimiento que ocurre en otros países y al cual los santeros y babalaos cubanos no pueden estar de espalda. Es necesario destacar como este fenómeno alcanza proporciones sorprendente después de la diáspora de la santería cubana, porque esta es la que llega a países donde esa religión y otras de origen también afrocubanas no eran conocidas. Este hecho hizo considerar a Cuba como la tierra de los orishas, y convertirse el venir a Cuba, entrar en contacto con nuestros ancestros, en algo muy importante. En cierta medida el ir a África y a Brasil o a cualquier otro sitio donde la religión yoruba ha sobrevivido con diferentes nombres, con la finalidad de buscar lo común, y lo que por razones muy concretas, algunas ya explicadas, fueron olvidadas, o no se reprodujeron en todas las regiones, se ha convertido en casi una obsesión, entre los que buscan revivir la religión de la forma idílicamente considerada o pura, sin percatarse que la huella del tiempo es inalterable, y aún más en esta clase de procesos religiosos, culturales e ideológicos cultivados por hombres y mujeres que fueron sometidos a una despiadada política de deculturación. La lucha en contra de ella, por lograr sobrevivir y mantener sus culturas tradicionales, los llevó a ciertas concesiones, a pérdidas de costumbres, o readaptación de ellas, teniendo en cuenta los nuevos contextos impuestos por los conquistadores. 

No es el momento de cerrar los ojos ante esta nueva realidad internacional que esta presentando la religión yorubá en todos los países donde se cultiva, no importa el nombre que se le dé; debemos subrayar la importancia y movilidad de la santería como factor influyente en este movimiento.

Independientemente de las posiciones ortodoxas, de la mayor o menor comercialización  de las prácticas religiosas, considero que la santería, el candomblé, el culto a Shangó en Trinidad, son exponentes de la fuerza y riqueza de la religión yorubá, que ha sobrevivido a pesar de todas las represiones a las cuales se vio sometida; pruebas también elocuentes de su poder de comprensión, de entender y ayudar a solucionar los problemas espirituales y materiales, y por lo tanto, su alto nivel de convencimiento, de captar adeptos, aún en los momentos de mayor hostigamiento. Todos esos elementos inciden, para que la santería o regla de Ocha, en el caso particular nuestro, se continúe expandiendo en la propia Isla y allende los mares.


XI

CONCLUSIONES: 

No cabe duda que son muchas las conclusiones a las que se podrían arribar, pero solo destacaremos las que consideramos más interesantes de apuntar:

1.- La consideración de la santería como una religión afrocubana permite acentuar precisamente las peculiaridades que hacen que esta religión de origen africano no pueda ser consideradamente totalmente africana.

2.- En Cuba han coexistido formas muy antiguas de iniciación y de rituales que se han mantenido cultivadas en círculos muy cerrados, familiares. La iniciación, coronándose solo el orisha fundamental, o dueño de la cabeza del iniciado no es un fenómeno nuevo en nuestro país.

3.-No es posible ignorar el movimiento que pretende volver a una supuesta ortodoxia, la cual parece que nunca existió totalmente en Cuba, teniendo en cuenta las reformas sufridas por las religiones africanas, y en particular, la readaptación a los nuevos contextos geográficos, económicos y sociales del culto a los orishas. Esto último conllevó a diferencias, probablemente no en las esencias, pero sí en las formas, de practicarse dicho culto en las casas de santos, acordes, con las ramas de las cuales estos ilés de ochá pertenecían. 

4.- El resultado de la encuesta evidencia, además, del análisis efectuado de muchas más entrevistas, conversaciones, investigación directa en las casas de santos, mediante convivencia con santeros, asistencias a iniciaciones, bembés, que no hay muchos santeros que simpatizan con la idea de abandonar la forma tradicional de practicarse la santería a la cubana, sobre todo en aquellos que llevan más de veinte años de iniciados; tal vez, en el futuro, y dictado por la propia dinámica de las prácticas santeras, esta tendencia vaya ganando un espacio mayor que el que tiene en la actualidad.

5.- Este fenómeno hay que ubicarlo dentro del contexto internacional en el cual tiene lugar, y no sobrevalorar o subvalorar los propósitos extrarreligiosos que pueden acompañar o yuxtaponerse a este movimiento que en sus esencias es religioso y económico.

6.- Ha quedado demostrado que el movimiento por la autoestima del negro desde el punto de vista histórico, artístico, musical, cultural, en ese sentido más amplio, tuvo en la figura de Gustavo Urrutia su figura pionera, sobre todo, en una época en la cual la historia del negro y de su cultura se abordaba desde posiciones muy intelectuales, a veces, puramente filantrópicas.

7.- No cabe duda de que Juan René Betancourt fue el primer negro que planteó la necesidad de una ortodoxia en las prácticas de la santería.

8.- La mayoría de los que se acercaron al fenómeno de la santería no vieron que era una religión en constante crecimiento, con una dinámica muy propia, pero existente también en buena medida en las prácticas religiosas de la Regla de Palo Monte o la Sociedad Secreta Abakuá. Lo anterior es una de las causas que explican la vigencia de las creencias afrocubanas.


XII

RECOMENDACIONES: 

Sería muy conveniente impartir seminarios o cursos sobre las historias de las religiones africanas asentadas en América, en particular en Cuba, debiendo subrayarse las reformas, las adaptaciones que sufrieron, así como las influencias sufridas entre ellas, y entre cada una de esas creencias y la Iglesia Católica.




NOTAS Y BIBLIOGRAFÍA:


1.-Doctrina negra. La única teoría certera contra la discriminación racial en Cuba. Juan René Betancourt.-- La Habana: P. Fernández, 1955 .-- ix, 80 p..  F.323,17291 Bet D (BNJM)
2.- Ejemplo de lo que se plantea se tiene en el siguiente título: Procesos etnoculturales de Cuba/ Jesús Guanche. --La Habana: Editorial Letras Cubanas, 1983.-- 503 p.
3.- Estudios Afrocubanos: Selección de Lecturas./comp. Lázara Menéndez. -- La Habana: Universidad de la Habana: Facultad de Arte y Letras, 1990. -- tomos, 1,2. Estos dos tomos recogen artículos y ensayos sobre aspectos teóricos, metodológicos prácticos de los estudios afrocubanos.
El negro: el ciudadano del futuro/ Juan René Betancourt. -- La Habana: Cárdenas, 1960. --   F.323.17291 Bet N (BNJM).
4.- Fidel Castro y la integración nacional/Juan René Betancourt. BOHEMIA  (La Habana) 51(7) Ñ66, 122-123;17 en. 1959.
5. - Prólogo/Elías Entralgo.-- En: El negro ciudadano del futuro /Juan René Betancourt.-- La Habana : Cárdenas, 1960.
6. - En la Biblioteca del Centro Schomburg de New York existe un microfilm que parece ser la edición aumentada y corregida de sus ideas acerca del problema racial que publicó en forma de libro en la Argentina.
7.- Sobre esta figura cimera del periodismo y del movimiento negro en Cuba existe poco conocimiento por parte de las generaciones  nacidas después de 1959. No se estudia su obra ni siquiera en la Facultad de ciencias de la comunicación de nuestra Universidad de La Habana.
8.- Entrevista a Nicolás Guillén. En : Recopilación de textos sobre Nicolás Guillén./ Nancy Morejón, comp.-- La Habana : Casa de las Américas, 1974. pp. 42-44.
9.-Comenzó a publicarse el 8 de abril de 1928. La historia de cómo inició sus colaboraciones en el Diario de La marina fue escrita por él como prólogo del folleto que contenía las cuatro charlas radiofónicas. Ver nota: 10.
10.- Cuarto (sic) charlas radiofónicas/ Gustavo G.Urrutia.  La Habana : , 1935.-- 20 p.
11.- Punto de vista del nuevo negro  Gustavo G. Urrutia. -- La Habana:  El Score,1937.-- 38 p. Conferencia inaugural del ciclo de conferencias de carácter social, científico y educacional. Ofrecido por el Instituto Nacional de Previsión y Reformas Sociales de la República de Cuba en su Centro de Estudios, pronunciada el día 8 de julio de 1937.
12.- El problema del negro en Cuba/ Gustavo G. Urrutia CUADERNOS DE LA UNIVERSIDAD DEL AIRE (La Habana) (27): <193>-200; 22 jul. 1933. 1936.193>
13.- Gastón Baquero, poeta, periodista y escritor recientemente fallecido en España; se marchó del país por no simpatizar con la ideología abrazada por la Revolución Cubana. En los últimos años efectuó un acercamiento a escritores y figuras jóvenes surgidas con la Revolución. Se llegó a comentar la posibilidad de su visita  a Cuba. Es considerado una de las voces más importantes de la lírica cubana.
14.- El movimiento intelectual en Cuba en la década del veinte Rosalie Schwarz.-- San Diego : University of California, 1977.-- 272 hojas. Se trata de su trabajo para el doctorado. El texto en inglés. El ejemplar consultado carece de la hoja título. En los capítulos VII. Black Cuba, a challenge to National Consolidation, p.165. VIII. Afrocuban identity: forging a collective conscience, p. 190 y en el IX, The Dilemma of color and class, cita y menciona ampliamente a Gustavo Urrutia.
15.- Cultura afrocubana Jorge e Isabel Castellanos.-- Miami: Ediciones Universal, 1988-1994.-- 4 tomos. En el tomo 2 se menciona de manera destacada la figura de Urrutia.
16.- Cuatro charlas radiofónicas p.20
17.- Op.cit.p.20
18.- Op.cit.p.20
19.- Rómulo Lachatañeré, uno de los seguidores de la labor emprendida por Fernando Ortiz; poseía una formación comunista y se aproximó con esa concepción a los estudios afrocubanos; realizó significativas investigaciones, no exentas de limitaciones y errores teniendo en cuenta que en ocasiones los propios testimoniantes o entrevistados no decían realmente todo lo que sabían. Corrigió el error de considerar brujeros a los santeros y a la santería brujería. Tuvo que salir de Cuba por sus ideas comunistas a finales de la década del treinta. Se radicó en los Estados Unidos donde continuó escribiendo sobre nuestra cultura afrocubana. Toda su producción publicada en Cuba y en los Estados Unidos fue recogida en el libro: Los orígenes de los afrocubanos. Murió en un accidente de aviación en 1951.
20.- Fernando Ortiz, llamado el tercer descubridor de Cuba. La relevancia de su labor en pro del rescate de la huella africana crece con el tiempo; se concentró más en los aspectos musicales y teatrales de la herencia africana, así como de la historia de la esclavitud y de los abakuás que en los problemas sociales, económicos y culturales ante los cuales los afrocubanos se tenían que enfrentar.
21.- Doctrina Negra. p.71
22.- Por la integración cubana de blancos y negros/Fernando Ortiz. REVISTA BIMESTRE CUBANA (2): 256-272; mar-abr.1942. ESTUDIOS AFROCUBANOS (La Habana) 5: 216-229: 1945-1946. También en: Etnia y sociedad/Fernando Ortiz. --La Habana : Editorial Ciencias Sociales, 1993.-- pp.136-143.
23.- Doctrina negra, p.71
24.- op. cit. p.71
25.- op.cit. p.71
26.- Taller Internacional sobre los Problemas de la Cultura Yorubá en Cuba, auspiciado por la Sociedad de la Cultura Yorubá de Cuba y la Academia de Ciencias de Cuba. Esta sociedad es un buen intento para la organización de los babalaos y santeros, pero no goza del apoyo de todos los babalochas e iyalochas, y los paleros y creyentes de otras religiones de origen africano se sintieron marginados, pues en lugar de organizarse una sociedad que la representara a todos, el propio nombre de la que se había fundado excluía la participación de las otras. En este sentido considero que los abakuás eran realmente los únicos que si estaban en condiciones de fundar una sociedad o unión de las tierras abakúas que fuera realmente el representante de todos ellos; lo anterior era y es posible gracias a la organización histórica que los diferentes juegos abakúas han tenido desde la colonia hasta el presente.
27.- ¿¡un cake para Obatalá?¡/ Lázara Menéndez.TEMAS (La Habana) (4):29; oct.-dic.1995.
28.- op. cit.
29.- En este sentido me parece muy conveniente recordar las palabras que utiliza Robert Farris Thompson para describir el vodu: " ...is one of the signal achievements of people of African descent in the western hemisphere: a vibrant, sophisticated synthesis of the traditional religions of Dahomey, Yorubaland, and Kongo with an infusion of roman catholicism.  En su:Flash of the spiri:African & Afro-American Art & Philosophy. Robert Farris Thompson--New York : Vintage Books, 1984.--p.163.
30.-Cultos afrocubanos: un estudio etnolinguísitico/ Jesús Fuentes y Grisel Gómez.-- La Habana : Editorial de Ciencias Sociales,1994. De Jesús Fuentes es también el título: Raíces bantú en la Regla de Palo Monte: una aproximación histórica, religiosa y linguística./Jesús Fuentes Guerra. -- Cienfuegos: Ediciones Mecenas, 1996.80 p.
31.- Para ampliar sobre estos aspectos pueden consultarse los siguientes textos: Las Américas negras./Roger Bastide.-- Madrid : Alianza, 1969. -- 207 p.; Religioes africanas no Brasil./Roger Bastide. -- Sao Paulo : Pioneira, 1971; Umbanda: uma religiao brasileira./Maria Helena Vilas Boas Concone. --Sao Paulo : Universidad de Sao Paulo. Facultad de Filosofía, Letras e Ciencias Humanas, 1987. --156 p.; The faces of the god : vodu and roman catholiicism in Haiti./ Leslie G. Desmangles.-- Chapel Hil & London : The Univiersity of North Carolina Press, 1992. -- 218 p.; Vodú./Alfred Mertraux.-- Buenos Aires : SUR, 1963.-- 341 p.; Es el vodú religión? El vodú dominicano./Manuel Marino Miniño M.L.-- Santo Domingo, Rep. Dom. : Editora Libros y Textos, 1985.-- 74 p. Se trata de un folleto interesante que permite apreciar la influencia o presencia del vudú fuera de Haití.
32.- La historia de las religiones nos ofrece los cismas, las. divisiones ocurridas, dentro de una religión debido a diferencias en cuanto a la interpretación y aceptación de determinados principios o dogmas. Lo anterior originó, en el cristianismo, la aparición de las diferentes iglesias que no aceptan al Papa de Roma como representante de todos los cristianos. Dentro de estos abundan grupos o sectas que pretenden o proclaman llevar la religión del modo más puro, ortodoxo, llegando algunas de ellas a posiciones verdaderamente extremistas y muy peligrosas. Este mismo fenómeno aflora en otras religiones, como en el islamismo.
33.- Pueden señalarse que históricamente han habido grupos de santeros y paleros que se han nucleado en sociedades como la Asociación o Sociedad de San Antonio, fundada por el difunto Arcadio o por la de Enriquito Armenteros, la Sociedad San Lázaro. Más recientemente otros babalaos o santeros se han agrupados y han solicitado sus inscripciones en el registro de asociaciones. Una de ellas es la dirigida por el babalao Víctor Betancourt, uno, si no el principal promotor de las practicas de los cultos a los orishas de una forma más ortodoxa y tradicional a partir de los presupuestos que él enarbola.
34.- El Oba Oseijema Adefunmi, destacado activista del movimiento por los derechos civiles, conocido entonces con el nombre de Walter Serge King, se inició en el culto de las creencias afrocubana; tiempo después al conocer las formas africanas de la religión y compararlas con las practicadas en Cuba, abandonó el estilo afrocubano y comenzó las prácticas ortodoxas del culto a los orishas. ver entre otros:  Black critics & kings: the hermenutics of power in Yoruba society|Andrew Apter. -- Chicago : The University of Chicago Press, 1992. -- p.2
35.- No he oído preconizar el abandono de las soperas y de los otros receptáculos en los cuales modernamente se depositan las piedras de los orishas, o de los canastilleros, para volver a las antiguas jícaras y colocarlas sobre esteras en el suelo.
36.- Doctrina negra. p.
37.-Fanon dice al respecto: "Este acontecimiento llamado comúnmente enajenación es desde luego muy importante. Se le encuentra en los textos oficiales bajo el nombre de asimilación. "Racismo y cultura" En su: Por la Revolución Africana. Franz Fanon.-- La Habana : Edición Revolucionaria, 1965. p. 46
38.- El editorial de la entrega no. 22.de la revista ADELANTE, órgano de la sociedad de igual nombre, que representaba los intereses de algunos sectores de la poblaciòn negra de Cuba, manifestaba el criterio de no ver como provechoso para la comunidad negra la solicitud presentada al gobierno para que se autorizara el desfile de las comparsas. Las comparsas. ADELANTE 2(22): 3-4 mar.1937. Otros expresaron sus criterios a favor y en contra como en los siguientes artículos: Un ¡hurra¡ para Adelante. Alberto Arredondo. ADELANTE 224): 7-8; mayo 1937. Apoya la posición asumida por la revista y a la sociedad Atenas y a la Sociedad de Estudios Afrocubanos por ser promotoras de la reaparición de las comparsas. Las comparsas/Salvador García Aguero. JUVENTUD 1(1):20; mar. 1937. Señala la actitud en contra de las comparsas como una huella de los prejuicios existentes en la Cuba de entonces.
39.- Corromper a los negros. LA ANTORCHA  9 nov.1919:1


* Lidia Cabrera (1902-1994). Realizó una obra investigativa en Cuba y desde los Estados Unidos sobre las religiones y culturas afrocubanas, que en cierta manera llega a niveles a los cuales no llegó el propio Fernando Ortiz. Profundizó y amplió áreas que ya había abordado en sus investigaciones en la Isla. Al morir dejó su herencia para sufragar y estimular investigaciones sobre nuestra historia y cultura desde el descubrimiento hasta el inicio de la guerra de 1868.


** Walterio Carbonell. Fue miembro de la Juventud Socialista de Cuba, de la cual fue expulsado por demostrar su solidaridad y simpatía con Fidel Castro al salir ileso del Asalto al cuartel Moncada. Se asiló en Francia desde donde regresó cuando la Revolución Cubana triunfó en 1959.Publicó el libro ya citado Ñ Crítica : cómo surgió la cultura nacional.-- La Habana: s.n., 1960.-- Posteriormente publicó un texto que empleaba en sus clases de filosofía marxista, así como artículos sobre la política contemporánea  africana, aparecidos principalmente en el diario Revolución. Más recientemente estuvo dedicado al estudio de la Conspiración de la Escalera y al estudio de la filosofía de la Regla de Palo. Actualmente se encuentra laborando en la Biblioteca Nacional José Martí.


*** Carlos Moore. Fue el autor del   polémico artículo: Le peuple noir a-t-il sa place dans la révolution cubaine? PRESENCE AFRICAINE (Paris) 52: 1964. En dicho texto se preguntaba acerca del verdadero lugar que tenían los negros en Cuba. Fue,  después de Juan René Betancourt el primero que dejó constancia escrita sobre la problemática racial en los primeros años de la Revolución. Se considera alumno de Walterio Carbonell, a quién conoció al regresar a Cuba  después de haber residido desde 1957 en los Estados Unidos, a donde retornó años después. En 1988 dio a conocer su libro: Castro, the blacks and Africa. Ha mantenido una posición coherente ante el racismo, y la presencia de ese prejuicio tanto en Cuba, en los Estados Unidos o en cualquier sitio donde exista; ha reconocido en la actualidad los avances que el negro cubano ha tenido en nuestro país y ha alertado sobre lo que ocurriría si la derecha de Miami llegara a radicarse  en nuestra islas.  Recientemente visitó La Habana con un grupo de estudiantes de la Universidad de las Indias Occidentales, donde labora como profesor.


40.- Algunos datos de la encuesta:


SANTEROS5050%25 H25 M
BABALAOS3030%30 H-
ALEYOS2020%09 H11 M
SANTEROS: FECHAS DE INICIACIÓN
Antes del591960-19691970-19791980-19891990-1996
MUJERES0502070605
HOMBRES0604080304
SANTEROS: EDADES APROXIMADAS ENTRE:
20-3940-59
+DE 60
HOMBRES140506
MUJERES130507
SANTEROS: RAZA
NEGROSBLANCOSMULATOS
HOMBRES111004
MUJERES120805
BABALAOS: FECHAS DE INICIACIÓN
Antes del591960-19691970-19791980-19891990-1996
0602060907
BABALAOS: RAZA
NEGROSBLANCOSMULATOS
110910
BABALAOS: EDADES APROXIMADAS ENTRE:
20-3940-59+ DE 60
141006
ALEYOS: FECHAS APROXIMADAS EN LAS CUALES SE ACERCARON A LA SANTERIA:
Antes del591960-19691970-19791980-19891990-1996
MUJERES0001020105
HOMBRES0000030206
ALEYOS: EDADES APROXIMADAS ENTRE:
20-3940-59
+DE 60
HOMBRES070200
MUJERES110000
ALEYOS:RAZA
NEGROSBLANCOSMULATOS
HOMBRES030402
MUJERES060104





TOMÁS FERNÁNDEZ ROBAINA, nació el 7 de marzo de 1941 en La Habana. Investigador Titular del Departamento de Estudios Históricos-Culturales y Bibliotecológicos. Profesor Titular Adjunto de las Facultades de Ciencias de la Comunicación Social y de la de Artes y Letras de la Universidad de La Habana. Profesor Titular Adjunto de SUM del Cerro. Profesor de Bibliografía General, de Bibliografía Cubana y de Historia Social y Cultural del Negro en Cuba. Miembro de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC); de la Asociación Cubana de Bibliotecarios (ASCUBI); del Consejo Científico de la Biblioteca Nacional José Martí; de la Asociación de Estudios Latinoamericanos (LASA). Asesor de la Casa de África Fernando Ortiz de La Habana Vieja; Miembro del Comité Nacional Cubano de la Ruta del Esclavo, del Consejo Científico de la Dirección de Cultura de Provincia Habana y del Consejo Científico del Centro de Investigación Juan Marinello del Ministerio de Cultura. Miembro del Consejo Técnico Científico de la Biblioteca Provincial Rubén Martínez Villena. Ha recibido las medallas: Raúl Gómez García, la de la Alfabetización y la de Antonio Bachiller y Morales. La Orden Juan Albanés de la Provincia de Holguin. Ha impartido cursos de postgrados de historia de la bibliografía, de la bibliografa cubana y técnica bibliográfica en las bibliotecas provinciales de Cuba, en la Biblioteca Nacional y en la Universidad de la Habana, y en la de Camagüey (1984/1998.Ha ofrecido cursos, seminarios, charlas, y postgrados de historia y cultura del negro cubano en bibliotecas de Cuba, la Casa de Africa de La Habana, y en diferentes postgrados donde es invitado para impartir conferencias sobre sus materias. Ha dado charlas e impartidos cursos y seminarios en universidades estadounidenses durante sus diez viajes por diferentes estados de la Unión, entre las que caben citarse, entre muchos otros,  los centros y universidades de: 1991 Universidad de Texas, Austin. Universidad de Chicago; 1992 University of Pittsburg. City University of New York. Arizona State University, Phoenix. University of Arizona, Tucson. Northern Universiversity of Arizona, Flagstaff.Carebbean cultural Center, New York; 1993 Jersety City State College. Trinity College. Saint Joseph College. University of Florida, Gainsville. Hamilton College. University of Boston.Lincoln University, Pa.; 1994 Arkansas University, Magnolia. University of Arkansas, Little Rock. Universidad de Alcalá de Henares, España. Biblioteca Municipal Máximo Gómez, La Habana Vieja; 1995 University of Hattford. University of Pittsburg. SUNY, Newpoltsz.Rutgers University, NJ. Curso Introducción a la historia social y cultural del negro en Cuba. Casa de Africa, La Habana Vieja; 1996 University of Chicago. Northwestern University of Chicago. University of Wisconsin, Madison; 1997 Arizona State University. University of Arizona. Northern University of Arizona. University of California.Santa Bárbara. University of Iowa, Iowa City. University of Pittsburg. University of Georgia, Athens; Long Island University, University of South Florida, Tampa; 1999 Seminario sobre las relaciones raciales en Cuba y la historia de las culturas afrocubanas. Emory University y Georgia State University, Bentley College, Mas. Trinity College, Hatford University, Saint Joseph College, Yale University Con. University of Pittsburgh, Penn. Florida International University, University of Miami, Fla. Cornell University, Binghamton University, Museo de Ciencias Naturales, New York. Ha participado con sus ponencias en numerosos congresos, jornadas y simposios; disertado en numerosas conferencias y publicado sus artículos de en diversas publicaciones especializadas. 

OBRA PUBLICADA

1968 Bibliografía de estudios afroamericanos / Prólogo Argeliers León. La Habana: Biblioteca Nacional José Martí. 

1969 Bibliografía Ramón Menéndez Pidal in memoriam. La Habana: Biblioteca Nacional José Martí.

1970 Bibliografía de José María de Heredia / pról. Salvador Bueno; introd. José María Chacón y Calvo. -- La Habana: Biblioteca Nacional José Martí. 

1970 Índice General de Publicaciones Periódicas Cubanas. La Habana: Biblioteca Nacional José Martí, 1970-1988. 

1971 Índice de revistas folklóricas cubanas. La Habana: Biblioteca Nacional José Martí. 

1976 Índice de la revista de la Universidad de La Habana.  La Habana: Biblioteca Nacional José Martí.

1981 Violeta: testimonio literario. La Habana: Dirección Provincial de Cultura de Ciudad de La Habana.

1982 La prosa de Nicolás Guillén en defensa del negro cubano. -- La Habana: Dirección Provincial de Cultura de Ciudad de La Habana.

1982 La literatura como un instrumento de la lucha de clases en la revista obrera de la Confederación de Trabajadores de Cuba (CTC). -- La Habana: Dirección Provincial de Cultura de Ciudad de La Habana.

1982 La bibliografía histórica en Cuba. La bibliografía personal en Cuba. Los índices de publicaciones periódicas en Cuba. En: Selección de Lecturas de Bibliografía Cubana / Radamés Linares, comp. -- La Habana: Universidad de La Habana.

1983 Viñetas del solar: testimonio literario. -- La Habana: Dirección Provincial de Cultura de Ciudad de La Habana.

1984 Los santeros: testimonio literario. La Habana: Dirección Provincial de Cultura de Ciudad de La Habana. 

1984 Recuerdos secretos de dos mujeres públicas: testimonio literario. La Habana: Editorial Letras Cubanas.

1985 Bibliografía de la Evolución de la Mujer Cubana. -- La Habana: Biblioteca Nacional José Martí.

1985 La crítica en torno a Cecilia Valdés en el siglo XIX. En: Talleres Literarios, 1985. La Habana: Editorial Letras Cubanas.

1985 La bibliografía cubana como medio auxiliar y su importancia en la actividad científico-investigativa: curso de postgrado. La Habana: Biblioteca Nacional José Martí.

1986 Bibliografía de temas afrocubanos. La Habana: Biblioteca Nacional José Martí.

1986 Bibliografía de José Soler Puig. -- La Habana : Editorial Letras Cubanas.

1987 "El cierre del barrio de Colón en la prensa habanera". En: Memorias del III Simposio de la Cultura de Ciudad de La Habana, vol. I. -- La Habana: Dirección Provincial de Cultura de Ciudad de La Habana. 

1987 Bibliografía selectiva del Doctor Salvador Bueno. La Habana: Biblioteca Nacional José Martí.

1988 "Abd-el-Krim y la Guerra del Rif en la prensa habanera". En: Memorias del IV Simposio de la Cultura de Ciudad de La Habana, vol. II. --. La Habana : Dirección Provincial de Cultura de Ciudad de La Habana, 1988. -- pp. 92-108.

1989 Panorama de la crítica en torno a Cecilia Valdés en el siglo xx: 1900-1958. 

1990 El negro en Cuba: Apuntes para la historia de la lucha contra la discriminación racial. 

1991 La bibliografía de la lingüística en Cuba: aproximación histórica y crítica. En: Estudio bibliográfico del español en Cuba. La Habana: Universidad de La Habana, 1991. -- p. 5-12

1993 "The 20th century blackquestion". In: Afrocuba. Melbourne (Australia).

1993 Cronología y bibliografía. En: Otero, Lisandro. Pasión de Urbino. General a caballo. Temporada de ángeles. Caracas: Biblioteca Ayacucho.

1993 Cultura afrocubana: suplemento a la Bibliografía de Temas Afrocubanos. La Habana: Biblioteca Nacional José Martí. 

1994 El negro en Cuba: apuntes para la historia de la lucha contra la discriminación racial (1900-1958). -- 2 ed. -- La Habana: Editorial Ciencias Sociales. 

1994 Hablen paleros y santeros: testimonio literario. -- La Habana: Editorial Ciencias Sociales.

1996 "Cuban sexual values and african religious beliefs". In: Machos, maricones and gays: Cuba and homosexuality / Ian Lumsden. -- Philadephia: Temple University Press.

1998 “Gustavo Urrutia s Vision of Marcus Garvey”. IN: The Unbroken cord: African Americans and Cuban Relations Before the Cuban Revolution. Edited by Lisa Brock. Philadelphia.

1998 Historias de mujeres públicas: testimonio literario de la prostitución en Cuba antes y después de 1959.-- La Habana: Editorial Letras Cubanas, 1998.-- 160 p. (Edición aumentada y corregida de Recuerdos Secretos de Dos Mujeres Públicas. 1. de. 1984.)

2000 De La Habana a Bahía (Brasil) en el Universe Explorer at Semestre at Sea: testimonio literario. manuscrito computarizado

2001 Recordando una experiencia enriquecedora. pp.356-359 En: Espacios, silencios y los sentidos de la libertad: Cuba entre 1878 y 1912/ Fernando Martínez Heredia, Rebecca J.Scott y Orlando F., García Martínez, comps. La Habana: Ediciones Unión, 364 p.

2001 Recuerdos de UN bibliotecario: testimonio literario. – La Habana: s/n, s/f.— Manuscrito computarizado

2001 Apuntes para la historia de Biblioteca Nacional José Martí.—La Habana: Dpto. Ediciones de la BNJM.. 

2002 Cuba pp. 55-72 In African Caribbeans : a reference Guide./ Editeur Alan West-Durand.—Westport Connecticut, / London: Greenwood Press. 

2003 The Brothel of the Caribbean pp.257-259 IN: The Cuba reader: history, culture, politics / Ed. AvivaChomsku, Bary Carr and Pamela María Smorkaloff.—Durham and London: Duke Univerity Press.

2003 La prosa de Guillén en defensa del negro cubano pp. 123-146. En: Lo que teníamos que tener: raza y revolución en Nicolás Guillén.-- Editor Jerome Branche.—Pittsburg, Pa.: Instituto Internacional de Literatura Iberoamericana.

2004 The black man´s black spac / El negro espacio del negro . Pp.105-124. In: La imaginación contra la norma= the imagination against the code/Julio César Guanche, entrevistador. La Habana: Centro Cultural Pablo de la Torrente Brau.

2004 The Independent Color Party in the Cuban Press: A Critical Approach. Revista Matanzas. Mach. Pp.60-66

2005 The term Afro-Cuban; A forgotten Contribution, pp. 171-180. IN: Cuban Counterpoints: The Legacy of Fernando Ortiz.-- Edited by Mauricio A. Font and Alfonso W. Quiroz.—Lanham, Maryland: Lexington Books.

2007 Cuba: personalidades en el debate racial

2008 Hablen paleros y santeros. 5.ed.

2009 Identidad afrocubana: cultura y nacionalidad

2010 Misa para un ángel. Novela - Testimonio sobre Reinaldo Arenas.

2011 Critica bibliografía y sociedad

2012 El negro en Cuba: colonia, república, resolución.  

Dolores Etchecopar | Poemas Éditos e Inéditos 1984-2016*

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De:  La tañedora, (1984)


A UNA CIUDAD QUE SE LLEVA EN LA SOMBRA 


Hay muertos en la calle desierta
hay muertos en el puente y en el bar
hay muertos con una sola mano
en la lenta esquina de la noche
hay muertos en la gran hoja del cielo
y en el rocío sujetan la luna morada de los días
los niños vuelven de las plazas
con una niebla de caballos
en los ojos de los muertos
los insectos devoran el agrio vestido de la hierba
hay muertos que cantan una canción de ramas
hay muertos que andan descalzos por un jardín roto
y no les importa el suelo ni el árbol que grita
en el fondo del aire


De: El atavío, (1985)


TRAVESÍA



pasábamos a esa luz del mar
sin barca y sin nombre
abrigados por una paloma
en el umbral de la nada
el borde amenazado de la luz sobre la piel
nos llevaba a reír remaba
en la piedra de otro reino



De: Notas salvajes, (1989)



NOTAS SALVAJES



si tu lengua apoya las cacerías del silencio
sobre mi lengua
hablaré
montaña oscura
madre clavada en la nieve
madre clavada en el ángelus de la caverna
en la vidriera en la rueca de los cuentos
en la tonada de mi tonada puesta del revés
que no puedo sacarme sin muerte
palabras lentas de mi cuerpo en otra parte
palabras fuertes mis enemigas
raspan la noche el sol que me embarazó
sumergida campana que cruza
los caminos y los huesos
me pusieron por nombre una raya roja
en la ingle
alegría
antes que el otoño fusile a las mariposas
estaremos en el fondo de las pudriciones
caballo blanco
tubérculo que brilla en el regazo
y arroja el oro de los muertos
sobre el recién nacido
el sol su cadera móvil y simple
pasará frente al lenguaje
y hablaré
alguien corta los hilos del bosque
y deja los ojos de mi madre
en el suelo oscuro
puestera del silencio
yo vi una luciérnaga
y las llaves que solo cierran
el alba y los ojos
adiós dije adiós a las palabras
voy a dormir sobre el sexo de un color
el agua que yo tuve en la infancia
está dentro de tu boca
la lentitud abre sus muslos de colores
y me separo de la muerte
con algo que la luna mece en mi cadera

muchacha que saltas a la soga
sobre la vereda caliente
o la caída de las hojas
o el miedo
feroces mandíbulas te educan
puestera del silencio
la camisa planchada y doblada
los ojos de mi madre en el suelo oscuro
adiós dije adiós a las palabras
la basura decora mi piel
como un relámpago




De: Canción del precipicio, (1994)



VACILACIÓN DE LOS ÁRBOLES Y DE LOS MUERTOS


a Amalia Rodrígues



no me dijeron que hacía frío
que apenas se sostienen mis oleajes de fuego
aquí donde mis días contados yo canto
en el frío brillante
mientras se están moviendo nuestros nombres
hacia el fondo
a medianoche
el mar se acuesta sobre mi rostro
mis viejas alas negras
me dijeron que aquí no he llegado
que deambulo con la cabeza decorada
por el sollozo de mi reino
desde que me sentaron en las rodillas de la luna
frente al mar
para que yo cante hasta que pueda
hasta que nadie me encuentre
en el precipicio de mi voz
hasta que apoye sus profundas alas
mi corazón




De: El comienzo, (2010)



XVIII 



en mi casa algo grave le sucedía al silencio había hielo
en un ojo un jardín aterrado era el otro
en la oscuridad nevaba los pasos de mi padre
rápidos llegaban en un día a todas mis edades y entraba
esa luz en mi oído esa luz que quieren los árboles
para tocar el día más allá de sus ramas
más allá de sus frutos heridos por el hielo
yo quería tocar la mañana de esa ciudad
que se iba en los trenes



Inéditos



ESCRIBIR



de una antigua privación sale mi raíz
por eso puedo cantar y deshacerme
contra una pregunta tan larga
el descampado tiene un altar
pido que sea un sonido por vez
rodear la mañana que no llega
ese abandono en la cruz de las palabras
una vez más blandir el hacha y los pétalos
sobre el silencio



ESE LUGAR INMENSO



entonces vi que la ciudad se hundía
y grité después         mucho después
un grito que me llevó de mí hasta el tiempo
y no se oyó
dónde era que yo rogaba por nosotros
los que íbamos
íbamos                                                          
con las aguas y las flores y los restos
de una frase a medio decir
porque el No alumbraba ese lugar inmenso
donde el viento de las palabras
soplaba sin cesar
y nos apagaba


                         

* La selección de poemas pertenece a la autora y fueron especialmente escogidos para acompañar la entrevista que le realizara el poeta Rolando Revagliatti y que puede leerse AQUÍ

La cabeza suficiente y alucinada de Juan Sánchez Peláez por César Seco

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Somos del linaje oscuro que hacia lo claro viene
Hölderlin

1

Tocamos. El tono sureño de una voz de mujer vino del fondo de la casa. ¿Quién? Nada más entreabrir la puerta se dio vuelta hacia adentro y dijo: -Juan, son los muchachos-. Habíamos llamado con antelación y acordamos vernos no más allá de la seis de la tarde, pero un imprevisto en el metro nos retardó. Eran ya pasadas las siete y ahí estábamos esperando verlo. Se trataba de un poeta de verdad y estaba a punto de conocerlo personalmente, me decía. Me acompañaban Benito Mieses, Stephen Marsh Planchardt y Hermes Vargas, amigos poetas, quienes cedieron gentilmente a mis constantes ruegos cada vez que iba a Caracas. Luego, ya adentro, supe que quien vino a recibirnos era la mujer que lo había transfigurado y había dejado que la poesía hiciera el resto, Malena. Ella nos pidió esperar un instante y volvió al fondo de la casa. Escuchamos voces y luego más nada. Uno de nosotros dijo: -Ojalá pueda recibirnos-. El espeso silencio de la espera se echó cual celoso animal a nuestros pies. No sé por qué, pero tenía la convicción de que nos recibiría y en efecto, su mujer regresó, delicada y amable nos abrió la puerta, seguidamente pasamos a una pequeña sala amueblada con sencillez y de cuyas paredes pendían unas pocas obras de arte de renombrados artistas, en su mayoría surrealistas. En un segundo, el ruido contumaz de la ciudad se apagó en mis oídos y sentí como si atravesara un espejo y posara mis pies en un recinto acogedor, sin más avío que mi timidez provinciana.

El poeta estaba sentado al final de la casa, en un estar que viniendo del corredor daba al patio. Campaneaba un whisky en compañía de un joven que me pareció excesivamente snob, que inhalaba  de su pipa una aromática picadura que parecía ir entre todo alrededor: altos árboles, cántico de pájaros y un delgado hilo de agua que bajaba del Ávila y sobrevivía a la devastación urbana evidente más allá de ese patio. Después que nos presentaron supe que el joven se llamaba Gonzalo Ramírez y, al tratarlo brevemente, de inmediato hicimos una amistad que se sostiene hasta hoy sin fisura alguna. El poeta nos invitó a tomar lugar con su voz apagadita, evidentemente tropezada por el whisky y por los años. Yo estaba absorto mirando sus gestos, aguzando mis oídos para no perderme el mínimo timbre de sus palabras, recordaba nítido aquel verso: “Suenan como animales de oro las palabras”. Al rato advertí que el poeta mostraba una cariñosa aptitud paternal con mis amigos, no exenta de chanzas, de punzante ironía y entonces comencé a verlo distinto, a verlo como el hombre que era, tristísimo y jovial al mismo tiempo, enfático a veces y otras lacónico, suplicante, como el niño que escarba la claridad entre la oscuridad de las palabras, tal como en sus poemas, donde tal oscuridad queda escindida. Nada había en él de esa arrogancia maquillada de erudición avistada en otros escritores con los que me había topado en Sabana Grande y en los predios de la Universidad Central. Aunque la apariencia ebria del poeta lo negara: estaba frente al más grande poeta venezolano vivo: Juan Sánchez Peláez. Estábamos en su casa de Altamira.

Esto ocurrió a principios de los años 90, si mal no recuerdo en el 91, pero a Sánchez Peláez lo leíamos desde entrados los 80, un grupo de muchachos que abandonamos las aulas de clase decididos a ser poetas, en el desmedido afán de los que quieren interrogar al misterio sin saber que en eso se puede llegar a perder los ojos y el sentido, como le ocurrió a Edipo. Pocos eran los nombres a los que podíamos acudir entonces para que alumbraran la orfandad de nuestras sombras. En nuestro entorno sólo dos nombres, dos poetas, eran ya parte de esa luz intermitente que buscábamos ansiosos: Rafael José Álvarez y Paúl González Palencia, éste último, como el propio autor de Elena y los elementos, se había procurado su viaje a París en velocípedo, como gustaba decirnos en un viejo taller, tras una oriental de sexo ínfimo y la huella de la tropa que comandaba Bretón. Al primero lo teníamos como el oráculo que nos revelaba “la fórmula y el lugar” de la comarca en las cuencas vacías de una cabra que cruzaba el viento en la noche embrionaria de nuestras vidas. Entre las cosas que diferenciaban a estos dos poetas, una los hacía coincidir: ambos admiraban la poesía de Juan Sánchez Peláez y nos lo dijeron temprano como para que no perdiéramos la oportunidad de ver a través de la perla mágica. Pero fue uno de nosotros, Emilio Chirinos, quien vino una tarde, se plantó como un esgrimista dispuesto con filosa espada, abrió un libro de carátula insistentemente manoseada; apenas si nos dio tiempo de leer el título: “Un día sea”, y nos leyó pausadamente en algún punto de la soledumbre coriana, Profundidad del amor:

Las cartas de amor que escribí en mi infancia eran memorias
de un futuro paraíso perdido. El rumbo incierto de mi
esperanza estaba signado en las colinas musicales de mi
país natal. Lo que yo perseguía era la corza frágil, el lebrel
efímero, la belleza de la piedra que se convierte en ángel…


Cuando terminó todos estábamos henchidos de aire, como levitando, callados. Todo lo que ansiábamos, todo lo que estaba a punto de ocurrir y lo que aún no: los amores y los desamores; la mujer que buscábamos y la que nos salía al paso con la luz sedosa del deseo; el encuentro y desencuentro con el país en que nacimos; la esperanza y la desesperanza a un mismo tiempo como reloj de plomo fundido en el pecho. En el semblante un solo pálpito nos dibujaba el porvenir como ensoñación magnífica y atroz a la vez, porque después de esa lectura sólo quedaban restos de ignorancia en ceniza revuelta y el arrojo era intentarlo así todo pareciera estar hundido en nuestros bolsillos vacíos. A esto le sucedió algo así como un dejá vu. La turbina de esa resonancia sonaba aún adentro nuestro, seguro, distinta para cada uno antes de irnos a casa; todas las pequeñas victorias y las derrotas, incluso por sobre nosotros mismos, en mi caso, por sobre la comarca prejuiciosa de donde provenía, aldea indiferente que había preferido vivir de espaldas al mar y a sus poetas; todo ello estaba en ese canto; toda nuestra mínima comprensión de la vida, nuestro ínfimo átomo de claridad, toda la larga sombra de la incomprensión, de sabernos desprovistos, de sostenernos tan sólo en la palabra, de la que poco o nada sabíamos, la cual sospechábamos se nos había dado como maldición o castigo por desobedientes, por no querer ser lo que la familia quería, lo que la sociedad indicaba; instrumento que no sabíamos maniobrar y que sabemos nunca llegaremos a sujetar del todo, instrumento que ingenuamente creíamos ostentar desconociendo el inminente peligro o la volitiva gracia, como jugando con brasas del fogón familiar. Sí, en la lectura febril que iniciamos de la poesía de Juan Sánchez Peláez, teníamos un puño de luz en lo oscuro de nuestras sombras.


2

Transcurrían los años 80 , y en Venezuela eran los años en que un siquiatra cuyo nombre no voy a decir, tildó a la juventud de ese momento:“generación boba”, en la cual ninguno de nosotros quería reconocerse; juventud adocenada y alienada los más, sin sentido crítico de la realidad, pendiente sólo de las veleidades de la moda y el  pitico electoral por un lado, y por otro, los menos, los furtivos militantes de la rebelión política, sujeta ésta a los dictámenes de aparatos directivos antes que por decisiones colectivas de una verdadera voluntad de cambio. Los años del mayor despilfarro del erario nacional, años en que la corrupción política se quitó la máscara. En las aguas revueltas de una militancia juvenil de la cual habíamos desertado para tomar el incierto camino de la poesía; en la descomposición permanente de una sociedad decadente y sus gobiernos hipócritas, traducidos en lo que el dramaturgo José Ignacio Cabrujas denominara lucidamente “estado de disimulo”; en esas aguas tiznadas de tinte acomodaticio y oportunista en todos los renglones de la vida pública, sin distinción de parte ni arte, nadábamos quienes a contracorriente y por desencanto nos había dado por hacer versos, enamorados del vacío. Ahí íbamos despeinados, con nuestras raídas ropas leyendo poesía en las esquinas, intentando escribirla, para saber en todo caso, como Vallejo, que de esa nada sólo nos salía espuma. El escenario lo copaba la llamada poesía conversacional, que no era nada joven, pero que sin oposición crítica seria, siquiera grupal, se asumía como vanguardia aunque limitada casi toda ella a la realidad incidental de la capital; por lo que fuera de ésta nadie o casi nadie se sentía aludido, o alcanzado por esta poesía, con la quizá excepción de la escrita entonces por Armando Rojas Guardia, sobretodo en Poemas de Quebrada de la Virgen. Eran tiempos de tráfico, humo y confusión pues, pero nosotros seguíamos leyendo a Juan Sánchez Peláez como si se tratara de nuestro contemporáneo, como si se tratara del más cercano compañero de ruta, sabiendo que cuando él publicó su primer libro nos faltaba casi una década para nacer.

Esto, sólo lo puedo entender ahora así porque hay algo en la entraña, en la factura íntima de la poesía del maestro que la hará joven en nosotros siempre: su voluntad de transfigurarse en el enigma, en sus constantes revelaciones, ese escindir del misterio, buscando la “simple claridad”.


3

No vamos a repetir aquí los aciertos críticos que ha sumado la obra poética a la que nos referimos y que sabemos son muchos. Este nuevo acercamiento desde su poesía busca más su retrato humano y sólo quiere dar cuenta de una lectura íntima, más confesional que literaria, entre eso lo huidizo y lo permanente, como bien se refería el a la substancia poética que lo animaba. Hemos titulado este texto a partir de una imagen utilizada ya por Ludovico Silva en un ensayo dedicado al poeta. Esta imagen: “cabeza suficiente y alucinada”, calca la impresión que tuve cuando lo vi por primera vez. Suficiente el rastro de interioridad que alojaba debajo de la escases de cabello que parecía resguardarlo de la vulgaridad del mundo exterior, interioridad invisible desde luego, pero que imaginamos portentosa dentro de esa cabeza en la que sobresalía la afantasmada tristeza de sus ojos, así estuviera riendo con travesura de niño, en ejercicio constante de esa ironía suya, más afable que otra cosa, pero igualmente corrosiva, sutilmente corrosiva diría. Por alucinante: el brillo, el resplandor que salta a veces fulgurante y a veces opaco de sus imágenes, de esas adjetivaciones suyas  que desmienten a Huidobro: lebrel efímero, taciturno enigma, inocencia vertical, adjetivación sorpresiva, capaz de convocar extrañas evocaciones en su escritura y no obstante, dejar salir su límpida voz, sin evidenciar del todo la mudez de su oculta procedencia, esa filiación oscura que le circulaba por dentro como su sangre familiar, romántica y surrealista, pero que en él supo encontrar cauce único:

Humanos, mi sangre es culpable.
Mi sangre no canta como una cabellera de laúd.
Ruedo a un pórtico de niebla estival.
Grito en un mundo sin agua ni sentido.
Un día sea. Un día finalizará este sueño…

No podemos olvidar por nada que el medio donde emerge esta poesía estaba plagado de una impostada solemnidad proveniente de cierta poesía que aún se servía del trillado tono modernista, o bien de un servilismo poético ante todo lo que nos llegaba de España. Por eso, sus lectores fueron siempre los poetas, fueron éstos los que supieron encontrar la savia humana que alimentaba su aparencial hermetismo. Cada libro fue para él una tentativa de ruptura, de transformación necesaria. Nunca llegó a sentirse convencido de sus resultados, por eso no se repitió, no abusó de esas reiteraciones a las que fueron proclives otros poetas de su tiempo e incluso posteriores a éste. Las constantes de su poesía, el amor y su propensión mística; la mujer y su esencia transformadora; la memoria como ente restaurador del tiempo perdido, la infancia como estado de videncia primigenio, la vejez como consumación del vacío y la prometida gracia; la ensoñación como realidad subyacente; la libertad creativa como posibilidad sin límites de acceso a otros planos de la realidad, la fulgurante escisión de ésta en la escritura poética, no para negarla sino para afirmarla, van a estar siempre ahí, pero su tratamiento es nuevo en cada libro, hasta alcanzar esa “claridad simple” que siempre buscó:

Y este que soy yo: blanco y anciano en mi libro.


4

Como en el tiempo, no el lineal, ese fácilmente encerrado en las agujas del reloj, sino el poético, ese otro que escancia el misterio de vivir, vuelvo al principio. Esa misma noche, en su casa, el poeta nos prometió venir a Coro y lo hizo. Recuerdo el día como si fuera este en que escribo, día lento como sus gestos. Estuvimos en Cumarebo en un encuentro que se realizaba en la Casa de la Cultura. Cuando llegamos al auditorio y vio que estaba concurrido, que no había una sola silla donde sentarse, nos dijo con su aniñado tonito que no nos preocupáramos, pero cuando se percató de que todos los presentes aplaudían a los ponentes sin escuchar siquiera lo que decían, enseguida dijo: -No, no muchachos, en Sábado Sensacional no- . Aludía a un viejo programa de espectáculo televisivo. Nos hacía saber que no había allí el suficiente silencio como para leer poesía. No obstante le pregunté algo nervioso: -¿Qué pasa poeta?-. Él, sin descomponerse para nada, risueño, contestó: -Pregúntale a Gonzalito-. De inmediato éste me dijo lo que ya sabía. Claro, me lo dijo en clave jimeniana para bajar mi tensión: -Ni modo, Juan prefiere la inmensa minoría-. Seguidamente, al notar mi inquietud, el poeta se disculpó por poner en peligro nuestro ínfimo sueldo de promotor cultural, advirtiendo que no se negaba a conversar con un grupo de los presentes, aunque a decir verdad estaba algo cansado. Entonces se me ocurrió una idea, recordé que en las inmediaciones vivía un amigo, corrí hasta su casa y lo encontré con su niño en los brazos pues su mujer estaba indispuesta. Le pedí que nos prestara la sala de su casa para conversar con el poeta, al amigo le subió un inusitado brillo a la mirada cuando lo enteré de quien se trataba y fue al cuarto a consultar a su mujer, enseguida regresó sin el niño y acondicionamos la sala, luego salí corriendo y junto a otros amigos trajimos a los interesados en oírlo y algo de beber para hacer menos oficial la velada. El poeta estuvo dispuesto en conocer a la gente antes que a disertar sobre poesía, estuvo hablando de cosas cotidianas, terrestres antes que divinas, tanto así que cuando alguien le preguntó por la poesía, tocó el hombro de Gonzalito y dijo: -Con todo respeto le va a responder él, él sabe más de eso que yo, apenas soy un aprendiz, eso sí, sin llegar a convencerme de que lo soy, en poesía en la mayoría de los casos uno no sabe nada- , y dejó caer los hombros como niño desconsolado. Me reí para mis adentros de sólo saber que parafraseaba un verso suyo para tal fin, y me dije: vaya manera de responder sin responder, como la poesía misma. Entonces Gonzalito habló con lucidez sobre el asunto y cuando ya se extendía, el poeta lo tocó por el hombro de nuevo y le dijo: -Leemos ambos, porque me falta un poco de voz, ¿lo hacemos?-. La de esa noche fue una lectura magnífica, inolvidable para mí. Después, ya de vuelta, nos dijo que deseaba volver pero en otras circunstancias, de paseo preferiblemente. Benito Mieses que lo acompañó de regreso a Caracas al día siguiente, me enteró después que iba contentísimo, que no dejó de bromear durante el vuelo y compartir tragos en el aeropuerto antes de bajar a Caracas. 

La promesa de volver se cumplió un año después y lo hospedamos en un céntrico hotel. A mí particularmente me parecía que el tiempo no había transcurrido y que esta visita era sólo la prolongación de la anterior, pero era evidente que estaba más tocado por el irremisible tiempo. Por la tarde, cuando ya había descansado, lo fuimos a visitar y lo encontramos sentado en la terraza, le preguntamos qué tal la estadía y nos respondió: -Bien, me gusta el césped-. De nuevo nos hizo reír, pues el césped era artificial y tenía un olor desagradable. Hablamos de Coro, nos dijo que le gustaba su soledad, que le parecía ser elegida antes que impuesta, que se sentía bien entre la penumbra de sus calles estrechas, y era dable a oír ese, su silencio, “sepulcral”, agregó pero sin laconismo, más bien sonrió como si fuera otra broma suya. Cuando el se hundía ya en la inmensidad del horizonte la conversación se detuvo súbitamente y sólo al rato de quedarnos cual paletos mirando el crepúsculo, me pidió que lo acompañara al cementerio hebreo, me preguntó insistente por la tumba de Elías David Curiel, me dijo que quería ir aún cuando tenía disturbios estomacales y que eso le ocurría cuando Malena viajaba, ella por esos días estaba en Buenos Aires. Salimos del hotel y tuve la sensación de que salía a pasear a un afable fantasma, sólo le quedaban unos mechones de pelo que la brisa acariciaba y le hacía llevarse constantemente las manos a la cabeza. Cuando estábamos por llegar a La Alameda se fue la luz, algo frecuente en Coro, un apagón que tensión un manto de tiniebla sobre la ya oscura noche coriana, en la que sólo podía ver la tenue llama de sus ojos flotando frente a los míos sembrados de pena. Tomé como pude su débil mano para conducirlo de vuelta al hotel, caminando aferrados a las paredes como dos niños que acaso temían no encontrar el camino de regreso. Cuando se repuso la electricidad la lectura pautada se pudo dar en la habitación del hotel y agradeció por ello, no sin dejar dicho que estas circunstancias a veces sirven a la poesía. 

Cuando se marchó, con la mano levantada en la rampa del avión y la brisa enamorada de su breve melena, creí no volverlo a ver, pero unos años después, la vida nos trajo a un nuevo encuentro. Ocurrió en la Semana Internacional de la Poesía, en Caracas. Estaba invitado a leer y andaba en compañía del pintor Ernesto Zaléz, que por esos días había ganado la Bienal de Cuenca y lo celebrábamos. La noche de la apertura, cuando salimos él estaba recostado a una columna y le dije: -Poeta, nos recuerda-. Él se quedó mirándome un rato y me contesto: -Pues claro, ya pusieron la luz-. Ernesto y yo soltamos una carcajada, sabíamos a qué se refería. En los días que sucedieron a ese, pensé en el pase magnífico que el poeta dio de la oscuridad a la luz. Creo que Juan, así como había conjurado la oscuridad inicial de su juventud y conquistado esa claridad simple y profunda de su vejez, presente en Aire sobre el aire (1989), así mismo conjuró su muerte como el alquimista de la palabra que era. La conjuró digo, desde su presencia acechante humana y divina, eterna compañera en el sueño que hace real su presentimiento, huidiza y permanente muerte que teme la claridad de donde proviene; o bien, porque no hay muerte que la luz no borre y pudo ser ese caballo que lo visitó:

Un caballo redondo entra a
mi casa luego de dar muchas vueltas
en la pradera
un caballo pardote y borracho con
muchas manchas en la sombra
y con qué vozarrón , Dios mío.
Yo le dije: no vas a lamer mi mano,
estrella errante de las ánimas.
Y esto bastó. No lo vi más. El
se había ido. Porque al
caballo no se le pueden nombrar
las ánimas ni siquiera lo que dura
un breve, vertiginoso relámpago.

Un hondo espacio revelador que es a su vez el del sueño y el de la página, el de la muerte y la escritura. No se sale ileso de tal resplandor. Lo agradeceré hasta el último de mis días, como si fuera esta una donación de sangre gustosamente recibida en la orfandad, cual hilo de luz que nos invitaba a recorrerlo.




JUAN SÁNCHEZ PELÁEZ, nacido el 25 de septiembre de 1922 en Altagracia de Orituco, fue un poeta venezolano ganador del Premio Nacional de Literatura en 1976. Curso sus estudios primarios y secundarios en Caracas, y se dedicó a la docencia en Maturín, Maracaibo y el Estado Sucre. Vivió en Chile donde se relacionó con los poetas del Grupo La Mandrágora. Fue agregado cultural de la Embajada de Venezuela en Colombia. Asimismo, residió en París durante largo tiempo. Sánchez Peláez fue colaborador de numerosas publicaciones periódicas: Papel Literario (El Nacional), Zona Franca, Eco (Colombia), Revista Poesía (Valencia), Señal (París), Tabla Redonda, etc. Falleció el 20 de noviembre de 2003. Publicó las siguientes obras: Elena y los elementos, Caracas : 1951;  Animal de costumbre, 1959; Filiación oscura, Caracas : 1966; Un día sea, Caracas : 1969; Rasgos comunes, Caracas : 1975; Por cuál causa o nostalgia, Caracas : 1981;  Aire sobre el aire, Caracas : 1989; Aire sobre el aire, Carmona, España : 1993; Obra poética, Barcelona : 2004. 


Olga Orozco, los ojos de la noche por César Seco

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1

Cuánto de noche se le escurría en el sueño. Cuánto de sueño fue convirtiendo su alrededor en sombra. La realidad se le escurría por los enormes ojos que le abrió la noche. Como lo refiere Jacobo Sefami en una entrevista que la poeta le concediera durante una estadía en Nueva York, la poesía de Olga Orozco fue una “persistencia en la búsqueda de la revelación, de ese otro lado desde el cual se explica la propia realidad mutante y escurridiza”. Esto que bien precisamos leyéndola.

Como si fueran sombras de sombras que se alejan las palabras,
humaredas errantes exhaladas por la boca del viento,
así se me dispersan, se me pierden de vista contra las puertas del silencio…

Pudo incidir en esa su particular percepción, el trato que de niña tuvo con su abuela, quien tenía una visión animista del mundo, heredada de sus antepasados celtas. Ella transmitía oralmente a la niña toda esa visión mágica que la acompañaba desde la sangre. Le refería que todo lo que nombramos mundo, era movimiento perpetuo, en que las cosas, los objetos, están siempre al acecho de nosotros, para bien o para mal, para revelarnos algo o para perturbarnos, para salvarnos o para arrojarnos al insondable abismo. A diario la abuela le relataba cuentos fantásticos, que de seguro su memoria ya fatigada por los años modificaba constantemente. No faltaban en esos cuentos toda esa progenie de maravillas y sortilegios: duendes, demonios, hadas, extraños y asombrosos animales, que fueron poblando la imaginación de la niña. En principio, estos cuentos le infundían miedo, pero pronto esto fue desapareciendo, porque a fin de cuentas “la abuela se las arreglaba para que hubiera salvaciones milagrosas”, dijo.

Lo otro que sin duda hizo más febril su imaginación fue el paisaje de su natal Toay, ubicada en la árida pampa argentina, poblada de dunas, lo cual ella refirió de esta manera: “de chica he visto los médanos cambiar de lugar de un día para otro, porque el viento sopla con fuerza. Se supone que allí hubo un mar en alguna época; la arena es como arena marina. Es bastante extraño asomarse a una ventana y no ver el médano que estaba antes de ayer… como hay grandes zonas desérticas, sin vegetación, cada pequeño objeto –un hueso, una piedra- toma un relieve importantísimo, desmesurado, como podría ocurrir dentro de un cuadro surrealista”. Intuimos, como habitantes también de zona árida, que cualquier presencia aislada adquiere en este medio las características de una revelación, de una aparición súbita. Ella lo expresó mejor así: “El horizonte es inmenso por todos lados; los atardeceres son interminables, melancólicos. Entonces, entre eso y la ascendencia siciliana, que todo lo hace excesivo, que todo lo convierte en más: los perfumes, los colores, la luz… naturalmente sale una naturaleza desmesurada, como la que tengo”.

Inferimos que a ella el surrealismo le venía por naturaleza, claro todo esto que vino a constituir su particular visión poética fue matizada por la relación que tempranamente estableció con otros poetas, aquellos que fueron sus compañeros de ruta, la llamada generación del 40, especialmente con Enrique Molina y con Aldo Pellegrini, autor éste de la Antología del Surrealismo en América que fuera elogiada por André Bretón. Por afinidades estéticas, más que conceptuales, a Olga Orozco también se le relaciona con otros poetas de los cuarenta y cincuenta, posteriores todos a ese primer momento de la vanguardia hispanoamericana que tuvo a Neruda y a Vallejo como influyentes: los chilenos Humberto Díaz Casanueva y Gonzalo Rojas, los venezolanos Juan Lizcano y Juan Sánchez Peláez, los peruanos César Moro y Emilio Adolfo Westphalen, el mexicano Octavio Paz y el colombiano Álvaro Mutis, entre otros. Claro, en todo esto cabe la propia aclaratoria de la poeta, lo cual permite reconocer el cauce y curso que siguió su creación: “… yo nunca pertenecí al surrealismo, por más que me embanderen también en él. Hay una actitud semejante ante la vida, tal vez. Porque hay una gran valoración de lo onírico, de los diversos planos de la realidad (no precisamente del inmediato y visible), de las sensaciones, del mundo mágico, y sobre todo una exaltación del amor, de la libertad, de la justicia. Es decir, sólo actitud ante la vida, pero yo nunca hice escritura automática; y si intento hacerla, me desvío a la plegaria”.

Cuando falleció, Ana Becciu quien fue una de esas amistades entrañables con las que Olga Orozco compartió los últimos treinta años de su vida, escribió para Letras Libres un sutil y hondo retrato, del cual entresacamos este párrafo que nos precisa mucho más la posible genealogía de la autora de Los juegos peligrosos y de otros libros capitales de las letras hispanoamericanas. Becciu afirma allí que “tan decisivo como el surrealismo para su poesía fue su temprana lectura del poeta lituano Lubicz Milosz y del español Luis Cernuda. Siempre leyó a Milosz, siempre hablaba de él, sabía muchos de sus poemas de memoria y los recitaba a menudo. Hasta el último día de su vida en la mesa del comedor de su casa tuvo al alcance de la mano la antología de poemas de Milosz traducidos por Augusto D'Halmar en 1922… El verso largo del lituano Olga lo transformó y lo moldeó hasta convertirlo en el instrumento característico de su poesía: su verso libre adquiere proporciones de versículo portador de imágenes subconscientes u oníricas muy coherentes, que dan por resultado poemas perfectamente estructurados. "Nunca he pasado de una línea a la siguiente si la anterior no estaba perfectamente admitida por mi conciencia", dijo en una ocasión. No tiene equivalente en la poesía argentina. Es un arte del que sólo ella tuvo el secreto. Tan imposible es de imitar que supongo que puede ser una razón para que no haya tenido seguidores”.

Entre sus confesiones, siempre profundas, resulta interesante saber que de niña y de adolescente la poeta leyó mucho la Biblia y que tal vez sea de allí que le vino ese ritmo salmódico que caracteriza sus poemas, cercanos a la plegaria. Desde luego, no basta con indagar el posible génesis de su obra, sino comprendiéramos que tras esta concepción de la sacralidad del verbo poético, está toda la tradición del Romanticismo alemán, el cual le fue decisivo en el sentido de revelarle el carácter sagrado de la palabra y a la vez advertirla sobre los riesgos que entraña el trato con ésta; es decir, la locura, ese castigo que los dioses infligen a quienes sobrepasan los límites de lo estrictamente humano. En vida a Olga Orozco no cesaron de perseguirla eso que ella llama angustias extremas, por ejemplo eso que señaló a Sefami, eso de haber sentido muchas veces una especie de extrañamiento de su propio cuerpo, experiencia llevada al extremo en Museo salvaje, pero que está presente en toda su poesía:

Me moldeó muchas caras esta sumisa piel,
adherida en secreto a la palpitación de lo invisible
lo mismo que una gasa que de pronto revela figuras
emboscadas en la vaga sustancia de los sueños.

2

¿Desde cuando leemos a Olga Orozco? Me pregunto y me respondo en el momento de cruzar una esquina y divisar una puerta abierta a lo lejos. Desde hace mucho, me digo, no tanto quizá en cantidad de tiempo; 25 años hará que conversábamos de poesía con nuestro amigo Ernesto Zaléz, en ese recorrido que de jóvenes hacíamos por la ciudad solar para matar el tedio, para resistir el peso de su silencio aplastante, cual Olga pudo sentirlo frente a la dunas de la pampa; nos tomábamos unos cafés o si había llovido en nuestros bolsillos algo de vil metal, una cervezas frías que apaciguaban el inclemente sol y la sed de todo. Recuerdo que Ernesto soltó el nombre de Olga Orozco y en un instante se hizo noche, recuerdo también que dijo algunos versos que estaban prendidos de su memoria adolescente, esos versos no los recuerdo ahora, pero han podido ser estos:

No te pronunciaré jamás, verbo sagrado,
aunque me tiña las encías de color azul,
aunque ponga debajo de mi lengua una pepita de oro,
aunque derrame sobre mi corazón un caldero de estrellas
y pase por mi frente la corriente secreta de los grandes ríos.

“Quería descubrir a Dios por transparencia”, dice en un verso más adelante, verso que precisa uno de los motivos esenciales de su búsqueda, que entraña lo que sus estudiosos han denominado “la dimensión religiosa y la indagación metafísica de su obra.  Entendible esto a partir de una clave afirmación suya, donde dice “de que con Dios lo que nos ha ocurrido es un desmembramiento”, no su muerte como entendió Nietzsche, sino una separación. Y es en uno de sus poemas donde nos lo clarifica mejor: “Es víspera de Dios. Está uniendo en nosotros sus pedazos”. Nos sugiere que “mientras todos no encontremos a Dios, él estará disperso”. Es el exilio mayor que se vive, es la unidad perdida y que a su ver es el difícil camino que el poeta ha de desandar en su aventura interior, tan llena de peligros y de pocas o casi ninguna satisfacción. Es la conciencia de que el ser humano se haya escindido de Dios lo que la impulsa a buscar permanentemente, al menos en la palabra, la reintegración con el absoluto originario. Aunque su vida fue de constantes pérdidas de los seres amados, estuvo convencida que esta reintegración sólo era posible a través del amor y una y otra vez emprendió su ruta por medio de lo que llamó “los juegos peligrosos”, es decir ese constante atravesar los nunca seguros intersticios de la magia, la astrología, la cartomancia y las posibilidades reveladoras de los sueños:

Aquí está lo que es, lo que fue, lo que vendrá, lo que puede venir.
 Siete respuestas tienes para siete preguntas.
Lo atestigua tu carta que es el signo del Mundo:
a tu derecha el Ángel,
a tu izquierda el Demonio.
¿Quién llama?, ¿pero quién llama desde tu
nacimiento hasta tu muerte con una llave rota, con un anillo
que hace años fue enterrado?

3

La muerte constante más allá de la vida, en vida y desde el corazón será el otro gran tema de su . La muerte tratada siempre como presencia viva acechante siempre en el recuerdo presente, reconstrucción del tiempo de dicha y el tiempo de dolor. La muerte concebida como tránsito hacia una claridad más diáfana, como sugiere Manuel Ruano, menos efímera. La muerte como sucesión de espectros, familiares, literarios, íntimos, “espectros que regresan desde lejos por detrás de los sueños y por delante del porvenir”. Sí, la muerte que sólo existe porque existimos, temiéndola y aguardándola, como esa casa a la que hemos de volver:
Yo, Olga Orozco, desde tu corazón digo a todos que muero.
Amé la soledad, la heroica perduración de toda fe,
el ocio donde crecen animales extraños y plantas fabulosas,
la sombra de un gran tiempo que pasó entre misterios y entre alucinaciones,
y también el pequeño temblor de las bujías en el anochecer.
Mi historia está en mis manos y en las manos con que otros las tatuaron.
De mi estadía quedan las magias y los ritos,
Unas fechas gastadas por el soplo de un despiadado amor,
La humareda distante de la casa donde nunca estuvimos,
Y unos gestos dispersos entre los gestos de otros que no me conocieron.
Lo demás aún se cumple en el olvido…


Como si fueran sombras de sombras que se alejan las palabras,
humaredas errantes exhaladas por la boca del viento,
así se me dispersan, se me pierden de vista.



OLGA OROZCO (Olga Nilda Gugliotta Orozco), nació en Toay, La Pampa, el 17 de marzo de 1920. Es una de las más importantes poetisas argentinas y latinoamericanas del siglo XX. Pasó sus primeros años entre Toay (La Pampa) y en Buenos Aires. En 1928, la familia se mudó a Bahía Blanca y ocho años más tarde a Buenos Aires. Estudió en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires, donde se recibió de maestra. Muy joven fue una de las integrantes del grupo literario surrealista Tercera Vanguardia, al cual pertenecían a su vez, entre otros, Oliverio Girondo y Ulises Mezzera. Trabajó en periodismo empleando varios seudónimos y dirigió, también, algunas publicaciones literarias. Así, colaboró en la revista Canto que dirigía su primer esposo, el poeta Miguel Ángel Gómez y reunía a la llamada Generación del 40. Por esa época hacía comentarios sobre teatro clásico español y argentino en Radio Municipal; fue actriz teatral (personaje Mónica Videla 1947-1954) y trabajó en Radio Splendid en la compañía de Nydia Reynal y Héctor Coire. En los años sesenta fue redactora en la revista Claudia y organizó el horóscopo del diario Clarín durante los años 1968 y 1974. Falleció de un paro cardíaco a los 79 años en el sanatorio Anchorena, Buenos Aires, el 15 de agosto de 1999. Desde 1994 funciona en Toay la Casa Museo Olga Orozco en la que se realizan diferentes actividades culturales en torno a la obra de la poeta y en la que se puede consultar su biblioteca. Por su labor literaria ha recibido los siguientes galardones: Primer Premio Municipal de Poesía (1963); Premio de Honor de la Fundación Argentina (1971); Premio Nacional de Teatro a Pieza Inédita (1972) por Y el humo de tu incendio está subiendo; Gran Premio del Fondo Nacional de las Artes (1980); Premio Esteban Echeverría; Gran Premio de Honor de la SADE (1989); Premio Nacional de Poesía (1988); Premio Gabriela Mistral de la OEA (1988); Premio Konex de Platino de la Fundación Konex (1994); Láurea de Poesía de la Universidad de Turín; Premio de Literatura Latinoamericana y del Caribe Juan Rulfo (1998); Premio Konex de Honor (2004). Ha publicado las siguientes obras: Desde lejos (1946); Las muertes (1952); Los juegos peligrosos (1962); La oscuridad es otro sol (1967); Museo salvaje (1974); Veintinueve poemas (1975); Cantos a Berenice (1977); Mutaciones de la realidad (1979); La noche a la deriva (1984); Páginas de Olga Orozco (1984) (Antología con prólogo de Cristina Piña); En el revés del cielo (1987); Con esta boca en este mundo (1994); También la luz es un abismo (1995); Relámpagos de lo invisible (1998); Eclipses y fulgores (1998); Últimos poemas (2009); El jardín posible (2009) (Antología con prólogo de Marisa Negri); Poesía Completa (2012); Yo Claudia (antología de su obra periodística a cargo de Marisa Negri) (2012); Cantos a Berenice ilustrado por Martino (2015). 


Timidez hispana por Ignacio Castro Rey

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Borges habló en su momento de una adorable quietud hispana, así como de un calor y una amistad que son difíciles de encontrar en culturas occidentales distintas a aquellas donde se habla la lengua de Machado o Rulfo. Sin embargo, un reverso existencial, cultural y político, un envés de esa atractiva calidez podría recorrer las latitudes de nuestra cultura. En casi todas las naciones del universo hispano encontraremos un constante déficit en la modernización, sobre todo en lo que atañe a la simple conciencia nacional, al orgullo y la firmeza universales de ser así, como somos, bolivianos, chilenos o colombianos. Hay entre nosotros un complejo de inferioridad, una timidez cuasi ontológica que implica que el término medio de las naciones hispanas tengan una débil consistencia, una conciencia temblorosa de su identidad en la arena internacional. Y no sólo eso, pues la debilidad, a la fuerza, opera primeramente hacia dentro.

Ser cosmopolitas exige encontrar un lugar en la desprotección, ser capaces de navegar en el vértigo y la soledad de lo universal. Pero hace tiempo que la sentimentalidad hispana encuentra excesivamente fría y desolada la planicie de lo mundial. A diferencia de Italia, nos hemos refugiado en una cálida bonhomía que enrojece un poco ante la incertidumbre de cualquier gesta histórica, como si tuviéramos algo muy peculiar de lo avergonzarnos, algo más que cualquier otra cultura o nación. Esta ingenua retirada se produce en nosotros -hay que recordarlo- al margen del tamaño, la riqueza económica, la potencia natural o la población de los distintos países. Y lo grave es que si falla esta cuestión de la resolución exterior, y su correlato de poder estatal, todos los otros elementos de una modernización, sean el cine, la ciencia o la economía, quedan sueltos, descabezados, sin suelo.

Es lo que decía el penúltimo embajador estadounidense, poco antes de hacer las maletas: "Lo único que no me gusta de España es lo poco que se quiere sí misma". Pero un parecido síndrome lo podemos encontrar en todos nuestros parajes. El caso de México, una nación que actualmente tiene 120 millones de personas, con casi 20 millones más en Estados Unidos, es bastante rotundo. Para empezar, mantiene con el poderoso vecino del norte una actitud ingenua, un poco mendicante y acomplejada que resulta parecida a la que España, gobernando la derecha o la izquierda, mantiene con la Comunidad Europea. Dentro de su vigorosa pujanza, hay pocas dificultades mexicanas -la desigualdad social y la pobreza, la educación, la indolencia estatal y el nivel de delincuencia, el racismo interno que castiga a distintas minorías- cuyos signos no tengan una relación más o menos directa con una dubitativa conciencia nacional y la consiguiente fragilidad de las instituciones estatales, tanto hacia el interior como hacia el exterior.

En cuanto a la hispanidad es posible que Unamuno sea más rotundo, pero encontramos ya que el particularismo que Ortega denuncia en España invertebrada -un fenómeno que él sitúa, más que en Cataluña o el País Vasco, en el Poder central- se debe a una especie de ingenuidad que justifica la dimisión histórica. Según lo describe Ortega en el Capítulo V de ese extraño y todavía vigente libro, el problema de España no son los secesionismos periféricos, sino, por así decirlo, el separatismo de Madrid con respecto a lo que sería la audacia mínima que necesita una nación moderna para mantenerse y proyectarse en el mundo. Cuando falla esa audacia externa, falla también la cohesión interna. "Será casualidad -comenta el autor de Meditaciones del Quijote-, pero el desprendimiento de las últimas posesiones ultramarinas parece ser la señal para el comienzo de la dispersión intrapeninsular". Igual que en todo cuerpo orgánico, la debilidad hacia afuera parece revertir casi automáticamente contra el adentro. "Castilla ha hecho a España, y Castilla la ha deshecho".

En el particularismo de cuño hispano cada empresario, cada policía, cada político, cada ciudad y cada gremio -tal vez los maestros mexicanos estarían incluidos- camina por su lado. Quizás de remota herencia árabe, este localismo tribal se ha acentuado por la debilidad de todas las revoluciones burguesas en el orbe hispano, que apenas han constituido naciones unificadas estatalmente y volcadas sobre el mundo, con la hilera de aliados, rivales y enemigos que sean de rigor. Es esta debilidad en la proyección histórica, con el inevitable resultado de amistades y enemistades, lo que hace que una nación se desgarre en luchas intestinas. La guerra civil española, que de manera democrática parece aún seguir en estado larvario, es sólo un ejemplo histórico. "En tiempos de paz el hombre belicoso se lanza contra sí mismo", nos recordaba Nietzsche. Ahora bien, ¿qué hombre, qué nación no es en su raíz belicosa, obligada a luchar por mantener su singularidad, sin mendigar reconocimiento?

Y esta ingenuidad histórica no es un problema de tamaño o potencia económica, sino de decisión, de conciencia política en el vértigo de lo mundial. Aparte de la Argentina de Perón, aparte de algunas otras variantes histriónicas actuales, el ejemplo de Cuba -con todos sus defectos- sigue siendo una excepción significativa. Con cien mil errores del régimen, una pequeña isla de doce millones de habitantes resiste el acoso de una de las mayores potencias del mundo gracias -después de haber sido un prostíbulo- a la inteligencia y la resolución de su patriotismo. Si la derecha española puede hoy hacer burla de esto es solamente porque ella también ha dimitido de todo lo que sea coraje político en la arena mundial. Más importante que el marxismo -sus errores o aciertos- ha sido entre los cubanos una moderna conciencia nacional, como lo prueba el hecho de que después de Castro y de la Unión Soviética, hasta hoy mismo, persista la audacia nacional y estatal, aliada ahora con el fondo de sincretismo católico que siempre latió en la isla. Es esta resolución -política e impolítica- la que falta dramáticamente en España, donde parece que hemos conquistado la democracia al precio de perder casi toda noción de lo que sea ejercer un uso legítimo y moderno de la fuerza.

Nuestra invertebración estructural, anímica e institucional, con sus secuelas de tensiones regionales centrífugas, se duplica otra vez en el sectarismo partidario entre derecha e izquierda, entre izquierda y derecha. No sólo en la actual España, también en Argentina y Venezuela, el fanatismo ideológico es el sucedáneo de una totalidad nacional flotante, con una conciencia de comunidad moderna que ha sido adelgazada al máximo. Es cierto que la idiotez sectaria es el abecé de la vida política en todas partes, pero el nivel al que se llega en los países latinos, España incluida, no tiene una fácil comparación. Tal vez la causa sea muy simple y siga teniendo relación con el diagnóstico de Ortega: no existe un mínimo proyecto en la complejidad universal, un mínimo "orgullo" nacional ante los otros, que tampoco son perfectos. De manera que la hostilidad media que atraviesa toda sociedad civil -acentuada por la competencia capitalista- no encuentra diques de contención. Ni estatales ni morales, ni políticos ni patrióticos.

Lo que, forzando el lenguaje, podríamos llamar auto-odio es una de las herencias más perniciosas, más todavía que la debilidad de las estructuras políticas y las instituciones, que la madre patria ha legado a las antiguas colonias. Es palpable en México, pero también en Galicia y Andalucía. Es palpable en Argentina, pero también en Asturias, Extremadura y Valencia. Privada y pública, la corrupción es uno de los signos de ese odio a sí mismo y ese despedazamiento interno. Ni que decir tiene -dicho sea de paso- que cuando la corrupción es hacia el exterior y se vuelca en empresas extranjeras, ya no se llama corrupción, sino potencia económica.

Madrid ha cometido a la vez dos errores antagónicos con la «periferia», tanto española como latinoamericana. Por un lado, es cierto que ha sido centralista, poco atenta a los matices y las diferencias. Por otro, más grave todavía, ha sido centralista -a diferencia de Francia- con muy poca audacia a la hora de unir esas serias diferencias internas con un redoblado proyecto exterior. Y hay que insistir en que, igual que en un individuo o una familia, solamente la fuerza exterior restaña las heridas internas. Hasta en una pareja, para mantenerse, se habla de «salir juntos».

Es muy posible que el famoso espíritu de la Transición no haya dado, en su letra, más que respuestas formales a la vertebración española. El Estado de las autonomías, con un «café con leche para todos», probablemente se limitó a arbitrar soluciones de compromiso entre los distintos particularismos e «idiotismos» locales. De algún modo, quizás el ejemplo nuestro debió de ser, desde hace mucho, más el Reino Unido que Francia.

Pero no, ni uno ni otra. Una nación como la española, que tiene un himno mudo, sin letra, es posible que viva demasiado pendiente de las versiones —Leyenda Negra incluida— que los otros dan de ella misma. Nuestra adorada Francia no puede dejar de asombrarse ante la diferencia española. El signo de tan débil alma común puede que no se vea tanto, por poner un ejemplo tópico, en nuestra escasa soltura con los idiomas extranjeros como en la escasa soltura que mantenemos en el uso de la cultura y la lengua propia, con sus mil matices.

El norte, sea Inglaterra, Alemania o EEUU, vive desde hace siglos en la lógica de la separación, de una insularidad individualista que no es nuestra. De este puritanismo de la separación proviene su poder militar y su potencia económica. Los hispanos del sur que les seguimos parpadeando estamos condenados a servir de camareros -o limpiabotas- en esa opulencia que los norteños dirigen. La simple entrega compulsiva al turismo, en detrimento de otros sectores menos serviles -sea la investigación agrícola, industrial, tecnológica o científica-, es propia de una nación que acaba de llegar a la modernidad y quiere ser más postmoderna que ninguna otra, tapando el vacío y las inseguridades a toda prisa.

La Ilustración española, un poco de segunda mano y con la furia propia de los recién llegados, nos ha llevado a odiar todo lo que sean elementos primarios de una nación, desde el propio sentimiento nacional al cuidado de una agricultura propia. Pero sin todo eso una nación no pervive, aunque no tenga claros enemigos externos. Podíamos resumir el manido problema de la "cohesión territorial" española en una frase que los catalanes y vascos le han dicho de mil modos al resto del Estado: "Si ustedes no quieren ser una nación, ni se aprecian a sí mismos como distintos, nosotros sí". Y este mensaje está cargado con la obligación de cuidar los propios, empezando por ese sector primario que España ha despreciado en los últimos cuarenta años. De ser esto así, Ortega seguiría teniendo bastante razón al decir que el problema no está en Barcelona o en Bilbao, sino en Madrid.

En China, Rusia y Cuba —quizás hasta en la misma Grecia— el marxismo ha tenido el efecto nacional que la religión ha tenido en otros países. Curiosamente, la religión y el marxismo se han relevado en muy distintas regiones de la tierra. Es significativo que la modernidad española no quiera saber nada de eso y achaque cualquier nacionalismo o populismo a un retraso cultural, más o menos propio de culturas despóticas o tercermundistas. Olvidamos así que todas nuestras adoradas instituciones globales, de la Comunidad Europea y la OTAN al FMI, están dirigidas por unas pocas naciones fuertes que, a veces, carecen incluso de los más mínimos modales.


IGNACIO CASTRO REY, nació en Santiago de Compostela, Galicia, España en 1952. Es escritor, filósofo, periodista, crítico de arte y profesor. Vive y trabaja en Madrid. Influido por la heterodoxia del pensamiento occidental (Leibniz, Nietzsche, Lacan, Deleuze), desarrolla desde hace años un trabajo filosófico en una doble dirección. De un lado, una afirmación ontológica de la singularidad, de su impacto irrepresentable. De otro, una crítica de la violencia microfísica del poder postmoderno. En ambos registros intenta rescatar la potencia conceptual de distintos creadores contemporáneos, de Baudrillard a Badiou, de Agamben a Sokurov. Ha publicado los siguientes libros: Alén da fenda (Después de la grieta) (La Coruña, 1994); Roxe de sebes (Santiago de Compostela, 2001); La explotación de los cuerpos (Madrid, 2002); Trece ocasiones (Pontevedra, 2002); Crítica de la razón sexual (Barcelona, 2002); La sexualidad y su sombra (2004); Votos de riqueza (Madrid, 2007); La depresión informativa del sujeto (Buenos Aires, 2011); Roxe de Sebes (La Coruña, 2011); Sociedad y barbarie (Barcelona, 2012) y Pontes co diaño (2015). 

José Garés Crespo | Dos poemas inéditos

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© 2016 Analecta Literaria
     
VINIENDO DE AQUEL LARGO VIAJE A NUESTROS ORÍGENES
 

Pudo ser el principio de un largo y sinuoso encuentro, aunque
fue un desiderátum, un eclipse lunar. Como ahora sabemos,
la sonrisa de los penitentes es el cuerpo excesivo, la búsqueda
de la evanescencia y desde la paz el miedo vuelve cada primavera
como una nueva adolescencia hambrienta. Entonces teníamos,
con el infierno de frente, ternura sórdida y oculta bajo el horizonte.
Era la puerta por donde huíamos de viejas alcobas con cerrojos,
sin sol, y de las miradas temerosas del contraluz. Alertas y atentos
por si fuera necesario, extendidos a secar los corazones, éramos
amantes de los inciertos futuros que proyectaban la libertad, pisada
durante largos años de sombras. Y cierto; era tan peligroso latir
que encogidos nos cubríamos con sacrílegos sombreros, cánticos
y oraciones vacías desde el fondo de la marisma de la duda.
El señor dormía y las urgencias ciegas transitaban por los campos.
Quién sabe en qué rincón aparecimos, como si fuéramos los dos
un dasein dejado de la mano de Heidegger, adornado con el exacto
testimonio del poeta fronterizo, rumiante entre las sombras.
Todo como un presagio, con tus manos insomnes, y sin saber
qué hacer con la juventud que fue mi refugio, para mi piel.
Tiempo después, a destiempo, me di cuenta que la admiración
que profesaba hacia algunos no era más que el oculto deseo
de ser poseído. Los espacios imprudentes, como fueron aquellos
besos que iluminaban la sonrisa de mis labios, quién sabe quién
ahora los gana y nos pierde, pues tu ausencia nos deja limpios
como un mar sin barcos, como la noche enamorada del día
y las olvidadas nubes del tiempo, el campo infinito o el corazón
sin desvaríos. Todo eran secuencias de naturaleza muerta
(Omnia mors aequo) para nosotros, mientras que el fascio
ensalzaba a Giotto. Si quieres o no, aunque millones de seres
pululen y sobrevivan, también ahora, nosotros cada día,
aventureros como somos, iniciamos la pelea buscando
quién sabe qué, hasta que fatigados de vivir, invadidos
por la tristeza concluyamos que todos los caminos conducen
al lugar de dónde venimos huyendo. ¿Qué podemos hacer?
De hecho cuando no sueño no está claro si soy hijo, padre,
hombre o mujer; y sabes que puedo ser tu hombre, si quieres
tu mujer, la puta excelente, el amante del pene de hidra,
incluso tu madre. Desde el origen del mundo soy la fuente
del placer y nací para cubrir todos los deseos que dan la luz
a tus impresiones y raíces a tus sentimientos y a nuestras ansias
que dormirán satisfechas hasta la muerte en nuestros brazos.
Tal vez si fuera posible ser la parte que me falta y poder quererme,
de repente las refrescantes sugerencias funcionales de tu diseño
desenvuelto y el confortable encanto de tu transparencia,
casi nunca armónica con mis deseos, nos sentiríamos como
una zarabanda, al menos como unas suaves xaconas de Tomasso.
Quizá, porque los motivos florales y alocados que rizan
el encaje de tu lencería suman la espalda a tus pechos y muestran
tus delirios, o porque la depurada línea que sondea el perfil
inquieto de tus muslos son las columnas que nos mantienen vivos.    




2016







      PERO, ¿HIJOS DE QUIEN?

 
      Por entonces se trataba de querer ser mediante la voluntad de estar.
      Y así tuvimos que llorar, angustiados por la duda, después de tantas miradas oblicuas. 
      Pero, no es que hubiera muerto, era que tan solo pasaba a ser un sueño confuso de 
      mí mismo, inocente y desaparecido en las infinitas moléculas, de extraños 
      rostros que pacientes esperaban formar un nuevo cuerpo infantil,  un día. 
      Habría que decir que no siempre la vida ha sido un desierto y tendría que 
      confesaros que me he dedicado a cosas importantes, justo 
      por donde, más pronto que tarde, nos perdemos. Como 
      sabes, me lo hizo ver Magritte y su A friend of order
      Hace tanto tiempo que llegaron sus veleros 
      sin banderas ni armas…Venían llenos 
      de gente de lucha y miseria, 
      y en la cara el dolor de los 
      cantos morunos,
      apátridas. Nos dieron 
      poco tiempo para esconder 
      nuestros ríos, rehogar los bosques 
      y esconder nuestra larga memoria. Poco más 
      pudimos  hacer: contemplarlos bajo el dulce sopor 
      de agosto y fornicar con todos, consintiendo que eligieran el sexo 
      que querían que fuéramos y darles a conocer las mil caras del placer, revueltos entre requiebros y quebrantos, esperando que la misma aventura que los trajo un día de sol, otro de tormenta se los llevara lejos. Pero ya nunca supimos de quien éramos hijos, ni si teníamos historia, ni de dónde veníamos. Todavía hoy, documentalmente libres, miramos su herencia
       extrañados y de frente. Hacía poco tiempo que habíamos dejado aquella curva 
      maldita, donde todo lo que fue nuestro se desvaneció sin el fruto 
      del placer, del coito libre de la selva, la ausencia 
      de ataduras, y tampoco el consuelo 
      sembrar tu vientre
      en barrecha.
      Así fue que me dormí entre tus piernas 
      ¿Cómo no perdernos en la maraña de madres sin hijos
      y extraviar a dios en las sinuosidades de la apologética
      Hallelujah.What a wonderful world.
    

    2016



Poesía Venezolana: Caminos, Tendencias y Perspectivas por Gabriel Jiménez Emán

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No creo que sea ocioso preguntarse hoy cuál puede ser la función de la poesía, el papel que cumple el poema dentro del concierto de las artes o las disciplinas estéticas. Más bien se trata de una pregunta apremiante, si atendemos a los mensajes emitidos por un mundo que se ufana en perfeccionar su tecnología, sus máquinas, artefactos y aparatos para que éstos nos procuren --en teoría-- la comodidad, o en todo caso la facilidad o la rapidez para resolver asuntos que antes podían ser verdaderos problemas, enigmas incluso. La tecnología de punta se ha encargado de facilitarnos la velocidad en la comunicación, nos ha simplificado procesos, reducido distancias, para instalarnos en realidades paralelas o virtuales con sólo oprimir botones o manipular monitores. De este modo procesos que no requieren de máquinas, como el de la lectura de textos o escritura de palabras, se han ido alejando o marginando de la vida cotidiana en las grandes ciudades, como no fuera para redactar esquelas, hojear diarios o revistas ligeras, mirar titulares o avisos publicitarios. Ciudades que pueden ser megalópolis, metrópolis o ciudades pequeñas, pues en campos o en vastas extensiones de tierra que constituyen selvas, llanuras, sembradíos, pampas o terrenos nevados, se cumplen a diario ciclos ecológicos donde animales, plantas, ríos, montañas y mares celebran procesos donde la vida humana tiene lugar como partícipe (y no como centro) de esos ciclos, y como observadora de estos procesos. Procesos que van desde el mirar extasiado hasta el análisis científico, desde la deducción empírica hasta la contemplación metafísica, desde  la mirada objetivista hasta la filosófica.

La poesía es ante todo observación estética a través de la palabra, una especie de sonda verbal que intenta recuperar las esencias del ser en diálogo con el paisaje (llámesele entorno, sociedad o circunstancia), o bien una respuesta sensible o intelectiva al asombro de existir; puede tomarse también como una reflexión sobre el mundo y sus realidades tomando al lenguaje como centro, un lenguaje fundado en una tradición escrita que toma en cuenta tropos, figuras, imágenes y formas escritas que tienen por objeto llevar a cabo una síntesis entre reflexión y belleza, entre indagación del ser y un estremecimiento formal que alcanza al oído (su música), su multiplicidad interpretativa (sus significados) y su permanencia en el tiempo (su vigencia), para que el lenguaje pueda mirarse en el espejo de su propia historia, la historia literaria. De este modo, nos comunica siempre algo significativo, permanente, que toca a la vez el pensar y los sentidos para dar cuenta, en una lengua que trasciende el discurso corriente y el lenguaje habitual, otros campos o zonas del ser. No refiero aquí por oposición el lenguaje oral (que es de por sí una construcción metafórica de los signos y objetos del mundo), al lenguaje escrito, construido sobre la base de una escritura cifrada en un alfabeto y una gramática, un léxico, una prosodia y una sintaxis; sino al lenguaje reiterativo, chato y sin brillo que solemos oír en tantas transmisiones televisivas o audiovisuales, minado por el lugar común y despojado de sugerencias.

En fin, la lengua nos pertenece a todos (es la máxima invención humana), pero el lenguaje escrito se nos escapa si no sabemos emplearlo para revelar cosas más hondas (símbolos, arquetipos, mitos, tradiciones). Precisamente, la lengua y el lenguaje se han ido desgastando en su dimensión escrita y hablada, cuando no naufragando en un océano de mensajes vacuos producidos por el cansancio y el tedio modernos. No es ocioso, repito, preguntarse cuál podría ser el destino o la función específica de la voz poética en estos contextos, por ejemplo, la relación de la poesía --en tanto traduce lo lírico del Yo subjetivo-- con el canto, la música culta o la música popular. Los cantantes populares han venido sustituyendo en cierto modo a los poetas, (quedando los cantautores actuales como versiones modernas de los trovadores de las cortes europeas medievales), cantantes que se comunican a través de grabaciones en estudio o de espectáculos asistidos por efectos lumínicos o escenográficos. En efecto, son numerosas las reflexiones que podemos hacer por y para la poesía, y no sólo desde ella. Estamos en el albor de un nuevo siglo y un nuevo milenio, y la percepción del fenómeno poético ha variado sensiblemente, por lo cual es pertinente también hacerse de nuevas perspectivas para abordarlo, tanto en su valor intrínseco como en los caminos semánticos que ha venido tomando en los últimos lustros del pasado siglo veinte y en el primero de este siglo.


Tendencias diversas

La poesía en Venezuela se ha hecho eco de los más variados influjos desde su nacimiento; cuando neoclásicos, románticos o nativistas quisieron imprimirle improntas particulares a sus voces. Andrés Bello, Juan Antonio Pérez Bonalde, Andrés Mata, José Antonio Maitín, Udón Pérez y Francisco Lazo Martí son ejemplos que definieron aquellas  tendencias; mientras otros como J. T. Arreaza Calatrava se movieron entre el naturalismo y el modernismo. Bien entrado el siglo XX se producen las naturales resonancias del modernismo, el simbolismo y el culteranismo, que pueden identificarse en autores como Roberto Montesinos y Emiliano Hernández. En cambio tres claros representantes de la vanguardia en Venezuela son Salustio González Rincones (que tradujo a Víctor Hugo y Dante Gabriel Rossetti), Alfredo Arvelo Larriva y José Antonio Ramos Sucre. Éste último escribe sus poemas en prosa y consagra como ninguno la vanguardia entre nosotros, valiéndose de mitos y leyendas europeos para adaptarlos al trópico, haciendo uso de símbolos e imágenes decadentistas para extraer de ellas paisajes desolados o trágicos. Si Arvelo Larriva es el último gran modernista nuestro, su hermana Enriqueta Arvelo Larriva le confiere al paisaje del llano una interioridad crispante.  

Después, la llamada Generación del 18 va a liberarse de formalismos y normas asumiendo un espíritu ecléctico; eclecticismo que se imbuirá también de música y de pintura; algunos de estos poetas fueron Fernando Paz Castillo, Andrés Eloy Blanco, Luis Enrique Mármol, Jacinto Fombona Pachano y Enrique Planchart. Mientras Paz Castillo se adentra en registros religiosos y filosóficos, Blanco prefiere ensayar un modernismo a la venezolana, caudaloso y brillante, propenso a bucear en el alma nacional gracias a su fluidez y sentido del humor, que no descarta el dramatismo. Otros parnasianos, simbolistas o post-modernistas son Jorge Schimdke, Luis Yépez, Pío Tamayo, Héctor Cuenca, Humberto Tejera y Cruz Salmerón Acosta, que atendieron luego las influencias vanguardistas. Luego surgen otras tendencias telúricas, tenebrosas o de exaltación visual como las que pueden observarse en poetas como Ana Enriqueta Terán, Elisio Jiménez Sierra, Vicente Gerbasi, Luis Fernando Álvarez y José Ramón Heredia. Éstos últimos tres poetas se agruparon en torno a la revista Viernes y proclamaron su voluntad de adherirse a “la rosa de los vientos”, a la diversidad de movimientos. Posteriormente surge una generación que se mueve entre el impulso visionario y el arraigo terrestre como la de los poetas Otto D’ Sola, Alberto Arvelo Torrealba, Manuel Felipe Rugeles, Héctor Guillermo Villalobos y Manuel Rodríguez Cárdenas; mientras que la tradición hispanista y humanista se refleja en los poemas de Juan Beroes, Pedro Francisco Lizardo, Juan Liscano y Pálmenes Yarza. 

Otros grupos notables como Sardio y Tabla Redonda congregan poetas de la talla de Ramón Palomares, Guillermo Sucre, Luis García Morales o Rafael Cadenas, y no hacen sino desarrollar estas tendencias con mayor cercanía a la oralidad de la gente del campo y a la búsqueda de la imagen prístina, pero también al coloquialismo urbano, los juegos con el lenguaje y los giros surreales, que dan pie a la inserción de las vanguardias y sus asociaciones insólitas, visibles ante todo en el surrealismo, el dadaísmo y el futurismo; así tenemos entonces voces como las de Juan Sánchez Peláez, Caupolicán Ovalles o José Lira Sosa. Rafael Cadenas ensaya primero el poema en prosa de aliento rimbaudiano y luego se permite ludismos y existencialismos que denotan desamparos anímicos o plenitudes aforísticas, aspirando a una requisitoria sobre los vicios institucionales de nuestro tiempo. Por su parte Víctor Valera Mora es autor de una obra que se mueve entre lo político y lo amoroso, lo cuasi-panfletario y lo simbólico. En sus libros dejó un testimonio clave para entender la década de los años sesenta; mientras que un poeta como Alfredo Silva Estrada persigue un tono experimental, de reflexión que avanza hacia un pulcro equilibrio lingüístico con ecos de la poesía francesa. Luis Camilo Guevara se adhiere a un verbo alucinado de connotaciones míticas y herméticas; José Barroeta tiene mucho de terredad y vuelo lírico, pero con un paisaje interior dramático. Por su lado, Gustavo Pereira da preeminencia a una cotidianidad donde conviven lo barroco con lo breve, el espacio urbano con la contemplación, y donde la soledad creadora se enfrenta a la soledad del desamparo. En un tono distinto, Eugenio Montejo construye su mundo a partir de la ausencia del mundo familiar, canta a una fugacidad que sin embargo fija los paisajes de adentro y afuera con una elocuencia extraordinaria.

Estas inclinaciones a lo social, lo imprecatorio o lo dramático presentes en poetas como Víctor Valera Mora, José Barroeta y Luis Camilo Guevara serán recogidas e interpretadas por William Osuna, Luis Sutherland, Eleazar León y Gabriel Jiménez Emán. La voz de Eleazar León discurre entre lo memorioso y la aprehensión de un presente precario, el cual sin embargo le devuelve signos maravillados. María Clara Salas es reflexiva y contundente; Luis Sutherland posee poderes visionarios de gran densidad; Elí Galindo emprende viajes por los mitos clásicos y atrapa fantasmas y aleteos sorprendentes en medio de aguas nocturnas y sombras. En las décadas finales del siglo XX ocurre una verdadera erupción de tonos y tendencias donde son nuevamente visibles los rasgos de la trasgresión; el cuerpo y la psique femeninos se expresan con enorme libertad; surge la poesía coloquial, que expresa la fricción del paisaje tecnológico y burocrático de las urbes, recogido en buena parte de la obra de William Osuna, Gustavo Pereira, Juan Calzadilla y Rafael Arráiz Lucca. Todo ello se entremezcla a afluencias de apego al paisaje, a una poesía que interroga la tierra y sus enigmas como la de Alfredo Silva Estrada, Luis Alberto Crespo, Ángel Eduardo Acevedo, Enrique Mujica, Adhely Rivero y Antonio Trujillo. O bien se encaminan a la vía de la reflexión interior, como observamos en poemas de Armando Rojas Guardia, Miguel Márquez y Santos López.

Estos son solo unos pocos ejemplos de un vasto espectro de afinidades y confluencias. No son éstos rasgos exclusivos o privativos en los poetas citados; la obra de cada escritor suele ser cambiante y ofrece varias vetas o formas de lectura. Consideremos también que la mayoría de estos poetas aún vive, que muchos de ellos se encuentran activos, dando forma a nuevos proyectos poemáticos.


Antologías
Durante el siglo veinte la poesía venezolana fue pródiga en antologías que, con mayor o menor suerte, dieron cuenta de su diversidad expresiva. Así, autores que parecían imprescindibles en unas épocas ya no lo fueron en otras; unos que aparecían tímidamente en algunas selecciones, forjaron después una obra y conquistaron su lugar en obras antológicas notables. El tiempo –y sólo el tiempo— se encargó de darles su sitio y puso en evidencia la calidad intrínseca de los textos seleccionados, o por el contrario puso al descubierto tramoyas, ardides editoriales o publicitarios, intereses grupales o políticos que permitieron tales o cuales lanzamientos. Por supuesto, también aparecían antologías latinoamericanas y europeas donde estaban presentes poetas venezolanos. Poetas como Vicente Gerbasi y Miguel Otero Silva comenzaban a aparecer en antologías importantes de España, como la de José Olivio Jiménez Antología de la poesía hispanoamericana contemporánea 1914-1970 (Alianza Editorial, España, 1971) o de Inglaterra The Penguin Book of Latin American Verse, de Enrique Caracciolo-Trejo (Penguin Books, Inglaterra, 1971) donde figuran por Venezuela Andrés Bello, Andrés Eloy Blanco y Rafael Cadenas. Desde estas antologías exigentes se tiende un arco hasta una de las más completas, Antología de la poesía hispano-americana moderna (Monte Ávila Editores, Caracas, 1993), coordinada por Guillermo Sucre con un equipo de investigadores de la Universidad Simón Bolívar, donde por Venezuela figuran José Antonio Ramos Sucre, Fernando Paz Castillo, Jacinto Fombona Pachano, Enriqueta Arvelo Larriva, Vicente Gerbasi, Juan Sánchez Peláez, Ida Gramcko, Rafael Cadenas, Ramón Palomares, Eugenio Montejo y Alejandro Oliveros. 

Durante las décadas de los años 60 y 70 ya se habían cimentado en Venezuela voces como las de Cadenas, Calzadilla o Palomares, mientras que poetas posteriores como Gustavo Pereira, Eugenio Montejo, José Barroeta, Luis Alberto Crespo, Ludovico Silva y Víctor Valera Mora comenzaban a dibujarse con propiedad en el panorama de nuestra poesía, más identificadas con los procesos sociales o políticos, como son los casos de Pereira y Valera Mora; otras van más dirigidas a la interioridad, como ya advertimos en Cadenas, Silva Estrada o Montejo. Si los años sesentas están signados por un destino político, la dificultad de ser y de transformar la sociedad, en los años setentas la poesía tiende a la dispersión y a la pluralidad. Dispersión porque estos poetas no se agruparon para definir programas poéticos ni para redactar manifiestos. La convulsa década anterior había dejado en el ambiente un compromiso que propendía muchas veces hacia el exteriorismo descriptivo, y contra el cual, creo, se reaccionó inconscientemente. Los poetas del interior del país comenzaron a conocerse de manera aleatoria, sobre todo a través de lecturas públicas y la edición privada de obras. Se comenzó a leer más directamente poesía de América Latina, el Brasil y los Estados Unidos. La dispersión, a la larga, vendrá a ser un elemento positivo para la poesía de los 70, pues permitirá ver los procesos estéticos sin coacciones, y con mayor libertad para reconocer las voces interiores que cada uno estaba dispuesto a expresar, al permitir una reflexión acerca de cuál camino elegir, sin presiones extraliterarias ni conminaciones programáticas. Esta dispersión, a la vez, permite señalar el rasgo de la pluralidad. Ya sea coincidiendo o disintiendo, los poetas establecen una empatía, un puente que les permite compartir lecturas y abrirse a nuevos cauces, nuevas confluencias, muchas de las cuales se hallan presentes en esta selección. Habían quedado atrás las actitudes exclamativas o tremendistas, los temas históricos, los casticismos y las formas métricas para cobijar lugares comunes. La lírica se abría a una polifonía históricamente explicable. No requirió de padrinazgos ni de emulaciones tutelares para acometer sus empresas verbales. Lo mismo no se puede decir de los años 80, cuyos poetas nacientes se movieron en un gran alboroto mediático, que promulgaba sus quintaesencias a través de manifiestos aún antes de que las obras fuesen editadas y pretendieron pasar por alto el legado de los poetas de los años 70.

Décadas finales del siglo XX

En una etapa posterior nos encontramos con poetas como Alejandro Oliveros, Reinaldo Pérez-Só, María Clara Salas, Eleazar León, Edda Armas, Elí Galindo, William Osuna, Luis Sutherland, Cecilia Ortiz, Celsa Acosta y César Seco que venían trabajando con plena conciencia de oficio. Esta generación es muy activa y empieza a experimentar en Talleres Literarios fundados en las Escuelas de Letras de varias Universidades, y en institutos culturales como el Centro de Estudios Latinoamericanos Rómulo Gallegos. En el interior del país también se produce este fenómeno. Así tenemos a Orlando Pichardo, Eddy Rafael Pérez, Tito Núñez Silva, Antonio Urdaneta, Antonio Duno, Wafi Salih, Dorys Saavedra, Kelly Pacheco, Jesús Enrique Barrios, Yeo Cruz, José Antonio Yépez Azparren, Naudy Enrique Lucena y Álvaro Montero en Lara; a Rafael Garrido, Ennio Jiménez Emán, Lázaro Álvarez, David Figueroa, Linda López, Dixon Rojas y Manuel y Orlando Barreto en Yaracuy; a Teófilo Tortolero, Reinaldo Pérez-Só, Alejandro Oliveros, Carlos Osorio, Carlos, Ochoa, Adhely Rivero y Luis Alberto Angulo en Carabobo; a Wilfredo Carrizales, Harry Almela, Alberto Hernández y Luis Ernesto Gómez en Aragua; a Leonardo Ruiz Tirado, Ana María Oviedo, Arnulfo Quintero López, Livio Delgado, Alberto José Pérez y Avilmark Franco en Barinas; a Celsa Acosta, Rafael José Álvarez, Ramón Miranda, Paul González Palencia, Marvella Correa, Hugo Fernández Oviol, César Seco, Benito Mieses, Antonio Robles, Ennio Tucci, Yariza Rincón y Gilberto Petit en Falcón, sólo para citar algunos nombres sobresalientes en algunos estados. Con ellos comienza a descentralizarse la irradiación poética de Caracas; se produce entonces un diálogo con la provincia; (si bien observamos, la gran mayoría de los poetas que se divulgan desde Caracas provienen del interior del país), se van creando revistas, talleres, antologías; poco a poco se respira un aire menos atomizado en cuanto a la difusión de los autores fuera de sus regiones de origen, sobre todo porque recitales, lecturas, charlas y bienales literarias se convierten en puntos de referencia para explorar el país de un modo más exigente y apasionado. Se procura entonces un diálogo que va a tener consecuencias determinantes en cuanto a la percepción de la poesía como hecho colectivo, o mejor dicho, como hecho estético que no puede entenderse sino como crisol de experiencias humanas cuyo epicentro es lo colectivo, en el sentido de que éste debe ser público y compartido.

Los mejores escritos sobre poesía de los años 60 y 70 gravitan en ese sentido; sus autores son Ludovico Silva, Juan Liscano, Guillermo Sucre, Oscar Rodríguez Ortiz y Julio Miranda, y en una generación posterior Armando Rojas Guardia, Hanni Ossott, Juan Carlos Santaella, Alejandro Varderi, Ennio Jiménez Emán y César Seco iluminan sentidos y conforman un corpus crítico notable, que reflexiona, antologiza, redacta prólogos, estudios o tesis académicas, y permite calibrar mejor los legados poéticos de cada etapa. 

En el terreno de las antologías tenemos, entre otras, las de Otto D’Sola, J. A. Escalona Escalona, Douglas Palma, Jesús Salazar, Rafael Arráiz Lucca, Alejandro Salas y Joaquín Marta Sosa, siendo la más generosa la de Escalona Escalona Nueva antología de poetas venezolanos (Nacidos entre 1930 y 1960) (Mérida, 2001); la más original en el manejo del criterio la de Alejandro Salas, Antología comentada de la poesía venezolana, y la que abarca más períodos hasta la fecha la de Joaquín Marta Sosa Navegación de tres siglos. Antología básica de la poesía venezolana 1826-2003 (2004), pues intenta recoger los mejores textos hasta los últimos años del siglo veinte, exhibe una organización bibliográfica excelente y nos ofrece un esmerado estudio sobre el proceso de nuestra lírica. No es una antología diacrónica sino temática y la navegación por el tercer siglo es por supuesto casi inexistente. Como toda antología, no puede cubrir todas las expectativas y deja fuera nombres importantes. De la primera mitad del siglo veinte la más completa es la de Otto D’Sola Antología de la moderna poesía venezolana (1940). Vale la pena detenerse en esta antología de D’Sola, pues ella remarca un criterio de selección que puede ser útil para ubicarnos dentro de la llamada “moderna” poesía venezolana del siglo XX. Es una obra estrictamente cronológica y generacional, tanto, que primero realiza un paneo sobre lo que él llama “los precursores de la poesía moderna” a quienes ubica entre los años 1880 y 1885 y son Juan Antonio Pérez Bonalde y Miguel Sánchez Pesquera; después se detiene en “los populares de la generación 1885 y 1890”: Alejandro Romanace, Pablo Emilio Romero y Tomás Ignacio Potentini. En un espacio estético más vasto sitúa a parnasianos y neoclásicos, aunque también reducidos al lustro 1885-1890. D’Sola maneja aquí un criterio generacional por lustros y no por décadas, que se mantendrá para los poetas cuyo trabajo sobresale a partir del año 1910, para quienes no tiene una tendencia o movimiento concretos de ubicación, en un amplio registro de veintitrés autores que van desde Alfredo Arvelo Larriva hasta Luis Yépez. De ahí en adelante D`Sola continúa aplicando un criterio que no toma en cuenta tendencias o líneas estéticas dominantes, sino meramente definidas por lustros o por décadas (1915-1920-1930 y 1935), lo cual, lejos de ayudar al lector, no hace sino confundirlo. Tampoco luce muy exhaustivo –mejor sería decir exigente— en cuanto a la elección de los autores, sobre todo en lo que se refiere a los poetas localizados entre los años 1915-1920.

El prólogo de esta antología no fue escrito por D’Sola sino por Mariano Picón Salas, que con su admirable prosa y su lucidez va marcando ciertas pautas para definir la modernidad. En este caso, está seguro de que con Pérez Bonalde nace la modernidad en Venezuela, pues reacciona “contra lo que había pesado más en la poesía venezolana: le elocuencia”, reafirmándose en “el sollozo viril que no estalla”, en la nocturnidad y el acento cosmopolita, para luego ir hacia los caminos de la erudición que degeneraron, según Picón Salas, en “la copiosa herencia enseñante de Andrés Bello, los del idioma académico y la intención didáctica; a éstos se oponían los poetas deliberadamente incultos, en quienes la gracia andaba envuelta con el ripio y el acierto con la vulgaridad, como un Martín o un Abigail Lozano”. Están por supuesto también los imitadores de la poesía española del siglo XIX, apegados a lo grandilocuente, y los autores que hacen uso de la malicia criolla, como Alejandro Romanace o Job Pim. Pero no tiene dudas Picón Salas en señalar como iniciador de la poesía moderna de Venezuela, veinte años antes de que comenzara el movimiento Modernista (cuyo padre tutelar fue Rubén Darío) a Pérez Bonalde. Hechas estas aclaratorias, Picón Salas se sumerge en una serie de digresiones que nos ayudan mucho a comprender las tensiones políticas y las luchas del venezolano, mejor reflejadas, según él, en los narradores que en los poetas. Pasa a aclararnos que la modernidad de la generación de 1895 fue la de la palabra, el tema y el ritmo, transcritas en versos parnasianos y octosílabos, como la de Gabriel Muñoz; después la Venezuela de los valses y los pianos como la que se expresa en la obra de Andrés Mata y Ezequiel Bujanda. Mientras que Víctor Racamonde y Juan Santaella se amoldan más a la nota “schubertiana” que nace con Rubén Darío. El Modernismo y el Decadentismo siguen por caminos similares, sobre todo el Modernismo cuando cae en la orfebrería vacía de las palabras, o cuando el Decadentismo –que es refinamiento voluptuoso, afán de desconcertar al buen burgués con sus paradojas y su práctica del arte por el arte— terminan por preparar el terreno para lo que luego serán las notas dominantes de los poetas de los años 30 ó 40: la intimidad y la confidencialidad versus el titanismo de los neoclásicos, el pensar la inspiración con la disciplina de la forma, para reaccionar contra la abundancia del sentimentalismo ripioso; la exaltación solar contra las tendencias deprimentes (“el sol contra la luna”) de los trasnochos lunares; el surgimiento del mundo infantil como un tema autónomo de la poesía; el auge del folklore y de la copla; la interrogación a Dios y al Destino que crea una entonación filosófica distinta; y finalmente la voz de Pablo Neruda, que pasó con su torrente de aguas impuras, disolventes y caóticas y llevaron consigo la impronta de una época llena de insomnio, desesperación y aventura, conforman una maravillada visión del mundo.

Esta breve síntesis de rasgos para la modernidad puede ser útil en esta confluencia de poetas modernos, sólo que algunos de ellos pertenecen más al final del siglo XX, viéndome en la necesidad de aclarar ciertos puntos asociados a este concepto, ciertamente escurridizo, pues se nutre del abigarrado mundo de la cultura popular y lleva en sí mismo el germen de su destrucción, una noción ambigua, huidiza y paradójica. Bajo ella se suelen abrigar las más brillantes ideas pero también las más disparatadas teorías y especulaciones.

Por su parte Guillermo Sucre, en el prólogo de su Antología de la poesía hispanoamericana moderna nos advierte que la poesía hispanoamericana moderna es “la que se inicia, hacia 1880, con el momento modernista, hasta la poesía de las últimas décadas (…) Un lapso tan vasto que abarca casi cien años (…) Cronología y períodos, estilos y tendencias: era inevitable que tales referencias influyeran en esta división y reagrupación de autores. Pero, como se explica en la introducción de cada una de estas partes, se ha querido combinarlas y aplicarlas con flexibilidad. Se evita, por ejemplo, delimitar demasiado los períodos o hacer excesivo hincapié en fórmulas estéticas generales que, por si mismas, casi nunca llegan a revelar la singularidad de cada autor. Esta más amplia flexión, por tanto, quizá permita vislumbrar otros principios de ordenamiento.”

Hago esta cita de Sucre en ocasión de resaltar el vasto campo de percepciones estéticas que implica la modernidad: sus máscaras, sus disfraces, sus contrariedades, su heterodoxia, su diversidad y sus paradojas, que ni el discurso postmoderno ni el de las transvanguardias han logrado aún abordar bien. Tales  criterios pudieran aplicarse a la mayoría de los poemas aquí elegidos, mas no a la poesía que se escribe desde el año 2000, que desea ingresar a otro canon estético. Estamos hablando hoy de un discurso poético interdisciplinario, transgenérico, intervenido por la tecnología, los monitores, la cultura de masas, la cultura fragmentaria, el espectáculo, el cine, la fotografía, las realidades virtuales y digitales, la velocidad de la información, el minimalismo, el coloquialismo, la ritualidad cotidiana. El discurso de la globalización interviene a veces el discurso poético para bien o para mal, esta es una realidad innegable.



GABRIEL JIMÉNEZ EMÁN, Nació en Caracas, en 1950. Escritor venezolano reconocido por su obra narrativa y poética, la cual ha sido traducida a varios idiomas y recogida en antologías latinoamericanas y europeas. Vivió cinco años en España y ha representado a Venezuela en eventos internacionales en Atenas, París, Nueva York, México, Sevilla, Salamanca, Buenos Aires, Santo Domingo, Ginebra y Quito. En el terreno cuentístico es autor de varios libros entre los que sobresalen: Los dientes de Raquel (1973), Saltos sobre la soga (1975), Los 1001 cuentos de 1 línea (1980), Relatos de otro mundo (1988) Tramas imaginarias (1990), Biografías grotescas (1997), La gran jaqueca y otros cuentos crueles (2002), El hombre de los pies perdidos (España, 2005) y La taberna de Vermeer y otras ficciones (Caracas, 2005), Había una vez… 101 fábulas posmodernas (2009). Ha recibido, entre otros reconocimientos, el Premio Municipal de Narrativa del Distrito Federal, el Premio Romero García de Narrativa del Consejo Nacional de la Cultura y el Premio Nacional de Narrativa Orlando Araujo y recientemente el Premio Solar de Ensayo de la Fundación de Cultura del Estado Mérida (Mérida, 2007) por el libro El espejo lúcido. En el campo novelístico nos ha ofrecido La isla del otro (1979), Una fiesta memorable (1991), Mercurial (1994), Sueños y guerras del Mariscal (2001; 2007), Paisaje con ángel caído (2004) y Averno (2007). Sus libros de ensayos literarios son Diálogos con la página (Caracas, 1984), Provincias de la palabra (Caracas, 1995), El espejo de tinta (Caracas, 2008) y Una luz en el camino. Fundamentos de ética para adolescentes (Caracas, 2004), Espectros del cine (Caracas, 1998) y El Contraescritor (Caracas, 2008). Como poeta es autor de los libros Materias de sombra (Premio Monte Ávila de Poesía, 1983), Narración del doble (1978), Baladas profanas (1993) y Proso estos versos (1998), Historias de Nairamá (Anzoátegui, 2007). Ha realizado una amplia labor como investigador y antologista, entre cuyas obras se encuentran: Relatos venezolanos del siglo XX (1989), El ensayo literario en Venezuela (Caracas, 1988), Mares. El mar como tema en la poesía venezolana (Caracas, Premio ANDA, 1990), Ficción Mínima. Muestra del cuento breve en América, (Caracas, 1996), y antologías literarias con sendos estudios sobre Víctor Valera Mora, Luis Fernando Álvarez, John Lennon y Bob Dylan, Brian Patten, Baica Dávalos, José Lezama Lima, Vicente Huidobro, Ludovico Silva, Salvador Garmendia y Adriano González León. Es traductor de poesía de lengua inglesa y editor independiente. Dirige la revista y las ediciones Imaginaria, dedicadas a lo inquietante y lo fantástico y Coordinador General de la Fundación “Elisio Jiménez Sierra”. Ha sido Coordinador de la Plataforma del Libro y la Lectura (Ministerio del Poder Popular para la Cultura) y Director General del Gabinete Ministerial de Cultura en el estado Yaracuy y miembro de la Junta Directiva Nacional de la Red de Escritores de Venezuela.

El canto feroz de Enrique Lihn por César Seco

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Hasta el último hálito, Enrique Lihn fue fiel a su vida. Es la verdad que dice el libro con el que cierra su obra, confirmado por el testimonio de quienes pudieron verle en esos días en que aguardaba el viaje último. Linh desencantó siempre a los que esperaban de él fiel adhesión a credos políticos o posturas literarias. De espíritu crítico, imaginaria y furtivamente creador, supo deshacerse a tiempo de cualquier tipo de militancias incondicionales, por lo que fue siempre un sospechoso para los dogmáticos de izquierda y un sujeto peligroso para los serviles de la derecha. Reacio a formar parte de algún bando por interés de figurar o de que se le reconociera alguna influencia respetable, canónica. Quienes le auguraban un camino brillante como académico llegaron a tildarlo de suicida por no obedecer a programas ni a reducciones ni resoluciones rectorales. Se las jugó todas por la libertad de creación, de pensamiento y por el derecho a disentir, no aceptando ningún tipo de imposición ni asumiendo ningún tipo de impostura. Lihn no huía del debate y más de una vez nadó a brazo suelto en polémicas, con ese histrionismo que su autenticidad de hombre y de poeta no podía evitar. Lihn fue actor de su propia comedia y ajusticiado personaje de su propio drama. Un descreído de todo y un creído de nada, dudaba hasta de sí mismo, incluso de la poesía a la que se entregó como sólo se entrega un adolescente a una novia mayor que él y totalmente desprejuiciada. Por ella apartó familia y se hizo un solitario, un nómada. Abominaba de quienes le concedían una función de utilidad a la poesía, burlándose de quienes le endilgaban toda la pureza inexistente en un mundo insano existente.

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En la víspera de un partido de futbol que enfrentaba las selecciones de Chile y Venezuela, le conversaba a mi cuñado sobre la cantidad de notables poetas que Chile ha dado, dije entonces: -Comenzando por Huidobro, Neruda (desde luego), la Mistral, de Rockha, Parra-, y mientras él me nombraba a sus futbolistas, le solté él nombre de Enrique Lihn, porque éste había vivido en Cuba por la misma época en que siendo de la juventud comunista mi cuñado estuvo en la isla caribeña. Él dijo no conocerlo, pero sí, su hijo que es poeta y profesor, haciendo su voz puntual, preguntándome: -¿Y Anguita, Rojas, Teiller?-, y al ver que sólo obtuvo de mí un silencio reverencial, soltó esto: -Bueno, hasta Bolaños…-. Se escuchó el pitazo en el estadio seguramente, pero no en el televisor,  y ya los veintidós hombres andaban tras el balón. El deporte más globalizado del planeta nos robó la atención y nos olvidamos de la poesía entre gritos de euforia y tragos de cocuy.  Una vez cumplido el tiempo reglamentario celebramos la victoria de nuestra selección contra uno de los favoritos. Hubo más cocuy de por medio y más olvido. Estuvimos a punto de salir en caravana, pero nos contuvo que había enfermo en casa, mi suegra. Todos se marcharon y cuando me vi solo presioné el interruptor del televisor y el luminoso artefacto se apagó como quien se muere de repente; en mi cabeza tintineaba el apellido del poeta: Linh. El día anterior había ido a la librería y había comprado una antología suya publicada por Casa de las Américas. Recordé entonces que llevaba conmigo la vieja promesa de leerlo, desde la vez aquella que escuché su nombre de boca de Dámaso Ogaz, quien lo juntaba a de Rockha y a Parra, y que, como el propio Lihn, desdeñaba de Neruda con una mueca de desprecio, viejo asunto éste que divide las preferencias poéticas de los chilenos. Recuerdo más o menos sus palabras una tarde que con ayuda de un proyector y un termo repleto de café nos hablaba de arte y poesía en el atrio iluminado de una vieja casa de Coro: -Ah Lihn, él nos enseñó que la poesía es siempre libre, mientras que el bufón que la escribe es su prisionero-. Podíamos estar en desacuerdo con lo dicho por el maestro y de hecho lo estábamos y se lo hicimos saber, pero él nos replicó que, como jóvenes, sólo nos quedaba aguardar el momento para cuando la misma poesía nos diera esa lección y cabizbajos salimos de ahí como si nos hubiera mentado la madre. Pero una grave resonancia se fue con nosotros a la esquina donde estaba el bar y éramos tres a los que lo dicho por el maestro nos comenzaba a parecer una inobjetable verdad, pero no sabíamos quien era ese tal Lihn cuyo solo nombre ya nos seducía. No sé por qué no lo leímos en el momento y sí por qué se fue convirtiendo en lectura aplazada hasta este momento que abro su libro de cubierta azul.

3

La poesía de Lihn es difícil fragmentarla en favor de la cita, pero este fragmento que traigo a colación parece resumir todos los intersticios de su febril poética y de toda la autenticidad de su vivir: “Porque escribí no estuve en casa del verdugo/ ni me dejé llevar por el amor a Dios/ ni acepté que los hombres fueran dioses/ ni me hice desear como escribiente/ ni la pobreza me pareció atroz/ ni el poder una cosa deseable/ ni me lavé ni me ensucié las manos/ ni fueron vírgenes mis mejores amigas/ ni tuve como amigo a un fariseo/ ni a pesar de la cólera/ quise desbaratar a mi enemigo./ Pero escribí y me muero por mi cuenta/ porque escribí porque escribí estoy vivo”. A partir de aquí sólo nos queda leer el libro al revés, irnos hasta su libro Diario de muerte (1989) y de allí venirnos a los poemas de La pieza oscura (1963), el libro que confirmó su propuesta como una de las más autenticas de la poesía hispanoamericana. Lihn nunca separó realidad y literatura, poesía y vida, consideraba que era imposible suplantar esa dualidad complementaria de la una con la otra, pero que, para un poeta como él, era urgente y necesario reconocer su diferencia para no engañarse ni inútilmente tratar de engañar a los demás: “Nada tiene que ver el dolor con el dolor/ nada tiene que ver la desesperación con la desesperación/ Las palabras que usamos para designar esas cosas están viciadas/ No hay nombres en la zona muda/ Allí, según una imagen de uso, viciada espera la muerte a sus nuevos amantes”. Esto lo escribió esperándola él (el poeta) a ella (la muerte), convencido de que: “Los muertos no escriben. Escribieron”.  Toda la poesía y la reflexión teórica de Lihn descansan sobre bases firmes y profundas y en Diario de muerte, no lo es menos, ya que ahonda en las premisas críticas del estructuralismo, la semiótica y el psicoanálisis. El poeta que lo escribe lo hace dotado de todo y de nada, a sabiendas que se le escapa la vida: “Quiero morir (de tal o cual manera) ése es ya un verbo descompuesto/ y absurdo, y qué va, diré algo, pero razonablemente, evidentemente fuera de lenguaje en esa/ zona muda donde unos nombres que no alcanzan a ser/ cuando ya uno, qué alivio, está muerto, olvidado ojalá previamente de sí mismo/ esa cosa muerta que existe en el lenguaje y que es/ su presupuesto/ Invoco en la consulta al Dios/ de la no mismidad, pero sabiendo que se trata/ de otra fricción más/ sobre la unión de Oriente y Occidente/ de acápites, comentarios y prólogos/ Un muerto al que le quedan algunos meses de vida tendría que aprender/ para dolerse, desesperarse y morir, un lenguaje limpio/ que sólo fuera accesible más allá de las matemáticas a especialistas/ de una ciencia imposible e igualmente válida”.

Advertimos cierta repetición distinta de lo mismo, como solía decir el propio Lihn, de eso que él tenía por “escritura en expansión”, en la que los temas mas presentes de la vida y la poesía, el amor, la muerte, los sueños, la memoria, el tiempo, son instancias que no pueden disociarse y que a un mismo nivel dialogan en la realidad y en la imaginación hasta volverse escritura: “… el sueño de la letra donde toda incomodidad tiene su asiento/ la cárcel de tu ser que te privaba del amor escrito silenciosamente en el muro/ o figuras obscenas untadas de vómito/ tu vida que –otra palabra- se deslizó, sin haberse podido/ engrupir en lo existente detenerse en lo pasajero hundir el hocico/ feliz en el comedero, golpear por un asilo nocturno/ con el amor como una piedra/ la muerte fue la que se disfrazó de mujer en el altillo/ de una casa de piedra y para ti de sombra y humo y nada/ porque ya no podías enamorar a su dueña, temblando/ del placer de perderla bajo una claraboya con telarañas/ tienes que reconstituir ese momento ahora que la dueña de la casa es la muerte/ y no la otra, esa nada ese humo esa sombra/ darte el placer de ser ella y de unirte a ella como los labios de Freud/ que se besan a si mismos”.  Todo es una y otra cosa a la misma vez por obra de la alteridad. Prevalece en Diario de muerte la actitud desmitificadora que caracterizó todo el discurso poético de Lihn: “Hay solo dos países: el de los sanos y el de los enfermos…Un enfermo de gravedad se masturba/ para dar señales de vida… La muerte es un éxito público/ Basta con doce personas/ No quiero a nadie más en la platea… La muerte debe venir en una atmósfera de relatividad/ como una burguesa que visita por primera y última vez/ a cultivar la amistad sin interrupciones/ con un casual admirador que lo ha hecho todo/ para aceptarla”.  Le habla, la confronta desde su lecho, la ve calva tejer sus tretas en su espera, la presiente parca ya cortando el hilo que lo ata a la vida: “Simplemente está allí  donde todos la miran/ sin verla, una ceguera que imita la mirada”.

Indisolubles, principio y fin, la patria perdida de la infancia (La pieza oscura) y la patria inefable de la muerte (Diario de muerte), abren sus puertas a los fantasmas que persisten en la memoria del poeta como ráfagas de viento, concurrido, familiar, donde lo más presente es el miedo subterráneo de ayer que se vierte en descarnado y escéptico presente del padecer final, y que igual atraviesa ambos libros como murmullo susurrante, convertido éste en rabioso testimonio de vida y de muerte, y en el que siempre habrá lugar para el erotismo y la reflexión. En el primer Lihn y en el último todo tiende a ser argumentado y el modo elegido casi siempre es el monólogo. Es así como dos poemas de La pieza oscura anuncian ya esta característica que con cambios y retrocesos acompañará al poeta en su tránsito expresivo. Estos dos poemas son: “Monólogo del padre con su hijo de meses”, y “Monólogo del viejo con la muerte”. Uno es la celebración de la llegada a la vida a ese alguien que no la conoce (el niño) y que le tocará enfrentarla, el otro se presenta como testimonio de quien no le queda otra puerta por abrir sino la de la inmensa nada que se cierra ante sus ojos (el viejo): “Nada se pierde con vivir, ensaya;/ aquí tienes un cuerpo a tu medida./ Lo hemos hecho en sombra/ por amor a las artes de la carne/ pero también en serio, pensando en tu visita/ como un nuevo juego gozoso y doloroso;/ por amor a la vida, por temor a la muerte/ y a la vida/ por amor a la muerte/ para ti o para nadie”. Expresa ese no saber en que la vida es preparación para la  muerte y ésta en reconocimiento de la vida en su esencia: “Nada se pierde con vivir, tenemos/ todo el tiempo del tiempo por delante/ para ser el vacío que somos en el fondo”.  Juventud, amor, placer, causas, todo ello puede ser ilusorio cuando se vive sin objeto. No hay modelo único para cada quién, es la advertencia del padre al hijo inexperto, que se convertirá en hombre por lo que se gane o responsabilice y que hará de su cruz lo que le venga en gana si lo merece o no, o bien lo disuelve en la nada del rebaño, antes de hacerse viejo y problemático asunto de si mismo: “… como quien vuelve a su país de origen/ después de un breve viaje interminable/ corto de revivir, largo de relatar/ te espera en ti la muerte, tu esqueleto/ con los brazos abiertos, pero tú la rechazas/ por un instante quieres/ mirarte larga y sucesivamente/ en el espejo que se pone opaco”. Y es que la muerte nos devuelve con una sola mirada lo que somos, lo que estuvimos siendo mientras estuvimos vivos, como  de entrada lo dice Lihn en el segundo Monólogo: ”Y bien, eso era todo./ Aquí tiene la vida, mírese en ella como en un espejo,/ empáñela con su mismo suspiro”.  Niño al que abofetean los mayores y llora de puro sentimiento o que ante el primer muerto familiar llora también, pero esta vez ante lo desconocido, mientras el vuelo de una mosca lo distrae. Adolescente que descubre los primeros vicios de su carne en plena confrontación con las virtudes aprendidas y el fingimiento moral que no ata el potro de la concupiscencia porque sabe ya que Dios no dura nada cuando la mejilla ofrecida  obtiene otra bofetada y la negación o la no existencia en él se la disputan Marx o el diablo y descubre que tal paraíso rojo o de fuego lo consume de pies a cabeza y no es tal el milagro de sentirse muerto en vida habitado por un subterráneo de inconclusiones y equívocos, en el que sin duda hay siempre unos aciertos pero que pesan menos que un cristal de sal en una tela y la oferta de convertirse en otro no le parece un buen negocio como lo pinta la autoridad paterna, ya es un hombre. “Mírese bien, es Ud. ese hombre/ que remienda su única camisa/ llorando secamente en la penumbra./ Viene de la estación, se ha ido alguien,/ pero no era el amor,  sólo una enferma/ de cierta edad, sin hijos, decidida a olvidarlo/ en el momento mismo de ponerse en marcha”.  La vejez puede verse ella sola sentada en una ola de recuerdos que van y vienen como el tiempo mismo que ha transcurrido en mancillar la carne con sus huellas, arrugado papel que es la piel, no vencida del todo pero sin nada anhelante ya conque reclamarle al placer le devuelva el gobierno que una vez tuvo sobre ella: “Y bien, eso era todo. Véase Ud. de viejo/ entre otros viejos de su edad, sentado/ profundamente en una plaza pública./ Agita Ud. los pies, le tiembla un ojo,/ lo evitan las palomas que comen a sus pies/ el pan que Ud. les da para atraérselas./ Nadie lo reconoce, ni Ud. mismo/ cuando ve su sombra./ Lo hace llorar la música que nada le recuerda./ Vive de sus olvidos/ en el abismo de una vieja casa./ ¿Por qué pues no morir tranquilamente?/ ¿A qué viene todo esto?/ Basta, cierre los ojos;/ no se agite, tranquilo, basta, basta./ Basta, basta, tranquilo, aquí tiene la muerte”. Ese Ud. repetido con insistencia sólo es la separación del resto que vamos adquiriendo con la vejez como única e inevitable preparación para la muerte. Uróboros entre uno y otro libro, la vida muerde la cola de la muerte y viceversa. Le ha bastado al poeta vivir para reconocer su propia muerte. 

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No estaría saldada esta debida lectura sino nos ocupáramos aquí de esa otra zona de la poesía de Lihn que tiene que ver con su nomadismo vivencial y literario y que va a ser algo así como el escenario escrito de sus contradicciones, que da lugar a sus puntos de cuenta con el presente que le tocó vivir y su desprendimiento de un pasado que no le otorgó otra opción que hacerse reconocido fuera de su país de origen, escritura ésta que contribuyó para conjurar esas mismas contradicciones, apropiarse del uso del versículo como medio de expresión, más cercano éste a la querella contra lo que pretendiera imponérsele y contra sí mismo. Es el relato de sus viajes y regresos, de sus amores y desamores, es la visualización tangible de esa otra patria que no dejaba de acompañarlo: la duda. Tres libros dan cuenta de ello: Escrito en Cuba (1969), París, situación irregular (1977) y A partir de Manhattan (1979). El primero de los nombrados es una especie de diario, de anotaciones y fragmentos, de asociaciones de imágenes a lo Pound, o bien como lo hiciera este en sus Cantos. Un poema largo, el más largo de todos los poemas largos que escribió y en donde no deja de ensayar ese canto feroz no exento de erotismo en el que nada parecía quedar fuera, todo entra (vivencia, viajes, lecturas, amor, recuerdos, sueños), y nada queda en pie (dios, religión, moral, ideas, ciencia) y cada fragmento se proyecta en el siguiente a manera de contrapunto. Le sirve este poema para reflexionar sobre su estadía en un país donde le parecía que para ese momento se intentaba una revolución seria, no meramente tronante de asaltos y proclamas, que sucedía en un momento violento de la historia de la humanidad pero también de definición de su posible destino, con la guerra de Vietnam andando y la propia revolución cubana tratando de definir su propio camino, revolución de la que luego se desencantaría pero que ya aquí le suelta algunos disparos, como ese en que se niega a poner su poesía al servicio de las armas así conlleve esto la lucha contra la injusticia humana. También le sirve para poner en duda su condición de poeta y la de la poesía misma: “Insinúo, con timidez, una respuesta negativa/ Comprendo que los tiempos que corren tienen que desmentirme/ y acepto absolutamente aquí y ahora un juicio relativo/ / El poeta no es ni un pequeño dios ni una pequeña República/ La poesía no sirve para nada”.  Descree el poeta  de que la imaginación deba hacerle coro al poder constituido para estar más cerca de la realidad, pero no así de que constituya por sí misma otra forma de lucha: “/… lo imaginario deja de ser lo que es para pactar con el mundo o lo traiciona en principio./ De todas formas la suya es una bandera blanca también/ en medio de la lucha/ el símbolo de su perplejidad ante los hechos/ y en la historia no hay fábula que valga ni un solo centímetro del terreno conquistado/ a sangre y fuego nunca a poesía/ ni un solo sueño que pueda dormirse hasta el final/ ni una sola locura perdonable/ que escape a los rigores de los conductores del pueblo”.  El poeta reniega sin pudor de la cultura occidental pero hace uso de ella sin remilgos por medio de citas y alusiones (Rimbaud, Eliot, Marx, Dostoyevski): “Está la tentación de citarlo todo/ como un rufián que trasquilara al cordero”.  Ve a Pound como un anticipo de toda soledad. A ese fantasma crucial/ que oscila desgarrado entre la poesía y los excesos/ de una razón delirante./ Contra la usura/ dilapidamos la noche, nos acercamos a la muerte. Sí, lo ve como si estuviera viéndose a sí mismo, pero antes ha tenido que sopesar sus sueños y encontrarse con Cardenal, que no obstante apartarlo del vértigo con su mística militante lo devuelve a la sospecha de que ello es sólo un sueño razonable. Y todo va tornando a encierro, cual el del niño de la pieza oscura, encierro en sí mismo y en el todo contemplado: “Esta cara que miro en la oscuridad en el espejo/ es la de un condenado sin apelación/ a una maldita vejez…/ pero el telón cae y tú tienes  efectivamente veinte años más/ y no hay manera de cambiar el numerito/ la escena un cuarto de baño en que veinte años después/ el solitario hace muecas mirándose a la oscuridad del espejo”.  Sabemos que ese tú no es otro que el que sabe que ha estado actuando su monólogo para sí mismo reflejado en la escritura, lejos, en el país de nadie y de todos.

En París, situación irregular, Lihn ensaya otra mirada, como si cambiara de foco: esta vez trata de localizarse en el afuera. Esta vez la poesía depara a lector una cámara como para seguirle los pasos al sujeto “ensimismado y taciturno, apesadumbrado y doliente”, pero ante todo consciente: “La dialéctica de lo nuevo y lo viejo es la modernidad que/ dijo Baudelaire./ Fuera de ella, nada hay de viejo bajo el sol”.  Está claro que ha de ocuparse en este poema de la muerte del sujeto. ¿Cómo? El resultado es un discurso deshilvanado, de frases sueltas que van y vienen como un peloteo sobre una pared, de imágenes sucesivas que el ojo va registrando sin que ninguna asuma un papel preponderante, ese discurso es como de reportaje con  fotografía detenida inclusive:  “puente Nuevo París verde Galante/ La bella jardinera junto al Sena/ Comerciales, históricos/ La tinta de mi lápiz se congela”.  La variopinta callejera de la ciudad luz,  el ombligo del mundo donde vienen a coincidir todas las razas, las pasiones y los vicios: “Oh, vieja, vieja civilización/ madre fálica en la que t-to-todas nuestras monstruosidades pueden decir/ su nombre/ y son buenos negocios/ situaciones regulares”. Todo indica allí que hay algo descompuesto, que todo lo viejo muere para resucitar diariamente en algo nuevo, porque es esa y no otra su fórmula “de hacer e viejo nido nuevo en medio de tantas y tantas ruinas/ constituye sin duda una fuente de prestigio”, porque todo allí se ha vuelto razonable, es decir todo lleva el discurso de Descartes calado hasta los huesos, y es casi imposible no sentirse ajeno y participe a un mismo tiempo de la novedad y la confusión que pregona un adelanto del progreso, que en verdad es para el sujeto, ausencia de si mismo: “Ser la nada del no ser o ser la nada que somos; polvo e incluso polvo/ que nunca en nada llegará a convertirse/ y vivir en medio de esa ausencia que se adelanta/ constantemente al futuro porque somos esa ausencia”.

Si en París el poeta probó estar en el ombligo del mundo, en Nueva York  sabrá que ha llegado al vaciadero, al gran basural del mundo donde todo se desecha y poco se recicla: Todo gira vertiginoso en esta ciudad, pero eso mismo es su no moverse, una escenografía que solo cambia de apariencia. Es lo que se desprende de la lectura de A partir de Manhattan,  dicho casi de forma patética, pero con una eficacia casi fílmica: “La fermentación de las aguas del tiempo que se enroscan/ alrededor del detritus como el caracol en su concha/ el éxtasis de lo que por fin se pudre para siempre”. N.Y, ciudad fría, anida una llamita sepultada, cual una monja avistada en el subway: “El flujo de este mundo de fermentaciones y violencia/ necesita de algo que no lo necesite/ y eso, a lo mejor, se le parece íntimamente/ Llama fría en un vaso de escarcha/ hermana de la caridad organizada/ pequeña forma de nada que toma al cristalizar la ráfaga/ Ella que no germinó ni se despliega y que morirá/ extenuada, del temor de apagarse”.  Flujo de imágenes, de letreros comerciales, que un viento cortante esparce y religa como al azar, pero que el poeta  aprehende recurriendo a la ironía: “Si el paraíso terrenal fuera así/ igualmente ilegible/ el infierno sería preferible/ al ruidoso país que nunca rompe/ su silencio, en Babel”.  Concurrido paisaje soledad inúmera que bien pintó Edward Hopper.: “…un mundo de cosas frías/ y rápidos encuentros entre maniquíes vivientes”. Paisaje al que nada colma porque todo lo excede: “Manhattan en sí misma carece de realidad”, es, sin más, un ofertorio, una vitrina de cristal, o bien una Catedral vacía que pretende ser “una gran sucursal del cielo”, o que Lihn supone, como en Eliot, “una mariposa sobrexcitada por la luz”, o bien asimila a “un oxímoron de Poe”, alter ego en el que puede reconocerse en medio del tráfago de la ciudad donde nadie le importa a nadie: “… el engreído/ diestro en atribuciones, citas y coartadas/ como yo”.


No agotamos con esta lectura una propuesta poética que tiene otros temas que abordar y que se vuelca crítica en cada libro sobre lo ya alcanzado.  Por ejemplo en Una nota estridente (2005), libro publicado con treinta años de retraso, pues los poemas que lo hacen fueron escritos entre 1962 y 1972. Lihn con denodado sarcasmo somete a juicio su poética, como lo había hecho en La musiquilla de las pobres esferas (1969) y en Antología al azar (1982). El discurso sigue siendo analítico y desenfadado y el río de imágenes no deja de atravesar su cauce expresivo, pero esta vez el poeta no evita la estridencia, la busca a propósito,  como si estuviera ejecutando una pieza ante un público que le observa  y sólo espera de él, esa verdad reiterativa que siempre se le convirtió en duda, en sarcasmo, en descreimiento permanente, sin apartarse desde luego de ese “gusto adquirido” por el lenguaje, aunque sabiendo de antemano que “el mundo no es todo palabras y palabras”, pero en el que bien cabe un reclamo que desmiente eso que se suele tener por poético y que hace eco a aquello que Keats afirmara:  “Un poeta es lo menos poético de la realidad” y que Rafael Cadenas reflexionara con tino en un afable librito que leímos hace años.  Dice Lihn en el suyo:  “Poesía, qué amigos para un club del lenguaje/ somos los inocentes, estos trabajadores/ ociosos de la voz, fatigados de oírse/ en largos recitales salivosos:/ sociedad de socorro y puñaladas mutuas…”. Y si bien no pide pureza como otros, pide humildad cuando expresa: “Un buen verso no hace el verano del poema/ ni tampoco la ciencia o la paciencia/ la situación del sol es lo que importa/ y la naturaleza del terreno./ Poeta, no eres dueño de la tierra que pisas”.  No hay que confiarse en las palabras, esto Lihn siempre lo tuvo presente y aquí lo dice ya con una mayor claridad: “Y tampoco las palabras se pierden, se transforman/ y además de todo, las palabras son mudas/ como en la poesía las palabras son mudas/ como en los sueños no siempre dicen lo que son/ una expresión amable puede ser una injuria/ y una injuria el eco exactamente invertido/ de una confesión amorosa, el miedo puede hablar/ en la lengua de los héroes, y la esperanza adoptar el tono de las ruinas y los cantos gregorianos”. Demuele a los críticos como si les devolviera la puñalada que suelen estos infligir a los poetas: “Los críticos prefieren, ante todo, el tribunal/ o en su defecto las delicias del pulpito”. Pero quien no puede salvarse de su feroz canto es la propia literatura: “…escribo en la medida que odio la literatura/ y a los autores jóvenes me gustaría gritarles/ basta de farsas, ustedes entrarán también en el negocio/ porque la literatura es el oficio más blando/ también para quienes lo practican con odio…Las siete vidas del poeta bastan y sobran/ para convertir a un terrorista en un hombre de orden/ pero la Literatura/ es de por sí lo contrario de un verdadero escandalo/ a lo sumo una buena inversión de la historia/ para los raros momentos en que se repliega la barbarie…”. Sabe el poeta que en los tiempos difíciles que vivimos: “… la poesía o se escribe con sangre/ o pasa al polvo antes de convertirse en él”. Y advierte: “Donde menos se piensa salta una nota falsa”. Para Lihn la historia va a ser siempre sospechosa porque está hecha por una minoría que detentan fuerza y poder sobre una mayoría, y la naturaleza lava y presta la batea con uno que otro terremoto o tsunami que también contribuye a la miseria: “Nuestras heridas pozos petrolíferos./ Nuestros tumores empresas norteamericanas/ nuestras drogas: el miedo y los empréstitos./ Nuestros héroes anticuerpos asesinados a mansalva./ Nuestras esperanzas estos dolores de la muerte o del parto./ Nuestra madre esta tierra preñada de dolores/ desgarrada por el gánster y su sadismo metódico/ y por quienes sucumbieron/ a la perversidad en los caminos del Norte/ o simplemente a nada en la Tierra de Nadie”.  Logra el poeta con su denuncia, desmaquillar el rostro de la bestia: “Imperialismo Norteamericano”. Y señalar que el mayor equívoco de los europeos es creer que somos salvajes y que para desgracia de ellos y no nuestra, en ello anida un viejo sentido de culpa: “Saben tanto de nosotros como nosotros de ellos/ pero aman la libertad y recuerdan la barbarie”.  Y es por ello que la mirada que antes estuvo en su ombligo y luego se paseo por las capitales de un mundo en crisis y en guerra, ahora se vuelca sobre el gran espacio del nacimiento donde casi no ha vivido, como el colofón que en su obra aguardaba: “El Sur –dice la sangre- el Sur es un mundo”. El poeta ha vuelto a su residencia, de donde siempre su palabra fue testimonio.

Olga Rivero Jordán | Poemas escogidos

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ODISEA
      
Hoy ríen las flores de la noche. Perseguidas caen deslumbradas en el centro de tu pecho. Espina por espina se plantó su simiente, y en mitad de la frente un pensamiento, rubor y abrazo interminable que no se agota en ciclos al empezar a renacer un nuevo hombre.

Silencio no se oyó sino rumores del aire, de su estertor vahídos, carne que se resiente al doblegar la piel dañada labios.

Ahora meditas dentro del escalofrío el final de tu odisea. Tu sudor es mío. No lo apartes pues como agua llena las charcas del prado de la noche. Tu verde se hizo hierba y te sentí en mis brazos, sedoso como una oruga en la orilla de su bosque.


PROFETA
      
Tu remojo de hortelana resucitó música de esta carretera de cebollas al desprender asfalto del rímel de una noche. Juegos en la visión carmín de helados espejuelos, manos de las tinieblas cavadas al charol de tu despavorida carroza sobre los biombos de mis ojos, soplo de luz en las descamisadas nubes de los vigías y profetas, duende de brumas al pespuntarme el alba. Cabeceo maldito del atigrado mar que destila espuma en el sembradío del ocaso. Rezagada lluvia ermitaña de alguna viuda tarde. 
      
   
LUCES DEL SILENCIO
      
Fue encima de un tigre anaranjado. El tren se paró. Los ojos asustados del bosque quedaron empapados de gravilla verde tras el monóculo del parado transeúnte hijo del insomnio. La tierra olía a susto. Su mano la quemó en las liñas de los resquemores con alas rojas, abiertas a las cunas de los lloros. Cauces bebidos para que el miedo se eleve hacia el territorio perdido. Fue eco de un origen en mi pecho. Pero no temas: el espejo de campo está roto, los dioses y sus piedras enturbiaron el ardor de lo esperado. Detrás de lo absoluto yazgo sin cuerdas y con ojos de iridio. Reflejos del río donde las adyacentes muñecas espolvorean humo dulce mientras se agarran a la pirámide de los tejidos. Lejanas luces que tintinean entre el vapor del silencio.
      
          
BRISA
      
Una nube azul rozó mis ojos y los tiernos tallos de las uñas. Una hilera de sangre con su voz atravesó el embudo grotesco de la vida, el eco devuelto del abismo. Con apacible oleaje el grito crece en la llanura, espejo desbocado del vértigo lejano de montañas. Deja la lengua reseca apareada de suave brisa, ancha sombra como sudario del cenit. Con el sermón de las pisadas la lluvia se calza de barrancos, se abre ensimismada por las venas de la orilla. Un largo sopor adormece el cauce de silencio y despierta las fauces a la jungla, levanta el cuerpo que te acoge. Y allí enmarañadas de miedo se aprietan en la tierra las quebradizas manos que te escriben.
      
            
POE
      
Salgo de un aparatoso accidente tras un desfile de sombreros por la quietud de una pared de velas. Un lápiz sangra cada hora, su barniz disuelve las ideas. Desde las cerdas de la brocha surge un panorama de trazos de un yo más extenso, de un caserío que está cerca del lienzo y en la orilla de mis dedos, imagen de lo que un día paseé. De reojo observo su campiña: se va quedando pálida con las secuelas de la felicidad en las sinuosidades truncadas de los sueños para que caigan las estrellas. Si las cuento, uno a uno me quemarán sus astros al no saber hurgar en los tendones de la vida,  y muerta reclino la cabeza, hundida en los sillones de la espera.
      
            
TROMBÓN
      
Los blancos techos de los camellos cortan el viento trenzado de cristales y lloran aserrín por el chubasco de resacas. En el corazón la luna corre hasta el oasis de la música con su reseca garganta de espejismos. Un saxo va derritiéndose en la arena rubia de las rutas, por la sedienta lucidez del brillante cachemir del ocaso que relame las pezuñas del anacrónico pellejo con el bucio de su boca virado en su espalda. Habla la majestuosa montaña de baterías adornada con rizos de una puesta de sol. Emite sonidos que aniquilan a Lucifer con percusiones de invisibles dedos en las brujas escarchas de su  redonda barriga. Acolchadas prendas con ladrillos vendados se ruborizan en temblores y su sangre está a punto de abrazar a estómagos que vomitan la ira del triunfo en el alocado aleteo del trombón de Harlem.
      
      
INDIANOS
      
Mi madre era yo, y yo era mi madre que me seguía por un descampado. El desprendimiento no era fácil: ella me había traído sin consentimiento y a una hora inadecuada. Esperemos que este evento no haya sido pernicioso para mi dilatada vida. A fin de cuentas, sería como una noria arañada de eólicos gruñidos y sus diademas enjaretadas a la pamela que antaño coronara la blanca cabeza de mi antecesora, con espinas y ese brillor que enaltece la faz de la tranquilidad y el equilibrio como soberbia. Pero apenas la vida le dio el sacramento como recompensa a su virtuosísima imagen tallada de mármol sanguinolento: la diosa de diez hijos, mitad morenos, mitad estremecedoramente blancos.

Los gatos morunos se parecían a mi angosto padre. Alto como un pino joven, con una raya en el centro de su pensamiento, redonda luz que sobresalía de su leontina plateada y de un chaleco que ajustaba  todo su cuerpo esmaltado de finura, tanta como finos eran sus labios moldeados por una suave sonrisa con monedas traídas por su abuelo y sus tíos solteros de Indias. Así abotonó la tierra junto con su Nash verde botella.


   
      
De: Bosque de palabras
      
      

Mis espasmos decoro
con cortinas rosa
sedosas palabras
y un tabique
para no oír nada.






Las pinturas se borran
y mis trajes están descosidos
por eso te vuelvo a decir
que debajo de mí estoy empapada
de hilachas de hinojo.
No desees mi cuerpo
hecho de cajas de cerillas
es tan flexible como las nubes
y tan profundo como el mundo.






Ellos vaciaron el saco núbil
en el anfiteatro del cielo.
Deshojaron aires
en el solar agripado
patentes días
con pelo de pena hondísima
contornos y hebras en las ubres
del escuálido y estrafalario lienzo de mar.






Un guardián desliza el sol
en tu taza de sueño y maúlla.
Médula dulce mordiendo el silencio
mirando el collar de la noche
que despacio se aproxima.



Teniéndote tan cerca
supe cómo te perdí.
Al doblar la esquina
los dorados resquemores
se fugaron entre la ventisca
e inertes pensamientos
juegan a matarse.



Siete musas
cantan
en un triángulo
pero al visillo
lo bambolea el aire.



Un vaso azul
reposa
sobre mi sueño
osado
me despierta.
No hay nada
ante la verdad
del mar.






De: Poemas de Huertas de luna



DESPRENDIDA EN TUS BRAZOS


Con la tierra me basta
un día dejé de andar 
con zapatos altos
y sin etiquetas
sellaron mi bata de percal
así caminaré por sitios pardos
donde la noche acostada espera
ciega muda y sin brazos.



RONRONEO


Hay vigas en el vientre del cielo
con aserrín 
en los fugaces ojos del viento
después se precipitarán las salamandras
sobre el panal salobre
de algún paquidermo tuerto.
Así se deslizan antorchas
en las patas del silencio
rompen su huída las ranas
de una raza tímida
como final del ronroneo 
de su cerebro de estrellas.



BUITRE POR SU TRANSPARENCIA


Como un paraguas abrelatas 
del tiempo bastardo de otoños
hay un goterón 
en la mejilla de la tierra
esperado puñal
en el malvasía de tus ojos
moteados de viento.
El cardonal de tu cuerpo
tornea capitulaciones
al giro de mi cuello
abrazado a la fiebre
de este pan dulce
manjar amarrado
a la espiga que dobla el alma
con jugo de humo y labios
cuatro sinuosidades 
por los parámetros del moho.
Destila sangre
como el mordisco que buscamos
del mareado corazón
del mar de las minervas
como puñado 
de puñales
servidos al jerez.


ATAVÍO

Oigo el resplandor de la música 
su piano y la madera.
Descended de la boca del averno
maldito el rubor 
se quedó estancado
mareado de tanto amar.
Me he visto
sustraje de su aroma el atavío.
Al pie
rotas flores
te besen el camino.





OLGA RIVERO JORDÁN, nació a la vida en La Laguna (Aguere) y también a la literatura en sus visitas cotidianas a la biblioteca del Instituto de Canarias. Allí conoce a Balzac, Valle-Inclán, Valdés, Maurois, Verne, Galdós, Emilio Carrere, Hugo, Tolstoi…admirando la notable narrativa y poesía de los años 50, entre cuyos autores se encuentra su propio hermano y notable escritor Joaquín Rivero*, quien publicaría sistemáticamente en Hespérides, Gánigo y otras publicaciones dirigidas en su mayoría por el maestro de poetas Emeterio Gutiérrez Albelo. Otro nombre ilustre de su estirpe fue el deán Isidoro Rivero y Peraza de Ayala**, profesor de la Universidad de La Laguna, diputado y escritor. Investigando asimismo en la biografía del insigne escritor y humanista José de Anchieta***, antepasado de nuestra autora. Publica y colabora en las revistas Campus II, Aquel Viejo Noray, Taramela, Menstrua Alba, Poesía -revista venezolana de poesía y teoría poética de la Universidad de Valencia, Venezuela -, en El Taller, El Vigía, así como en los diarios La Tarde (Revista Semanal de las Artes), Diario de Avisos, El Día y La Gaceta de Canarias (Gaceta de Arte y Literatura). Aparece en la última antología de poetas canarios editada por el Ateneo Obrero de Gijón (Asturias), Antología de la Poesía Canaria de Antonio Arroyo y Domingo Acosta Felipe en la revista Isla Negra nº 202, además inéditos en prosa y otros volúmenes de poesía actualmente en prensa alguno de ellos. Goza de gran divulgación en Latinoamérica gracias a autores simpatizantes de su obra que la han hecho llegar tanto a Chile o Venezuela como a México y Argentina. A una primera etapa social le ha seguido el discurso pleno de un intimismo que se alonga hasta los profundos pozos del inconsciente y su alquimia. Esa biografía de su palabra escrita, se evidencia en la llameante imaginación idiomática de esta autora de Hiladora de Luz, y desde los títulos mismos de sus fragmentos hasta los editados poemarios: Los Zapatos del Mundo Ed. Cuadernos de Arte y Literatura, Santa Cruz de Tenerife, Las Llamas Rápidas de la Sangre Ed. CCPCanaria. Girándula Ed. Benchomo. La Imaginista de Sueños Ed. Idea.-Instituto de La Mujer-. La Ciudad Soñada ed. Benchomo prólogo de Freddy Crescente; Antología Poética Ed. Artemisa. Y también en ed. Benchomo, la trilogía: El Sentir de la Hoguera, Hiladora de Luz y Mares, prologados por Juan José Delgado, Antonio Jiménez y Roberto Cabrera. Memoria Azul, El Vigía editora 2009 dentro de la colección Lengua Viva. Solar de Manuscritos, El Duende Azul y Huertas de Luna, son algunas de sus textos aún inéditos y próximos a publicar. Sus obras han sido reseñadas por eminentes escritores como Isaac de Vega o Carlos Pinto Grote, ambos Premios Canarias de Literatura. En un prólogo vernal dice el primero de ellos: “te colmaba una alegría inocente que sobrenadaba por encima de las pesadas tontadas del suceder de los días”. Otros poetas como Pérez Só o Freddy Crecente sugieren un paralelismo que nos presenta el maestro de la poética venezolana Ramos Sucre: ”la prosa existe como tal en el montaje gráfico, ya que su contenido poético reposa en la esencialidad del lenguaje”. Quizá la propia Olga conozca esta cita que Sucre pone en boca de un bardo “la tradición había vinculado la victoria a la presencia de la mujer ilustre, superviviente de una raza invicta. Debía acompañarnos espontáneamente sin conocer su propia importancia.” Antonio Arroyo Silva dice que en su poesía “no hay palabras mágicas. Es la magia de las palabras con su hambre y su sed repintadas de cereza, que Olga recoge de la escarcha, después de la nevada del desasosiego. Así que me siento a la mesa, me vierto en el café con leche y Olga, desde el silencio, va llenando el vacío con las frutas prohibidas de todos los paraísos.” El crítico Jorge Rodríguez Padrón le dice a Olga Rivero Jordán. “Leyendo he recordado el mundo de la poeta uruguaya Marosa di Giorgio, con el que creo el suyo establece un sugestivo paralelo o reflejo, desde esta ladera del idioma. No sé si conocerá la obra de di Giorgio (lo digo porque hace muy poco que se ha publicado en España); pero creo que valdría la pena que se encontraran  –siquiera a través de la lectura– con alguien que yo entiendo que es su alma literaria gemela. La diferencia fundamental: lo radicalmente vital de, y el estilo que da la voz personal de cada una”. © Roberto Cabrera / El Vigía editora


Notas:

*Joaquín Rivero, escritor silenciado que nació en Santa Cruz de Tenerife en el año veinte del pasado siglo, y murió en enero del año dos mil en La Laguna, donde residió buena parte de su vida… Compartió un célebre premio convocado por el ateneo de La Laguna en torno a la figura del poeta Manuel Verdugo, con la que luego sería gran escritora María Rosa Alonso. Ante todo fue un hombre de una vastísima cultura y un extraordinario lector. Su dominio de las matemáticas o de la filosofía kantiana eran más que evidentes, también fue traductor del inglés y del francés como dejaría patente en sus frecuentes colaboraciones en el vespertino La Tarde así como en las revistas Gánigo y Hespérides, donde la versatilidad de su pluma obtuvo gran reconocimiento; sobremanera entre los entonces jóvenes narradores fetasianos de los cincuenta, “alguien a quien veían con buenos ojos emular”. Joaquín Rivero fue reclutado junto a su hermano Luis con apenas diecisiete años y enviado a la guerra; transcurrida la contienda y como tantos otros, ya no fue el mismo, su desencanto se unió al escepticismo de una generación que vivió el trauma y sobrevivió a la posguerra con la entereza de los héroes. Joaquín Rivero pertenece a esa generación de los cuarenta que tanto aportó a la literatura insular. Su vocación literaria se había despertado a muy temprana edad, aunque las circunstancias hicieran que estos creadores tuvieran que recorrer un largo y tortuoso camino. Joaquín Rivero, hermano de la también escritora Olga Rivero, cuyo padre Don Luis Rivero ocupaba una tenencia de alcaldía en el Ayuntamiento de La Laguna al estallar el golpe militar, no fue una excepción pues tuvo que salir a flote gracias a su profesión de maestro nacional debiendo conformarse con esporádicas apariciones en prensa, eso sí con un estilo de altura, y abordando asimismo los más disímiles temas de actualidad, donde destaca el desparpajo y el manejo a veces de un léxico extranjerizante que nos recuerda al también imborrable Francisco Pimentel. Amigo personal de Emeterio Gutiérrez Albelo, realizó un profundo estudio acerca del parnasianismo frente al romanticismo en la literatura insular y universal, analizando la confluencia y desencuentros de estos movimientos con las vanguardias históricas surgidas desde aquel entonces de la mano de Agustín Espinosa y la generación de Gaceta de Arte.  © Roberto Cabrera

** El Doctor Don Isidoro Rivero Peraza y Ayala. Canónigo de la iglesia catedral de Tenerife, que también fue cura de Granadilla, natural de Tacoronte, fue designado junto con otros doctores para enseñar en la Universidad. Don Isidoro, cura liberal y que formaba parte del grupo de los doceañistas o partidario de la Constitución de 1812, no tenía ninguna simpatía por los españoles ni por los Jesuitas e insistió en que se crearan las cátedras de Humanidades, Matemáticas y Lógica por lo que el 27 de enero de 1817 se acordó fijar edictos anunciando la apertura de dichas cátedras. Posteriormente, en el curso principiado el 18 de octubre de 1818 , ya fue preciso establecer una nueva cátedra de Física experimental para los que habían concluido los cursos de Lógica y Matemáticas, y nombrando para ella al doctor Saviñón y para la de Matemáticas a D. Domingo Bello Lenard.Por desgracia para los alumnos, la segunda Universidad salida de la real cédula del 10 de noviembre de 1816 no fue un modelo de enseñanza moderna de la que enorgullecerse. En el nuevo establecimiento se dió demasiada importancia a los usos escolásticos del siglo XIII a pesar de los esfuerzos de mi tío el canónigo don Isidoro Rivero Peraza de Ayala y de don José Deza Goyri. No hay que olvidar que en tiempos de aquel nefasto rey Fernando VII, quizá el peor rey que ha tenido España, el cual restableció la odiada Inquisición, la Gaceta de Madrid, del 3 de mayo de 1817, publicaba esta vergonzosa frase: ” Lejos de nosotros la peligrosa novedad de discurrir “. @ Antonio León Cubillo Ferreira

*** José de Anchieta nació el 19 de marzo de 1534, año de la fundación de la Compañía de Jesús, en las Islas Afortunadas, concretamente en San Cristóbal de la Laguna, isla de Tenerife. Hijo de un padre rico, hidalgo vascuence que participó en el levantamiento de los comuneros contra Carlos I, fue enviado a la por entonces prestigiosa Universidad de Coimbra a la edad de 15 años junto con su hermano Pedro, mayor que él. Allá estudió latín, retórica y filosofía en la Escuela de Bellas Artes, donde pronto destacó por sus composiciones poéticas. De temprana vocación religiosa, en 1551 ingresó en la orden jesuita recientemente creada. Su salud era quebradiza debido a que su fervor ascético no beneficiaba en nada una escoliosis que venía sufriendo desde niño. Sus superiores pensaron que el clima de Brasil le beneficiaría y fue enviado allá junto con otros seis hermanos de orden, llegando a Bahía en el año 1553.  A los dos meses de su llegaba a Brasil, se le envió a San Vicente, hoy Santos, situada en el sur del país. Durante la travesía, una tormenta hizo zozobrar su barco a la altura de Las Carabelas. Mientras se arreglaba el navío, el joven jesuita naufragado contactó con indígenas amistosos y se dedicó a aprender su idioma. José de Anchieta enseñó gramática tanto a los hijos de los portugueses como a los nativos. De gran facilidad para los idiomas, Anchieta aprendió rápidamente el tupí-guaraní hablado por los indios. No contento con eso, escribió la primera gramática de la lengua tupí, así como un catecismo en dicho idioma, siendo el mismo el primer catecismo cristiano escrito en una lengua nativa del continente americano. También hizo el primer diccionario. Poesía, obras dramáticas (teatro que combinaba lo visto en Portugal y propuestas guaraníes), cantos, sermones… el Beato José de Anchieta tuvo una gran actividad literaria en portugués, latín y tupí-guaraní.  © fórum libertas web

Jetzy Reyes Castro: Poemas Éditos e Inéditos | Con una presentación de Susana Cordero de Espinosa

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Apenas intuiciones sobre «El tallo de Las Lunas» de Jetzy Reyes Castro


Irremediablemente, el texto de Jetzy Reyes contiene poesía difícil, hermética de puro familiar,  pero cumple aquello  que debe pedirse a la poesía: el arte incomparable de sugerir...  Lo leo una vez más  y compruebo de qué modo sigue llamándome lo que este libro encierra: su permanencia es obra de su belleza y su vigor.

Cuando en la lectura de un texto mi intuición me devuelve auténtica poesía -esta, indefinible, inefable (a ella ¿qué puede añadirse?)-  me resulta imposible ‘interpretar’ o ‘criticar’. En la intuición estética  se me evidencia que a la poesía le basta enunciarse; ella es el lenguaje:Más allá de lo que amamos, toda palabra es desecho...,  escribía Pound. 

Mi acercamiento escrito a El tallo de las lunas se basa en la certeza  de la comunidad de lengua entre la autora y yo, aunque la comunidad poética siempre esté por conquistarse, dado el particularísimo acto de creación que constituye. ¿Podré entrar en la realidad que la autora creó con sus palabras? ¿Descubrir el sentido de las imágenes logradas,    introducirme en alguno de sus infinitos significados superpuestos? ¿Dar algo más que una apreciación subjetiva de estos textos?  No. Sin embargo,  puedo contarme cómo cada verso de el tallo de Las Lunas resume una capacidad poética que traspasa el sentido de la palabra singular,   un lúcido -dolorido- trabajo para dotarla de otros significados; las palabras encuentran su ser poético tras su primer significado evidente,  al crear su contexto y ser recreadas por él en nuevos sentidos mutuos y en mutuas rupturas;  cada palabra,  cada imagen, ansiadas por las que las precede,  ansían la palabra y la imagen que ha de seguirlas en cadena de presencias y oposiciones que logran en nosotros nuevas formas de inquietud y silencio.

El tallo de Las Lunas viene precedido por el siguiente poema de Rimbaud:  

«En la casa grande / de cristales todavía chorreantes, / los niños de luto miraron / las maravillosas imágenes… / Desde entonces, / la luna oyó a los chacales / lloriqueando en los desiertos de tomillo, / y a las églogas en zuecos / gruñendo en el vergel. / Después, / en la arboleda violeta, retoñante, / Eucaris me dijo que era la primavera».

Cada poema  del libro  ha sido delicadamente elaborado;  no hay   que pensar en una división arbitraria de los textos en sus páginas, ni en un empleo de mayúsculas y minúsculas sin hondo cavilar; no es aleatoria su disposición física;  todo en el poemario,  espacios entre términos del verso; disposición numérica de las partes, número de poemas, ritmo, separación, división versal  se vuelve honda significación poética.  Se rompen normas para crear una propia normatividad en arduo ejercicio de libertad. En cada ruptura hay el protagonismo del misterio.

Las Lunas son las noches que engendran seres, uniones, desuniones. La Noche, La Luna de Huesos, metáforas oscuras, nos transmiten la oscuridad del ser. La vida es apenas un deseo doloroso: la nostalgia de lo que nunca será.  "escurrir en pañales Gestos trágicos…  ¡cómo quisieras que fueran ciertos / tu Madre  dios / Los Gatos y sus Siete Vidas!". Mas la palabra poética que aparenta esconder, des-cubre lo oculto. La realidad hacia la que creemos estar abiertos  se cierra a nosotros,  contra la apertura poética constreñida por la otredad que surge incontable desde cada yo.

La forma del recuerdo impulsa  la palabra con preguntas de siempre nunca respondidas. No  importa la respuesta, sino la insistencia en la pregunta; como importa la forma que dota a la palabra de poesía: ¿Quién ha puesto en nosotros, por ejemplo,  el amor por la belleza?, ¿quién vela mientras dormimos?; como escribe Jetzy: -“¿quién Es el sonámbulo: “que garabatea en nuestras Paredes ilusorias / algo sobre la gravitación de Los Cóndores?”...

Exclamar es interrogar: despiertas las seguridades,  encontramos en el poemario también imágenes terribles. He aquí una de ellas, en la cual está retratado Kafka con su Metamorfosis: "¿cómo dejar de Ser / la misma Cucaracha en la brea / desfilando con cintitas al cuello / respondiendo Sí   Sí   Sí?". 

Leído desde dentro, ¡qué bien se nos retrata!: nos reconocemos en los continuos síes que nos permiten estar a gusto en este mundo de liviandad y de contradicciones, quedar bien,  no comprometernos: ocurre que la poesía nos permite ver,  desde nuestras pequeñas ambiciones,  que es deseable dejar de ser este ser mutilado,   incipiente;   deseable ejercer nuestra lucidez recóndita para captar la propia alienación;  aunar la belleza y la música,   disponer de sonidos, colores y alegrías,  y destilar, a la vez, tan humanamente,  incertidumbre, tristeza...

En El tallo de Las Lunas sueñan la consistencia del lenguaje, sus secretos amenazantes… Sucesivas rupturas de  conciencia producen una sola conciencia rota: las palabras se suceden como imagen de esa conciencia de ruptura, testimonio de la infelicidad universal  y del imposible amor. Hay en estos poemas una autarquía hecha de la intuición del dolor de todos: en ellos estamos, nos miramos, somos, porque no hay autarquía sin participación. 

¿Dónde se formaron sus palabras? ¿En qué recodo de recodos múltiples en tiempo y en espacio encontró la poeta sus sujeciones y ataduras libérrimas? ¿Cómo se duplica en sus versos sin repetirse?; ¿en qué destino aprendieron sus voces a convertirse en cosas y a herirnos hondamente? Son una vida, un pasado, una historia. Esplendorosa prisión y soledad. Rito y mito profundos, retiro hacia una búsqueda que estalla para volverse más sola. Forma informe de sí, que informa de ella y de nosotros. Palabra que somos nosotros en el  no ser, el que hizo exclamar a Shakespeare con dolorido asombro: "Ser o no ser es la pregunta".

Memoria misteriosa, compromiso. Memoria de la nada que la eleva a palabra: destrucción del yo en el decirse para recuperarse en la nueva memoria de memoria.

Jetzy rechaza todo ornamento; la estructura de sus poemas es de  seca precipitación. Su palabra provoca al pensamiento, el pensamiento burla su palabra. Su experiencia de tan profundamente dicha es individual y universal, es suya pero nuestra. En ella sobreviviremos. Gracias a esta palabra desembocamos en La Palabra inesperada y fuerte, con la sencillez de la muerte y de la vida;  La voz  poética de El tallo de Las Lunas muestra que la realidad se ha vaciado, que no podemos persuadir ni dialogar; que estamos solos; por eso, tiene el peso terrible de la cosa: no es encuentro con el otro, sino separación. No hay euforia ni alegría, aunque haya en muchos versos milagrosos el gozo de los sentidos, escritos y vividos para ser consumados. Con estos poemas entramos, si nos atrevemos,   en el silencio de la propia  soledad, esa soledad ‘otra’, porque es la suya palabra que confiesa que,  aunque no es posible buscar el diálogo ni hay frutos en la comunicación porque no hay nada en común entre unos y otros, sino una realidad inexpresable que apenas se intenta fundar, el poeta sigue siendo, como lo quiso Heidegger, el fundador del ser en la palabra...

He aquí  dos o tres de sus poemas: en ellos,   la intuición de lo bello nos devuelve el contenido de la poesía:

“a veces Soy La Ciudad / Un Hombre con las manos en los bolsillos / alargado de norte a sur / parado en una esquina / silbando siempre la misma cantaleta”. O  “escucho un Grito al fin / irrefrenable / sórdido y vertical / corriéndose por mi lóbulo de loba //  “claro que algunos ya sin olfato / sospechan que Están muertos”. Y también “en esta virtual cripta que me contiene sustancial y absorta”.  

Y expresa la necesidad del  tú,  el amor, esa forma acerba de conocimiento, que también puede ser una forma feliz: 

“afíname Tú / que te elevas / sin sentirlo / sobre olas in excelsis dunas”: “afíname en el deleite / de sus turbados maxilares”.

Jetzy nos recuerda que es,  además de poeta muy seria, una seria música y cantante:

“lo mío Es / Escultura de Aire. // ya verás cómo mis rodillas / podrán sostener un agudo / en el grave cementerio // ¿has rastreado una herida así?

¿Los temas que colman su poemario?: dolor, amor, separación, muerte; hogar, quehaceres, mujer, café sin pan... “Es Nada La Imagen Es todo”/ autómata prende La Tele busca con el control un control un descontrol un algo ‘Nada’  lo apaga”. 

Volvemos a casa, volveremos;  repetiremos esta y otras noches los mismos gestos, mas quizá la poesía -ella sola- nos permita intuir el vacío de esos ademanes agónicos, hasta el  día en que ocurra el fin del fin...

Mientras tanto, "La vida es apenas un deseo: la nostalgia de lo que no será: escurrir en pañales Gestos trágicos…  ¡cómo quisieras que fueran ciertos / tu Madre  dios / Los Gatos y sus Siete Vidas!

El silencio de la propia  soledad:  reconocernos sin negarnos,  y entre unos y otros, la realidad inexpresable que los poetas intentan fundar; una vez más,  ¡poesía, fundadora del ser y del no ser,  en la palabra!..."

Susana Cordero de Espinosa
Directora  de la Academia Ecuatoriana de la Lengua
Correspondiente a la Española



Poemas Seleccionados 



De: Lluevo (1995)

colgada del hueso de la noche

1. 

picas mis dedos con mínimos gestos para que no escriba
y me complique en tu terno

saberte más abajo
aspiro de lejos tu piel tus venas tus ojos huidizos
el bálsamo que te envuelve tan leve crisálida
que aprieta sus dientes por no llorar y mojar sus alas

me conturban los huesos de tu cuello ocarina
cuello de aire raíz dulce de tu piedra

me descubro en la rabia que me da tu sonsonete
tu Henry Miller que masturbas

me cubre el manto celeste lleno de tu esperma
y soy casta succionando sus múltiples pliegues
desgarro la cáscara de tu celda eterna
doblo el hábito que abandonas cuando te pones los lentes

amo el humus de tu carne la piel de tu cerebro
tu aureola de médulas y flores inmortalizadas 


tu iridiscencia enmarca el cuadro de una mujer 
que acaricia a un gato

ganas de tocarte la corbata
para tocar mi alma de seda
puntiaguda
entonces quizá tus bragas fueran mías y así tuyas
sentirías que tu sexo es la razón del poder

de tocarte fálica en tus llanuras
mi alma es tu corbata


muchacho
higo tierno sin almíbar
el más grande de la higuera

lo dulce se quedó en tu andar y no me regresa

cuando el silencio era uno 
bullías en la sangre de mis muslos heridos
huyendo de mis piernas cada mañana
entraste en ellas como en tus libros
gozando el último segundo antes de la luz

buscándote me desencuentro en el grito que ahogas
tu voz no dice
tu voz no es
la toco cuando no hay olor


rema mi lengua el danzón de tus venas

suaves pálidos
peces cerca del fuego

sin labios
botón de mi rosa
botón de mi solEdad

enteramente rota
la flor se disuelve



Lluevo

jueguen con mi paladar                                                                                                                   
desbaraten mi osamenta con sus risas                                                                                                     
adivinen mi sombra

después de todo he sido esa perdida 
después de todo la nada me corroe                  
y preparo un delicioso locro de papas


lluevo retorcida desde las hojas al tallo

ya no estoy ni soy en mi vulva
sentí tiritar todo péndulo 
manecillas congeladas niñas girando locas    

camino solitaria  solitaria huyo  huyo deshecha
cruzo los pasillos de oxígeno en paredes en puertas
ruedan mis ojos de camilla regurgito en la agónica baldosa


agrio merodeas tras el cáliz de la alianza machacada
a los oídos de mi entrepierna
invades mi sonambulismo
conduces mis vueltas por su cintura bejuqueándolo por los pecados
tu niña asustada se abandona a la noche
confusa entre el amor y la venganza
y es la noche misma en batona
diluida perpleja cortada
entera como antes de tu semen
llorosa ante la idea del desamparo
siemprejamás me acompañas en el martillo los clavos el madero
ronco universo pesadilla de ases rotos


con alas rotas le silbas a tu organismo un tango
no hay en ellos candidez para pulseras
sus motores convulsionan el estatismo de las rosas
nadie espera tus manos en la orilla
mujer que sin vientre te conoces
cantando con trenzas ensopadas
destilas rulimanes peinetas escaleras
alhelíes calcetines guirnaldas alacranes
infértil sombra deslizándose acuchilla la luz
vertida en oscuridad su delicada
ellas en la estación pálida


bipolar                                                                                                                                                              
sucumbir a siete encantos?
isla de todo loco ceniza para ningún árbol
escapan de la regadera sonidos guturales
dedos de arpista tocan mi hipotálamo
me pones trajes negros me descalzas
fría mi cabeza se arrincona a tu costado
para entonces he desaparecido



De: El tallo de Las Lunas (2011)


te ha iniciado La Noche
la sorda Noche que destila vinagre en tus costados sucios

clarividentes siguen el rastro de La Luna de Huesos
Los Perros que olisquean la sangre de tu mutilada lengua

extrañas alfareras de garfios en la red
modelan Valdivias for export

algunos amasan Soles de Viento
y empeñan sus rayos de fertilidad

No puedes preguntar si también Otros tiemblan
con Los Niños de las alcantarillas inyectándose lodo


El Universo,  Domingo, 4 de abril del 2004

«La televisión por satélite árabe, mostró
imágenes de una niña saudita de diez años,
que acapara la atención de la comunidad
médica, atónita al observar a la niña
impasible y sin signos de dolor,
en el momento de expulsar, de sus negros
y profundos ojos, en vez de lágrimas,
piedras del tamaño de una alubia, emanadas
sin sangre desde debajo de sus párpados.»

Infantes en asilos coleccionan Palomas de Humo
escurrir en pañales Gestos trágicos
tender en cordeles con pinzas los gateos -

!cómo quisieras que fueran ciertos
tu Madre dios   
Los Gatos y sus Siete vidas!

                   ya sin ti serán los elementos

       

mientras recorres otro círculo de flagelación
La Boa enrosca amenazante tus dendritas

el más lúcido de tus camaradas
se adormece en La Calle
con las jeringas suspendidas en el iris

pero Tú acudes puntual
a la oficina de imágenes

a la cita con tu verdugo
La Memoria

y atraviesan nuevamente
esa avenida de Castaños lilas

- ¿probarás el contenido de esta cápsula?

Visión fugaz de
las manitas arrugadas
sosteniendo los barrotes
en los sifones de tu alma -
                       
-¿probarás el contenido de esta cápsula?



¿quién Es el sonámbulo
que garabatea en nuestras Paredes ilusorias
algo sobre la gravitación de Los Cóndores?

¿cómo esbozar
ese  Mural de La Ciudad implorante
dentro de mi cabeza de fuerzas?

¿cómo dejar de Ser 
la misma Cucaracha en la brea
desfilando con cintitas al cuello
respondiendo  Sí  Sí  Sí?

seguiré el rastro de La Luna de Huesos

ladraré
selva Sal en Los Tambores

ladraré
El Hada del Blues amándome con puñales tristes

supe que el adjetivo corrompe la lucidez de La Piedra


I


la sangre del Gris

a veces Soy La Ciudad
Un Hombre con las manos en los bolsillos
alargado de norte a sur
parado en una esquina
silbando siempre la misma cantaleta

No te dejaré ir
No me iré
impresionista insoportable
inaprensible
mía

cuestabajo Alcohol
Coca ascenso
agujeros
espectros terminales

Estoy al borde del Pululahua
atado
sin Fuego
sin poder aullar ni caer

ulula ulula



marcaron ese gemido en El Ombligo
a tempo  arrancaré con mis colmillos
La Carne voluptuosa del padecimiento

Sueño deconstruir El Pasillo
beber y vomitar su pócima de recuerdos
estrangular la garganta de su Contracanto
en donde se acentúa la morbidez

y apretar con mi lengua
apretar y apretar con mi lengua
sus cuerdas lacrimosas
raquíticas e irrompibles

escucho Un Grito al fin
irrefrenable
sórdido y vertical
corriéndose por mi lóbulo de Loba

Ula ulula


aburridísimo

aquí todo sucede tan  len  ta  men  te
con la prosa de Las Llamas
pero en un letargo Ideal

inexistentes 
en la opresión del Gris sobre las vestimentas

                     -¿debajo
                     el corazón?

                     -hummmmm......
                    sólo ramas de Niebla quebrándose

aquí todo sucede tan  len  ta  men  te

Algas se despeinan en Piedra
todo se va en el lecho
y El Fuego se disipa en canales umbríos

pero debes suponer
quizá tal vez
como le gusta a Cézanne
flotas en sus atmósferas

Somos los de un bosquejo a Lápiz
que alguien olvidó en Una Cantina

(claro que algunos ya sin olfato
sospechan que Están muertos
se  desesperan
y terminan sin rostro en una postal)


en esta virtual cripta
que me contiene sustancial y absorta

te contienen mis hemisferios
mi pavimento de Cerebros
el escaparate de Muñecas bizca
las colaciones que me faltaron
los placeres que derroché en segundos

Coro:  - hay que otorgarle sonido para que cante
            El de venas agotadas -

en este Lunes la gente No Es Gris
Ellos trabajan
se mueven 
esperan
las corolas jamás anochecen
sólo alguna vez se cierran y punto

cuando me ves dentro del tobillo
con tus dátiles jungla
parece que todo Es rojo
y huele a mojado
que No odio


desearía 
Los Cafés derramados en ajenas Oberturas
el No acoplamiento de las gónadas

te diría inventa un cauce
llora

cae conmigo
enterrémonos te diría

en este Lunes la gente No Es Gris


todo se postergará
¡el uso del Viento No!

apenas Lluvia deshace mis hilachas 
como cuando a los Siete años olvidé en una tienda
el mandil al degustar los confites

Cóndores sobrevuelan mi Cama esqueleto
envuelta en sábanas de fuerza
la humedad cubre mi endometrio de un Musgo macilento

la mañana sumergida sin aletas enfrenta a Cocodrilos

en La Instalación de nichos se exponen médulas-

Los Niños quieren un poco de alegría 
sobre mis hombros torpes
pero Ellos todavía rematan los nudos

estallido de Címbalos -

El Café me da cuerda
La Poesía su látigo de seda

sin embargo
insiste el repiqueteo de Soles en Madre

plato y taza volteados
Partituras de ajo
maquillaje en mis húmeros

ni azul ni rojo -

Ente inútil sin Juegos
acumulada sin desenlace

¿seré Laguna?

                                  salta una vena más
                    Es cuando se inclina la tarde del Ser

     
tubo de ensayo

Nervaduras se entrecruzan en el vaho asfáltico
flujo audiovisual se cuece en La Vasija de Barro

nos miran dentro del microondas
las pupilas de la pequeña muerte

deambulantes 
en las cámaras frigoríficas pisamos
las inyectadas aspas de los ángeles

Canciones de cuna se desmayan sobre El Vacío
dodecafónicos anuncian plumas envenenadas


Es menos que pálida cinta
satinada
inmutable

errante
y sin embargo inmóvil
pálida e inmóvil

fría su boca y el zaguán de sus encías

cemento esófago
dormitorios de cabeza helada

húmedos cajones de dulces

volátiles enaguas de Viento la relamen

los alados salen de las madrigueras
sin origen
sin Acto



de asfalto
Agosto Yo

albricias
Escenarios
monotonía anual

afiches tatuados en mi plexo

cabezas de agujas
peleles en hamacas
Libros almohadas

in vitro 

pieles frescas que descubren
el fulgor de Madres en Montaña

y la vejez 
lo colgante
el humillante uso de su máscara

Niñas canosas archivan adioses
en el filtro inexacto de las manecillas

de asfalto
Agosto Yo

¡al fin Soy un tubo de ensayo! 



Inédito (2016)


I


cuando tus dedos pasean por mis vestíbulos
ya hemos cruzado todas las infra realidades
y llegado al Volcán

inútiles construcciones y husos horarios
La Nada se recuesta en nuestro ombligo
e interminables capas de pavimento mental
caen estrepitosas al décimo círculo

cultura de lo absoluto
ánfora infame
donde depositamos desgastados
todas las mentiras todos los edificios
y anillos y espuelas y nudos
y tardes sin Vino
ni Pan ni piel que morder

inevitablemente todo lo humano se corroe

la realidad así desdibujada
dibuja otra realidad de círculos abiertos
No hay distancia dantesca

-"vamos a descansar"

Yo te sonrío
y nos sumergimos en El Huerto del Edén

semidormida y plácida
en ti solo en ti
el alado
que danza desnudo sobre mi satín

tu sed No saciada
vacía mi jarra fluvial

-"todo menos la saciedad"
- Está muy bien y te desabotono la camisa

tu lengua en mis labios menores
se desliza hacia mayores gracias
y mientras te abro las piernas
mi corazón exclama melodios azules

pleamar de tu faro lechoso
ilumina el presente de mi grávida Isla

subyugada en tu bálano
No entiendo el amor fuera del cuerpo

La Carne crece en La Carne
comiéndonos
con gotitas de sangre
calcados en Blanco y Negro
por las sábanas
para Silencio de Pájaros.






JETZY REYES CASTRO, nació en Quito, en 1964. Poeta y cantante ecuatoriana. Estudió Letras en la Universidad Católica. Cantautora finalista en dos festivales OTI. En el año 2002 participa como cantante y escribe canciones en la Cantata a Legarda, texto de Hernán Rodríguez Castelo, música de Abdullah Arellano. En poesía ha publicado Lluevo (1995); El tallo de Las Lunas (2011). Representó a Ecuador en el encuentro internacional «Poesía en Paralelo Cero» (2015); integró la delegación oficial de Ecuador en la Feria Internacional de Literatura de La Habana (2014). Ha publicado su CD «Valdivia Blues», trece canciones con arreglos propios. Actualmente trabaja en la publicación de dos nuevos libros y dirige el Laboratorio Musical de Quito, del cual es su fundadora.

Gonzalo Rojas o del relámpago por César Seco

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1

Decir relámpago es nombrar a Gonzalo Rojas. Oírlo es ya el fuego mismo. Relámpago. Hondura suya en el hacer y deshacer la sintaxis del poema, en el consentir la poesía como respiración otra, como necesidad, como sed diáfana para desentrañar el misterio que excede al hombre y alumbra al poeta.

En su fulgor hablante, la poesía de Gonzalo Rojas deslee la linealidad del tiempo en lo sucesivo del Ser, se gesta en el silencio numinoso de las cosas en movimiento y en el acontecer mineral de lo que residente y profundo es humano, esencialmente humano. Digo Gonzalo Rojas y nombro el relámpago, diciendo a su vez, rosa abierta y terrenal, impúdica en palabra transgresora para exaltar al cuerpo, a la compañera que es una y todas a la vez: la mujer con toda su hondura, sus rosas, sus volcanes”, y leo también: lumbre, “luz terrible de la vida o la luz de la muerte”, secuencias todas de ese alumbramiento permanente que es su decir poético.

Vuelvo de nuevo a ese su único libro presentado en varias ediciones a lo largo de su tránsito y reescrito por él otras tantas en ordenación distinta, desde La miseria del hombre y Contra la muerte hasta los más recientes: su Obra Selecta, por Biblioteca Ayacucho y ese de alargado formato, tal cual esa bella fémina a la que recurrente canta, editado por Equinoccio y Bid&Co, publicados ambos no hace mucho aquí en Venezuela, país que lo recibiera en su forzado exilio tras la muerte de Allende y de la persecución que las fuerzas militares ejecutaron contra quienes simpatizaban o integraban activamente la Unidad Popular. Por desgracia de este exilio es que viene a la luz la gracia de Oscuro, en la edición de Monte Ávila del 77, su libro, donde lo leímos por primera vez y nos pareció distinto a todo lo que habíamos leído; cercano y distante a la vez de los arrestos vanguardistas de la poesía hispanoamericana conocida hasta ese entonces.

Su poesía se colocó siempre fuera de programas y manifiestos, por eso su paso por el grupo Mandrágora, de inclinación surrealista, sin duda vital para su formación, fue también como ese relámpago al que nos referimos, ese relámpago que dura un instante tal cual la visitación de la poesía. Los integrantes de Mandrágora cumplían los dictados de André Bretón, el mago del automatismo psíquico que capitaneaba el barco surrealista como inflexible jefe teórico, por lo que a la vuelta de un año a Rojas le pareció que si bien sus compañeros tenían la posibilidad cierta de oxigenar la envejecida estética proveniente de la poesía española antes de la Guerra Civil, se apartaban un tanto de la realidad concreta del hombre. Es a partir de aquí que él quiso optar por un camino más libertario en el sentido de no obedecer a posturas puramente estéticas, sino que hizo temprano conciencia de que la primera materia dúctil del poeta es el hombre mismo y sus circunstancias, y desde muy joven se amparó en ella, libertad libérrima como suele afirmar, nunca soliviantada ésta por ningún dogma. Se apartó pues de sus compañeros de ruta sin dejar de estar vigilante de lo que escribían, para hacer él la poesía que hoy leemos con atención y nos proporciona ese placer que ensancha nuestros sentidos, que nos produce un estado de alumbramiento; poesía en la que advertimos desde un principio una especial sensibilidad y un obstinado rigor constructivo, poesía en la cual no cesamos de aprender los rudimentos del oficio y vislumbrar la hora que está adelante en el acontecer poético de nuestra lengua, pues se trata acaso del último de nuestros poetas visionarios, de la estirpe de Neruda, Vallejo, Borges y Paz; y también, en el ser poeta, su reconocida filiación romántica: Hörlderlin, Novalis, Blake, o su interés y atención por los simbolistas: Baudelaire, Rimbaud, Laforgue, Mallarme o Lautreámont, claves en su realización y en la manera de concebir el hecho poético, sin por ello desestimar el eco, el cantico de los poetas del siglo de oro español, cuya resonancia aparece y reaparece en sus versos. Rojas fue de los que prestó atención a Pound cuando éste advirtió que la música se estaba yendo del verso y que el poeta debía recuperarla en un nuevo registro. Claro, el autor de El iluminado supo temprano que a su canto no lo seducía la rima ni la exaltación lírica servida por los modernistas; supo que se le daba antes otro cantar, otro decir a partir más bien de aliteraciones, de choque verbales, incluso de prolongados silencios, todo ello a favor de la capacidad hablante del poema, más allá de lo significante, por lo que su poesía, antes que un lector pasivo, pide como receptor a un oyente constructor de ecos.

Relámpago que pasa y queda, la poesía que hoy se escribe en distintas partes de América y de España, tiene un legado significativo en la poesía de Rojas. Ha traído él otra respiración, otra conducta de asumir el sujeto en el ser y el hacer del poema, de asumirlo a través de “una imaginación verdaderamente libre y creativa”, tal como sugirió Roa Bastos, en ese momento clave de la definición de nuestra literatura, durante los años sesenta. Pero seamos reales, tal como dice Rafael Cadenas, digamos algo que es sumamente cierto, esa libertad creadora a la que hacemos mención, Rojas la obtuvo del aprendizaje surrealista, sembrándola, como él mismo ha dicho, en toda su palabra. Pero digamos también que su disidencia nunca fue gratuita u obedecía sólo a un caprichoso cambio de rumbo. No, de ninguna manera, el poeta entendió que el surrealismo si bien había abierto las esclusas del arte y la poesía contemporánea, había soslayado el ámbito del ser sin proponérselo, postulando una revolución sin hacerla en el pensamiento y la conducta del hombre, y esto lo supo bien cuando se vio en su situación de hombre desamparado, cuando sin trabajo y con una mujer a cuestas se fue a las minas y de la propia experiencia en ese ámbito difícil, de su trato con esos seres que cada día descendían a profundidades, compartiendo con ellos las pocas lecturas necesarias, alumbrando con sus angustias la suya, que vino a entender que no podía ser el surrealismo una revolución si realmente no lo era, y fue así, en la experiencia de vida, que el poeta se encontró esa otra veta magnífica de su poesía: el expresionismo: “Cuando me vi sólo me dije, esto sí es surrealismo”


2

Mientras vamos leyendo en un autobús, oigamos esta confesión del poeta: “Yo tendría unos cinco o seis años, y una noche la casa se estremecía por uno de esos ventarrones furiosos de esa parte sur del golfo. Parece que la casa se iba a desarmar por el viento, cuando de pronto uno de mis niños-hermanitos dijo “relámpago”. Y ese relámpago como palabra, como palabra esdrújula –re-lám-pa-go- pudo más en mí que todo el espectáculo de toda la cohetería preciosa en el cielo que se derrumbaba, de los relámpagos reales, de los rayos, de los truenos. Se me quedó fijada esa palabra: la palabra era más poderosa y despertaba más en mí que el episodio natural” (En Conversaciones con la poesía chilena, de Juan Andrés Piña, 1990). Es decir, al poeta su alumbramiento le viene desde niño, desde ese sentir la palabra, más que el mismo significado, el sustrato fónico; como le vino así también su expresión particular, como necesidad, a él que de niño tartamudeaba, escuchémosle acerca de esto en tanto que el autobús avanza: “En el internado se nos exigía leer en voz alta, durante unos veinte minutos seguidos, encima de una silla, novelas de Julio Verne, vidas de hombres ilustres, mientras los demás comían. Imagíname allí encaramado en ese suplicio, sin poder pronunciar los vocablos que comenzaban con los fonemas p, q, t y expuesto al escarnio y a las carcajadas de mis compañeros. Entonces fue cuando se me dio el portento del gran juego verbal, en ese espacio imaginario que se me impuso por urgencia, merced al recurso de elevar unos sonidos crueles para mi asfixia, por otros sin duda más aireados”. Todo esto será en él, según sus palabras, “harto germinal, pero desde ahí el neuma y la vivacidad de la palabra” (En Reverdecer en el oficio de la palabra, entrevista para El Sur (Concepción), 1990).

  
TARTAMUDEANTE

Corrupción y mártires, época mía la turbia
con todas las galaxias por estallar. Orgía
madre de la armonía antes, después
de la vejez del gallo aleteante
del dos mil, cúmplase
en mí la ley alta, ciérrese
el relámpago del aprendiz
que voy siendo en mi átomo;

cúmplase el cúmplase, cuélgueme de mi soga,
arcángeles
de Altazor y Maldoror,
arrebátenme hasta lejos
y mas lejos, donde ni el ojo vio,
ni el oído oyó, ni el loco
de Patmos
en la consumación, hasta lo último,
para vidente ver las multitudes,
el derrumbe, que avanzan ciegas en manadas
de serpientes aullantes de un lado a otro, perdido el Este
y el Oeste, bajo el sucio sol
del exterminio, las calles
inundadas por los océanos, los
océanos huecos, una mariposa desconocida
más grande que los bombarderos
con garras de diamante, el horror
de haber llegado a esto después de tanta
fascinación por la nada, ¿Historia?,
musa de la muerte.

Juego verbal, ahogo silábico, corte abrupto del verso mientras la imagen se consolida en el ojo no sin antes precisar el oído su sonido y así por esto su sentido, y así por sentido los vasos comunicantes entre una y otra palabra, contorsión de la palabra y tensión de los vocablos. Velocidad en el decir, como para no dejar ir el aire, “aire y más aire” ha dicho él; pasión por la historia sí, crítica de la historia, de los poderes opresivos, llámese religiones o llámese política. Así su respiración, su respirar libre de poeta. Así el mío de lector mientras el autobús corre libre por la carretera y yo cierro el libro y pienso por un instante, que dura lo que dura un relámpago, que él afirma que es un poeta fisiológico, y seguidamente me quedo mirando fijo la indetenible línea blanca del hombrillo, y la veo sucederse como transcurre el tiempo en esta poesía, velocísimo. Un poema dialoga con otro, otro lo completa, otro lo vuelve a leer con otra perspectiva, pero es lo mismo siempre, y de tantas maneras distintas nos lo dice, como si fuera siempre una sola y así su ritmo y su prosodia: un zumbido.


3

Coinciden sus críticos en señalar al menos siete variantes de su poesía o temas esenciales de su poética. Marcelo Coddou uno de los más acertados lo refiere así: 1) El oficio mayor; 2) Lo numinoso o metafísico; 3) Lo erótico; 4) Lo tanático o elegíaco; 5) Genealogía de la sangre y el espíritu; 6) El testimonio político pero sin consignas; y 7) Río Turbio.

Y es que esto es la poesía de Gonzalo Rojas: un río móvil que nos atraviesa los sentidos, nos despierta la memoria y nos incita a la reflexión lúcida. En su obra vamos a encontrar poemas que pueden participar de una y otra categoría de las ya señaladas, incluso vamos a encontrar aquellos otros que participan al mismo tiempo de las siete categorías propuestas por Coddou.

En la primera se incluyen poemas que inquieren sobre el oficio de poeta y sobre el hacer y ser de la poesía misma, casi siempre a partir de una autorreflexividad que ayuda a comprender la naturaleza y función de la escritura poética y de está manera autocriticarse y reconocer en la poesía un inconmensurable poder discursivo asentado en la vivacidad de las cosas.

LA PALABRA

Un aire, un aire, un aire,
un aire,
un aire nuevo:
no para respirarlo
sino para vivirlo.

En la segunda, aquellos que indagan en los enigmas mayores de la existencia, o bien poemas que tratan con el misterio de una manera directa, esencial, algo que el propio poeta ha referido como su manía u obsesión.

AL SILENCIO

Oh voz única voz: todo el hueco del mar.
todo el hueco del mar no bastaría,
todo el hueco del cielo,
toda la cavidad de la hermosura
no bastaría para contenerte,
y aunque el hombre callara y este mundo se hundiera
oh majestad, tú nunca,
tú nunca cesarías de estar en todas partes,
porque te sobra el tiempo y el ser, única voz,
porque estás y no estás, y casi eres mi Dios,
y casi eres mi padre cuando estoy más oscuro.

En la tercera, aquellos que alcanzan un nivel decididamente erótico, dado por el deseo del poeta de oler, de palpar, de tocar todas las cosas con la sensualidad carnal de las palabras para alcanzar así y exaltar la dimensión cósmica del cuerpo, representado éste por la mujer, liberando en el poema placer y sexo de cualquier carga limitante o pecaminosa, asumiendo el sentido sagrado del acto amatorio.

CITARA MÍA

Citara mía, hermosa
muchacha tantas veces gozada en mis festines
carnales y frutales, cantemos hoy para los ángeles,
toquemos para Dios este arrebato velocísimo,
desnudémonos ya, metámonos adentro
del beso más furioso,
porque el cielo nos mira y se complace
en nuestra libertad de animales desnudos.

Dame otra vez tu cuerpo, sus racimos oscuros para que de ellos mane
la luz, deja que muerda tus estrellas, tus nubes olorosas,
único cielo que conozco, permíteme
recorrerte y tocarte como un nuevo David todas las cuerdas,
para que el mismo dios vaya con mi semilla
como un latido múltiple por tus venas preciosas
y te estalle en los pechos de mármol y destruya
tu armónica cintura, mi cítara, y te baje a la belleza
de la vida mortal.

En la cuarta se ubican aquellos poemas originados a partir de la desaparición de alguna persona ligada a su entorno, o bien como homenaje a un referente literario, cuyas vidas guardan estrecha sintonía con la vida del poeta. Claro, no podemos ver esta parte de su obra como algo circunstancial, de momento, ya que no busca glorificar a nadie sino que procede a partir de experiencias concretas, bien a raíz de lo compartido o vivido al lado de esos seres, o cuando se trata de un referente, por la relación filial o significado que la obra de estos haya tenido con la suya.

JULIO CORTÁZAR

Ha el corazón tramado un hilo duro contra
lo arbitrario del aire, ha hilado la Espera
que ya no está ahí, a un metro, ha
del rey pacientemente urdido la túnica, la
desaparición.

Lo ha su latido palpitado todo. El catre
último, altas
las bellísimas nubes, éste
pero no otro amanecer. Lo aullado está. Nubes,
interminablemente nubes.

Es que no se entiende. Es que este juego no
se entiende. Ha el Perseguidor
después de todo echádose largo en lo más óseo de
su instrumento a nadar
Montparnasse abajo, a tocar otra música. Ha fumado
su humo, solo
contra las estrellas, ha reído.

En la quinta categoría bien se incluyen poemas dedicados o escritos a partir de sus relaciones con parientes y familiares, como una forma de indagar persistentemente en sus orígenes.

EL RECIEN NACIDO

Las galaxias estaban prácticamente en contacto hace seis mil millones de años
y los gallos de Einstein cantan desde otras cumbres
pero nadie los oye. Leamos en el cielo
libremente el origen.

Tú que vienes llegando con octubre gozoso
t los ojos abiertos en la luz de tu madre,
oh Gonzalo invasor, amárranos sin término
a la estrella más alta.

Todo es parte de un día para que el hombre vuelva,
para que el hombre vuelva a su morada.
Tú que entraste volando dinos qué pasa arriba,
Pero sigue volando.

A mi Gonzalo hijo
con sus ojos abiertos
desde antes.

En la sexta están aquellos que implican algún cuestionamiento o respuesta a las posiciones políticas que considera extremistas, condenándolas por pragmáticas y enajenantes, separadas de las necesidades de justicia y libertad del ser humano, creyendo siempre en “un cambio pero en un cambio de verdad”, que reivindique la lucha de los desposeídos, lo cual lo afirma como un testigo cabal de su tiempo, siendo esto lo que el poeta ha entendido como “compromiso”, en el siglo que le tocó vivir dominado por los extremismos, por lo que en estos poemas advierte que el poeta no debe apartarse nunca el sentido de la realidad.

AQUÍ CAE MI PUEBLO

Aquí cae mi pueblo. A esta orilla podrida de la fosa
común. Aquí es salitre el rostro de mi pueblo.
aquí es carbón el pelo de las mujeres de mi pueblo,
que tenían cien hijos, y que nunca abortaban como las meretrices
de los salones refinados en que se compra la belleza.

Aquí duermen los ángeles de las mujeres que parían
todos los años. Aquí late el corazón de mis hermanos.
mi madre duerme aquí, besada por mi padre.
aquí duerme el origen de nuestra dignidad:
lo real, lo concreto, la libertad y la justicia.

En la séptima se ubican los que bien pueden significar un ajuste de cuentas, en el sentido de lo debido, de un saldo, de un reconocimiento tardío o cuando no aclaratoria a una contradicción estética o toma de posición en determinado momento, o las veces que padeció vejación o infortunio.

ALEGATO

Buena nueva para los líridas de Chile me echaron,
me amarraron y me echaron
en una especie de camisa con un número
colorado en la tapa: -Rojas,
ahí va Rojas el Gonzalo por hocicón
y por crestón y fuera de eso por ocioso, por
desafinado.

En cuanto a mí ya no estoy
para nadie. Por eso me echaron.
porque no estoy para nadie me echaron.
de la república asesinada me echaron y de la otra me echaron.
de las antologías me echaron.
de las décadas salobres me echaron. De lo que no pudieron
es del aire


Estoy llegando a mi destino, el autobús ha de detenerse en la parada. Me digo: este Gonzalo es un disparado, un poeta para el que la poesía no se agota en un poema. Todo entra en su escritura y tiene uno la sospecha que en un momento tiene abierta su gran oreja para atrapar cada zumbido, cada nervio que el mundo mueve a su alrededor. El relámpago aparece y cesa, pero no en él, que puede mirar en lo oscuro, que puede iluminarse con lo oscuro, que ese es su alumbramiento y seguirá con nosotros hasta el día que se nos mude de galaxia. Cierro sus libros y la calle es esa abertura que me engulle, despacio pero despierto, Gonzalo. ¿Escuchas el silencio? De pronto oigo en mí mismo su voz: Sí, como un relámpago. Nos estamos viendo.

Poemas de Manuel Díaz Martínez seleccionados por Antonio Arroyo Silva y presentados por Enrique Lihn

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Sobre Manuel Díaz Martínez y su libro «Vivir es eso»*

Creo que estamos muy cerca, en Latinoamérica, de dar en el blanco de una poesía o, en términos más generales, de un lenguaje, y hasta de un estilo literario que, por individual y nacional que sea, responda, en lo esencial, a una problemática de la escritura y de la vida común a todos los escritores y lectores latinoamericanos, y que eventualmente alcance a traspasar, como se dice, «las barreras del idioma».

Se me dirá que otras generaciones cumplieron ya esta tarea. Conforme. Sólo que su relación con la poesía no es ya la nuestra, de modo que, no sin atender a su obra como a una lección más o menos magistral, debemos empezarlo todo por el principio. Plantearnos, por primera vez, el problema de la creación poética; desnudar los motivos por los cuales también nosotros tenemos necesidad de hacer poesía; establecer las condiciones o el método que emplearemos para satisfacer esa necesidad, y acceder, finalmente, si ello es posible, a un nuevo tipo de universalidad.

Vivir es eso, de Manuel Díaz Martínez, es un libro que me interesa. Yo no escribiría dos palabras sobre él sin que una de ellas fuera el germen de una «discusión de principios poéticos».

Los jurados del Concurso «Julián del Casal» estuvimos acordes en que Vivir es eso es un libro de madurez. Se habló, seguramente, del dominio del oficio o bien del amplio registro temático o del dramatismo soterrado del poemario. Es la nomenclatura que se emplea cuando no hace falta llegar a un fallo a través de una discusión radical.

Confieso que esos modos de significar valores que yo mismo empleo, me irritan. Un escritor maduro, de oficio, con muchos temas a su haber y todo lo demás, puede ser también un perfecto majadero.

Los poemas que a mí me interesaron en el libro como expresiones de madurez literaria no son aquellos en los que el poeta parece reconciliado con las palabras; son esos en que el comienzo de la poesía es duda.

«Soy -escribe Díaz Martínez en «Discurso para un camarada» de una extraña raza en nuestros días: mi cabeza está en el capítulo de las que dudan. Mientras vivo, mis ojos devoran el caos que es el mundo; cuando sueño, reproduzco el caos, lo despierto y lo azuzo. Y sólo el poema me calma».

En el capítulo de los que dudan no siempre el poema calma al poeta y lo dispensa del caos en que se entrecruzan la vida y el sueño. Es la poesía misma la que se encuentra emplazada, muy a menudo, a responder por su sentido; la que toma, a los ojos del hablante, el aire de la duda, un aspecto equívoco.

El pequeño poema «La palabra», con que se inicia el libro, afirma, para empezar: «La palabra es la desgracia», y desarrolla toda una filosofía negativa del lenguaje que reaparece luego en otras composiciones y toma distintas tonalidades afectivas según se le niegue, a su vez, como en «In situ» o se la confirme, amargamente en «Epitafio»: «Es inútil escribir palabras que nos sustituyan, / que sean testimonio de lo que anhelamos ser, / espuma de la vida que ejercimos».

Lo que se niega de la palabra, en el primero de los textos citados –“La palabra”- es, en último término, la posibilidad, deseada por el poeta, de identificarse ontológicamente con ella.

En la realidad la palabra es un instrumento –“Ella me sirve, / me sirvo de ella”. En el deseo o en el amor imposible que lo alimenta, ser y escribir tendrían que consumarse en un mismo acto.

No quiero dejar la impresión de que Díaz Martínez practica lo que se ha dado en llamar poesía filosófica. Sino, simplemente, la de que su libro está sostenido por una constante preocupación por la poesía que viene a ser así uno de los temas constantes de su poesía obsedida por las posibilidades e imposibilidades del lenguaje.

En este sentido es un poeta intelectual, pero tampoco este calificativo me satisface. Yo diría, lo más simplemente posible, que se ha quemado las pestañas escribiendo versos y que estos se han convertido para él en esas tristes pasiones de las que habla en “Regreso de Escardó”: “¡Qué tristes pasiones te dieron la poesía! / Estás más pálido que nunca / y no veo que te atraiga el brillo de las fondas”.

Todavía en la época del simbolismo los poetas eran augures, profetas, grandes sacerdotes, y la poesía una religión, una magia, un sistema de creencias, un mito. Todo eso se ha derrumbado y queda en su lugar, para decirlo con un verso de Díaz Martínez: “un corazón trabajando su mundo como un artesano” pero que todavía quiere eternizarse situándolas (las palabras) -dice el poeta dirigiéndose a otra criatura perdida y desecha en el tiempo- “de modo que vuelvas a nacer desde siempre / para siempre”.

Otra característica que comparte Díaz Martínez con sus compañeros de ruta latinoamericanos se refleja en el aspecto objetivista de algunos de sus poemas.

La primera persona, que no abulta en ninguno de ellos, se adelgaza entonces hasta identificarse por completo con el poema objeto.

Es, en un sentido diametralmente opuesto, el mismo repudio del sentimiento o de la efusión sentimental que practicó el simbolismo como “medio irregular —dice Marcel Raymond— de conocimiento metafísico”, contra el subjetivismo romántico, puesto que, en este caso, dicha impersonalidad apunta a una suerte de revelación de lo real.

Uno de los mejores poemas de Vivir es eso es, a mi juicio, el que se titula “La guerra” y que sólo consta de seis versos exactos, impasibles:

“Todos los aviones regresaron a sus bases.
Pero no todos los hombres
regresaron a sus casas. Pero no estaban
todas las casas de los que regresaron.
Pero no todos los que regresaron
encontraron a todos en sus casas.”


* Presentación de Enrique Lihn del libro de Manuel Díaz Martínez «Vivir es eso», que obtuvo en 1967 el Premio de Poesía «Julián del Casal», de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba. Lihn integró el jurado junto a los cubanos Nicolás Guillén y Eliseo Diego y los españoles Gabriel Celaya y José Ángel Valente.



Poemas Seleccionados 



LAS PIRÁMIDES 


Contra el tiempo, el caos y el azar, 
contra la duda y la rutina, 
contra el horizonte de los vastos arenales de Gizeh,
los faraones de la IV Dinastía
Keops, Kefrén y Micerino 
ordenaron que se alzaran las Pirámides, 
los monumentos absolutos de su gloria.

Entonces 
el labriego fue obligado a abandonar sus tierras 
y el pastor fue obligado a abandonar sus cabras
y fueron, en Gizeh, carpinteros y albañiles, 
bestias de tiro cubiertas de sudor.

Y del desierto se elevó la piedra
como la eternidad desde el fondo de la Historia.                    

El cabrero no vio más sus cabras 
ni el labriego pisó más sus tierras. 
El nombre de ellos es plural como lo es el polvo.

Pero Keops, Kefrén y Micerino, 
que tenían voz para mandar, 
sueños de grandeza 
y manos para el ocio, 
atestaron con sus nombres la IV Dinastía.


INMORTALES

Realmente somos fuertes: 
más duros que las piedras de río, 
que el acero de un cañón de costa, 
      que el jiquí 
      y el ácana 
      y el júcaro negro.

No hay motor 
-turborreactor o Diesel-
más potente que nosotros, 
ni laca ni fibra sintética 
más tenaces que nosotros. 
Conocemos 
      el amor, 
      el odio, 
y muy especialmente 
la pasión y la esperanza: 
¿cómo dudar que de las cosas de la Tierra 
somos 
      la más fuerte?
Hemos visto pasar a nuestro lado 
manadas de bestias colosales 
que jamás volvieron, 
aún vemos la luz de estrellas que ya son fantasmas,
continentes enteros se hundieron bajo nuestros pies 
para no regresar del fondo 
del océano,
por encima de nuestras lívidas cabezas pasan
especies de pájaros y aviones 
que no vuelven a pasar.
Pero nosotros, 
pobres criaturas sin garras ni conchas 
ni escamas ni púas ni alas, 
con ojos inferiores a los ojos del búho 
y piernas inferiores a las patas del ante 
y manos inferiores a las manitos del mono 
y oído inferior al del sinsonte 
y olfato inferior al del escualo 
y músculos más pobres, mucho más débiles 
que los elásticos anillos de la boa...
      Pero nosotros, 
los más frágiles, 
los menos protegidos, 
      asmáticos, 
      artríticos, 
      diabéticos, 
      miopes,
hemos sobrevivido a todas las catástrofes, 
a todas las iniquidades,  
a nosotros mismos.


LA CENA
                                                
Mi abuelo se sentó a la mesa con su muerto al lado. 
No levanté los ojos de la sopa: 
sabía que él también estaba muerto. 
Mi madre tampoco levantó los ojos 
a pesar de estar tan muerta como él. 
Pero el muerto más muerto era Jacinto el ciego, 
que no tenía ojos para ver la sopa. 
Y peor aún era el caso de Donata, 
que no tenía sopa para meter los ojos.

Mi abuelo se levantó, entonces, de la mesa 
y nos dejó solos con su muerto 
(un muerto sin ojos y sin sopa, 
un terrible muerto hecho todo de bocas y de huesos).
Lo miré al soslayo, ya sin pizca de apetito, 
y deduje que era un muerto que buscaba nombre. 
Le puse el nombre de mi abuelo. 
Mi madre protestó y le puso el nombre de mi padre. 
Mi padre protestó y le puso el nombre de su hermano.
A Donata y a Jacinto se los tuvo en cuenta 
cuando llamaron al muerto con mi nombre.

Fue cuando pregunté:
-¿Es necesario que los muertos tengan nombre? 
¿Por qué meter los ojos en la sopa? 
¿Hay que sentar los muertos a la mesa?
Mi padre respondió al momento:

-Conviene darles un carnoso nombre 
donde poder pegarles la mordida; 
ellos se pasan el tiempo con la boca seca 
raspando con sus dientes nuestros platos. 
Si no tuvieran nombre, ¿cómo poder llamarlos 
y cómo poder, si queremos, despedirlos? 

-Es muy justo sentarlos a la mesa
-añadió mi madre sonriendo 
y cortando el pan en rebanadas-.
Nadie puede negar que tienen boca y, por tanto, hambre;
y manos y, por tanto, ganas; 
y huecos, enormes huecos fríos que llenar. 
Ellos también han de poner sus huesos en la mesa.

Jacinto el ciego le sirvió más jugo al muerto 
y mi madre le arrimó toda la sopa 
mientras Donata, solícita, decía 
¡Buen apetito! en italiano. 

Fue cuando pregunté de nuevo:
-¿Todo se hace en el nombre de los muertos?

-Manuel, ¡cállate y come!


LA GUERRA 

Todos los aviones regresaron a sus bases. 
Pero no todos los hombres
regresaron a sus casas. Pero no estaban 
todas las casas de los que regresaron. Pero 
no todos los que regresaron 
encontraron a todos en sus casas.


PODER 

Si yo supiera, como sabe el agua, 
discurrir y brillar entre guijarros 
y ser espejo en la cerrada noche 
y vastedad de cielo en una alberca;

si yo aprendiera a ser como es el agua, 
que se despeña y rompe y sigue siendo 
la plenitud de su alma y de su carne, 
el todo de su gesto y de su modo;

si yo pudiera, como puede el agua, 
derrotar, sin saberlo, la dureza 
de un día sin amor que se le asome;

si tuviera, como ella, el homenaje 
de la sed que la piensa, del calor 
que la ansía, del polvo que la teme…



MÍNIMO DISCURSO SOBRE EL POETA, 
LA PALABRA Y LA POESÍA

Discúlpenme,
si pueden y si quieren,
este discurso sumario,
acaso ingenuo, acaso pretencioso,
sobre el Poeta, la Palabra y la Poesía
-o, si lo prefieren, 
sobre el vano prodigio que sería el Universo 
si no contase con la angustia del hombre que lo mira. 
Quizás sea el momento de decirles 
francamente 
lo que pienso sobre materia tan resbaladiza, 
sin tomar, es un decir, las debidas precauciones.

En primer lugar no creo que nosotros los poetas 
-los filósofos sonríen en la mesa vecina-, 
pastoreando las Dudas como cabras en la noche, 
hagamos otra cosa que mentir: 
mentir para existir, 
mentir para querer, 
mentir para indagar, 
mentir ¿para saber? 
¿Alguna vez sabremos?, 
¿alguna vez, en la madeja iridiscente de la mentira 
-ah, maestro Eliseo Diego, háblenos, que usted ya sabe-
hallaremos el camino, o los caminos, 
hacia esos distritos nocturnos de las cosas 
que tanto nos intrigan? 
La impostura, la treta, el maquillaje 
son los instrumentos de nuestro menester 
(oficio, para algunos, de vida paralela, 
y, para otros, de hundirse hasta el alma en la que hay). 
Véanlo, si no, cuando decimos 
vendrá la muerte y tendrá tus ojos, o 
tus otoños me arrullan en coro de quimeras obstinadas, 
o la noche se puebla de muecas de locura,
y más: polvo serán, mas polvo enamorado. 
Uno de nosotros, 
por ser fiel a una nostalgia, 
mintió de esta manera: 
Por la hoja del caimito van dos colores trepando. 
Y otro, para ser fiel a la norma del coraje, 
grabó en nuestra memoria esta mentira: 
¡La celeste zancada de los que caen siempre en la batalla! 
Así queda demostrado que no es en absoluto aconsejable 
que al pie de la letra se tomen, 
como se dice, 
ni versos ni poemas, 
así sean odas bravas o breves madrigales. 
Y es aberración aborrecible negarse a comprender 
que el espíritu acosado invente una puerta de emergencia. 
Débese tener presente, pues, que la poesía 
es agua discursiva, oscura pradera, rosa melancólica, 
carnívoro cuchillo, grano de trigo en el silencio, 
guitarra del mesón de los caminos, 
manotazo, águila audaz, guijarro, 
mosca, miedo, mástil, horizonte, todo 
menos un acta notarial, 
por más que su destino sea, 
al menos el que su índole prescribe, 
dejar constancia permanente de no se sabe qué.

Y atención, toda la atención les ruego: 
no caer en esa trampa de pensar que la Poesía 
está en las cosas 
como un bodoque de hulla en una mina, 
como un pan en la despensa, como 
una estrella hundida en el corazón de una bellota, 
y de pensar que el Poeta, 
escarbando en las cosas asistido de una espátula y un cirio, 
la descubre y nos la pone entre las manos 
neta, 
nívea, 
nítida, 
unívoca, 
inequívoca y fosforescente.

Amigos míos, 
cómplices y parroquianos de mutuas soledades, 
estoy en condiciones de afirmar rotundamente, 
con el viejo búho Stéphane Mallarmé, 
y siguiendo mis propias experiencias, 
que la Poesía habita sólo en el idioma: 
por más que a lo largo de mi vida lo intentara muchas veces 
nunca logré 
-el pauvre Lélian asimismo ha fracasado-
ni un solo romance sin palabras. 
Poesía eres tú, Gustavo Adolfo, 
en Sevilla y en Veruela 
y muriéndote de sífilis en Claudio Coello 29, 
y lo soy yo, 
y no porque seamos ni musas ni modelos, 
sino porque somos los que hablamos: 
sin nosotros no hay mirada, 
no hay asombro, 
no hay desgarro, 
no hay desvelo, 
no habrá un alma para la montaña, 
ni una traducción del cielo, 
ni eternidad para la espiga, 
ni una gramática para el misterio, 
ni un horizonte cuadrado, 
ni un oboe sumergido, 
ni un antílope de evaporados pasos. 
Sin nosotros y nuestros cómplices de siempre 
no hubiera un verso respirando en este mundo, 
y un verso, sólo un verso, 
si es un verso, todo un verso, 
es toda la Poesía.

La Poesía no mana del jardín, sino del jardinero, 
y mana de mí, que descubro el jardín de otra manera, 
que lo miro y no lo miro, 
que lo nombro y no lo nombro, 
que al llevarlo a mi lengua lo sumerjo en una luz y en una sombra
ue jamás le dieron y nunca le darán 
ni la aurora más radiante ni la noche más sombría.

La Poesía es el verbo incandescente que la crea.

Digámoslo sin arrogancia, 
más bien sobrecogidos, 
y que Gustavo Adolfo, hermano mío, me perdone 
desde todos los Olimpos que sin duda se merece: 
podrá no haber poetas, 
en cuyo caso tampoco habrá Poesía.


SIN COMERLO NI BEBERLO


Sin comerlo ni beberlo 
eres factor de cambio 
y eres factor de riesgo.

Sin comerlo ni beberlo 
te vas haciendo curvo, 
te vas poniendo torvo, 
te vas quedando calvo.

Sin comerlo ni beberlo 
en todos los relojes 
se hace tarde y llovizna, 
y a lo peor acabas 
completamente sabio, 
que es la manera incómoda 
que existe de ser tanto 
tonto como trágico.

Sin comerlo ni beberlo 
podrías ser noticia: 
A confiado transeúnte 
que se miraba a un espejo, 
a plena luz del día 
lo asaltó un pensamiento. 
Éste se dio a la fuga 
luego de sustraerle 
hasta el último sueño.


¿QUIÉN? 


¿Quién habita la casa que habité, 
quién toca las maderas que toqué, 
quién ve los resplandores que yo vi, 
quién vive las penumbras que viví,

quién sueña en la ventana en que soñé, 
quién llora en la escalera en que lloré, 
quién abre los batientes que yo abrí, 
quién ríe en el pasillo en que reí,

quién cabalga en los hombros de mi sombra, 
quién habla, grita, llama y no me nombra, 
quién mis brazos desplaza con sus brazos, 

quién llena mi silueta sin saberlo, 
quién anda hacia su muerte y, sin quererlo, 
ocupa con sus pies mis viejos pasos?


ESOS ADIOSES BREVES

De las flores de ese vaso,
la más cautivadora 
es esa rosa a punto ya de incorporarse 
a la penumbra 
como el humo al viento.

Pétalos suyos 
han ido cayendo en torno al vaso, 
abandonando en ella 
un vago ademán de despedida.

Y ahora que estamos solos, 
enlazados por un mismo silencio, 
le pregunto y me pregunto 
si son de ella, sólo 
de ella, 
esos adioses breves.



PARA  MATAR AL MINOTAURO Y SALIR DEL LABERINTO

Homenaje al pintor canario 
Óscar Domínguez 
por su Minotauro

Teseo, 
has de saber que un dios que reina en las tinieblas 
por encima de los otros dioses,
ducho en tejer y destejer caminos,
con más poder que iglesias y gobiernos,
mafias, sindicatos,  
monopolios y partidos,
digamos un dios de dioses, que llamaré Acaso, 
reparte el destino a los mortales.

Quiso este dios que el hijo de un déspota cretense 
fuese muerto en tu ciudad por los hinchas del Atenas 
y dispuso que, 
ardiendo en sus lágrimas rabiosas, 
aquel monarca extremo lanzara los ejércitos de Creta 
contra tus hermanos,
jurando degollarlos uno a uno si tu padre Egeo, 
rey de Atenas, 
no exportaba cada año a Creta jóvenes hermosos 
(digamos carne de primera) 
para ser devorados por el Minotauro.

Y asimismo dispuso 
que fueses a matar aquel engendro mitad hombre y mitad toro 
en su íngrima y tortuosa madriguera. 
Porque ese dios oculto, a ratos humorista,
a ratos cruel 
y siempre caprichoso, 
que sabe dirigir el vuelo del azar 
y programa las sorpresas, 
que dibuja el mapa de todas las pérdidas y todos los encuentros 
y labra la historia del futuro en una roca que rueda eternamente 
hacia ese abismo que llamamos Nunca,
quiso honrarte, 
Teseo, 
enseñándote a vivir. 
Y mejor lección no halló que encararte al Minotauro. 
Y en su roca agorera dejó inscrito que aceptabas 
tamaño desafío.

Bien sabemos que en llegando a Creta tuviste de tu parte a Ariadna, 
la astuta y bella hija de aquel Minos,
tirano de cretenses.
Ariadna fue un azar atado a tu destino,
una gracia a tu coraje concedida, 
y de su astucia y amor entraste armado al dédalo espantoso.

Digamos que Ariadna fue la máxima lección de Acaso.

Y es de esperar, Teseo, que tengas aprendido 
que sin Ariadna es más difícil matar al Minotauro,
y no digamos salir del laberinto.


MI VECINO 


Me llevo bien con este hombre taciturno,
infatigable y fornido al que llaman Caronte. 
Es mi vecino. Sus hijos retozan con mis perros.
Los críos lo despiden cuando el día declina
y en las mañanas vienen a esperar su regreso 
donde amarra la barca, allí, entre esas rocas 
que el Leteo lame al pie de mis ventanas.
Muchos amigos míos han viajado con él.
Amigos y amigas que nunca más he visto.
Viejas amistades que ni siquiera escriben
para contarme algo de sus vidas lejanas. 
Me han olvidado, pienso, quizás me han olvidado.
Un domingo de feria, bebiéndonos un vino,
le confesé al barquero esa amarga sospecha.
Nada me dijo el hombre y me sirvió otro vaso.
El sol hacía un guiño festivo en la botella.


OH, TRENES QUE PASÁIS EN LA ALTA NOCHE

      Oh, barcos que pasáis en la alta noche
René López

En una mínima estación de campo,
cuya puerta es un bostezo ante los rieles,
registro el vértigo de luces
de los trenes que pasan.

Sale del silencio el Halley Express,
colma de fulgor y asombro un solo instante de mi vida,
y corre a su origen trepidando,
silbando.

Cruza el cometa Diesel de un lado al otro de la noche
envuelto en vapores siderales y ruidos mecánicos.
Repleto de adioses y de parabienes,
vuela al encuentro de las grandes terminales
del recuerdo y la melancolía.

Oh, trenes,
los espero, los saludo, los despido.
Siempre hallarán mis ojos muy abiertos
frente a sus ventanas,
enlazadas por la prisa.
Siempre encontrarán a este viajero
ardiendo en el andén.


NOTA DE VIAJE POR UN SUEÑO


Era un pueblo iluminado. 
En el parque, muchachos y muchachas daban vueltas
debajo de farolas cubiertas de follaje. 
Y como que hablaban y reían. 
Los coches, en piqueras, 
tenían dispuestos los caballos. 
Los cocheros también como que hablaban y reían.

Era un pueblo iluminado, navegando 
la noche olorosa a mirto y flor de panetela 
y susurrante de viento y ramazón de álamos. 
Ese era el único sonido en todo el pueblo: 
el viento metiéndose en los álamos. 
Los pasos de la gente no se oían,  
ni sus voces se oían,  ni
se oían el trote del caballo 
ni la campanilla del coche bamboleante. 
Sólo el rumor del viento metiéndose en los álamos 
y perdiéndose en las calles.

Era un pueblo iluminado en medio de la noche, 
flotando en el olor silvestre de los patios. 



ÁRBOL EN LA TORMENTA


Moviéndose en la sombra, batido 
por el viento ciego de la noche, 
extiende sus ramas hacia mí 
en ademán desesperado.

¡Qué humana su mole gigantesca, 
bajo el cielo turbulento, 
estremecida por el desamparo!



VERSOS A UNA MUJER DIFUNTA 


¿Quién no te olvidará? ¿Pero quién sí? 
Al fin estas preguntas: ya no hay otras. 
Tú fuiste tibia, breve, tersa, suave, 
destinada al amor como las rosas. 
Para el que pasa y mira en tu sepulcro 
tu nombre solitario ¿qué eres ahora?

Cuando lleguen las nuevas primaveras 
tú no estarás despierta ni dormida, 
ni encenderá tus rosas el amor, 
ni serás tersa, suave, breve, tibia. 
Otra vida tendrás, si te recuerdan.
Otra muerte, más honda, si te olvidan.



ETERNIDAD 


Llegaste muy temprano una mañana, 
una mañana de no sé qué día, 
una mañana que resplandecía.
Quizás eras tú misma la mañana.

Llegaste no recuerdo si mañana, 
porque aquella mañana de aquel día 
era tanto lo que resplandecía 
que confundo el ayer con el mañana.

Llegaste como la inicial mañana 
llegara sobre el mundo el primer día: 
de tu esplendor haciendo la mañana; 
de tu esplendor, lo que resplandecía.

Y para siempre fuiste la mañana, 
la eternidad naciendo con el día.


POEMA ROMÁNTICO 


Hoy quiero estar con los ojos cerrados, 
sentir el mundo como lo siente un ciego, 
evocarte en la fresca lisura de un vaso, 
presentir tu mirada en un golpe de viento.

Hoy no quiero el brillo, los contornos, 
las aprendidas formas de las cosas.
Hoy necesito cerrar bien los ojos 
y quedarme con el tiempo a solas.

Quiero que sea el mar sólo un sonido 
y la muerte un olvidado invierno, 
y que el ruido de una puerta en el pasillo 
inaugure para siempre tu regreso.

Hoy no soporto que las cosas sean 
mutiladas maderas y humillados metales. 
Espero de mis dedos que ahora sientan, 
en todo lo que toquen, nada más que tu imagen.




ESOS ADIOSES BREVES

A Dulce María Loynaz

De las flores de ese vaso,
la más cautivadora 
es esa rosa a punto ya de incorporarse 
a la penumbra 
como el humo al viento.

Pétalos suyos 
han ido cayendo en torno al vaso, 
abandonando en ella 
un vago ademán de despedida.

Y ahora que estamos solos, 
enlazados por un mismo silencio, 
le pregunto y me pregunto 
si son de ella, sólo 
de ella, 
esos adioses breves.


NOCHE DE ABRIL 

Te me has ido mostrando 
con lentitud de abismo. 
(Ahora el viento se vuelve
 y extiende sobre el mar 
el rumor de la tierra.)

Hay casas a tu espalda, 
con voces y secretos 
y ruido de vajillas, 
y hay ventanas que rielan 
en la cal de los muros 
como luces de barcos.

Pero tú no te salvas: 
emerges de un adiós 
y te vas con nosotros 
por entre los adioses 
que traman el olvido.


EX CORDE 

Señor,
protege el desasosiego 
de este hombre, mira que el fuego 
en sus entrañas no cese, 
y bendice la penumbra 
en que su faz resplandece 
frente al abismo que alumbra 
la luz de su ordenador.

Él es como tú, Señor, 
competente y sigiloso 
en su infinita faena, 
e igual que tú va esparciendo 
caminos sobre la arena.

No dejes de devolverle, 
si algún día 
la extravía,
la inquietud de que se vive, 
y que de ti nunca espere 
la quietud de que se muere.

(Y por más prisa que tengas, 
no olvides cada mañana 
asomarte a su ventana).

Esto te pido, Señor, 
para ese poeta amigo 
que me sigue a todas partes 
y que a todas partes sigo.



MANUEL DÍAZ MARTÍNEZ, nació en Santa Clara, Cuba, en 1936. Poeta y periodista. Fue diplomático en Bulgaria, investigador en el Instituto de Literatura y Lingüística de la Academia de Ciencias de Cuba y director de importantes órganos de prensa en su país natal. Fue director de la Revista Encuentro de la Cultura Cubana y forma parte del consejo editorial de la Revista Hispano Cubana, ambas publicadas en Madrid. Es miembro correspondiente de la Real Academia Española. Ha publicado doce libros de poemas, entre los que figuran El País de Ofelia (1965), La tierra de Saúd (1966), Vivir es eso (1967, Premio “Julián del Casal”, de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba, otorgado por un jurado que integraron Nicolás Guillén, Eliseo Diego, Gabriel Celaya, José Ángel Valente y Enrique Lihn), Mientras traza su curva el pez de fuego (1984), El carro de los mortales (1988), Memorias para el invierno (Premio Ciudad de Las Palmas de Gran Canaria 1995) y Paso a nivel (Verbum, Madrid, 2005). Algunas antologías de sus versos son: Poesía inconclusa (La Habana, 1985), Alcándara (La Habana, 1991), Señales de vida (1968-1998) (Visor, Madrid, 1998), Antología Poética (edición bilingüe, Bulzoni, Italia, 2001) y Un caracol en su camino (Aduana Vieja, España, ediciones de 2003, 2005 y 2008). Su poesía completa fue publicada, bajo el título de Objetos personales (1961-2011), en la Biblioteca Sibila-Fundación BBVA de Poesía en Español (Sibilina, Sevilla, 2011). Poemas suyos han sido traducidos a numerosos idiomas. También es autor del libro de memorias Sólo un leve rasguño en la solapa (AMG-Editor, Logroño, 2002), del tomo de ensayos y artículos Oficio de opinar (Aduana Vieja, Valencia, 2008), de ediciones comentadas de las Rimas de Gustavo Adolfo Bécquer, de la poesía de Virgilio Piñera, de El ciruelo de Yuan Pei Fu, de Regino Pedroso, y de las cartas que Severo Sarduy le remitió a La Habana. Es autor asimismo de la antología Poemas cubanos del siglo XX (Hiperión, Madrid, 2002). Recibió en 2006 la medalla La Avellaneda, del Círculo Cultural Cubano de Nueva York, por su aporte a la cultura cubana. Reside desde 1992 en Las Palmas de Gran Canaria y es ciudadano español.

Roberto Cabrera García: La Luz Sirviente (Poemas)

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Playa nueva del volcán
Viento oscilador
lleno de neumas
Qué callada la playa
queda
A lo lejos la ola
rueda recodos
guijarros deja
y su dorso
en seco golpe
explaya
el mar
sobre la lava fresca
Un brazo natatorio
bajo rayos avanza
aquel trotar 
de nubes
cortas
Su envés irisado
que alarga cuellos
y alza
las cabezas




Robando a Dios
me hirieron balas
del fuego amigo
Por ver a una madre
aparecieron
su rostro
sus pestañas y cejas
El corto andar
el jeito que recoge
los pies en la cadera
Tu dulce charla
de rubia guedeja
de Oriente
familiar
Solo como un velo
nunca ido
Ceñido a tus piernas
gimnástica
emoción
Y pómulos
ardientes presencias
unos labios
actrices
guardianes
de tu voz





Era un día de música
que se llenó de brumas
repentinas
en el cadalso
de otra muerte inocente
y de héroes fugaces
cantando a espaldas
de las arañas
otros idiomas
y sílabas a voces
sobre carpas iluminadas
donde rebotan  los aullidos
la alerta del dolor
El anillo slide de Misisipi
tan lejano e irreconocible
como la punta del zapato
bailando en la viruta
de tensos futuros
Nunca volveré a Alabama
dijo
donde mi hermano
fue arrancado de mi madre
y el policía disparó
Donde no pude sino sentarme
a llorar
Mientras todo el mundo
libres los dejó marcharse





Cosas por hacer
no llames a mi puerta
quiero dormir
la siesta matinal
que ahoga
todo lo que me traes
de frutas
y horas
Con aquel cuchillo
de nubes
cortar relojes
y barbas de leones
Por callejas
trasnochadora
amada
mujer de los dos
úteros
oírte
cantar a las mareas
Bicuda y ardid
del marinero
Trastienda
naval
de las morenas





Si no es por el mundo
nadie sabe
Si la palabra o el verbo sangra
en la espita del duro corazón
de las distancias
Que traen olvidos a la casa
con sus tejas frágiles doncellas
que bajaron al callao
de sus cuerpos
metafísicas
compuertas
Lejos del barranco Crispín
esparcidas alhajas
Llegar a esas mujeres
dejar de lado
los custodios
ángeles 
con tacones o zancos
Dormir en Casiopea
en el perlado gajo
de las buganvillas
o en Casilda





Cuba
Ella vino y apagó
la lumbre del café
Saltaba las auroras
como nadie
con su zancada cenital
al tope
Cual si llegara
a la popa de un barco
lanzando
las maletas
Los pies como un tigre
sobre las vacaciones
de las hormigas
Sorber el café
que tú me diste
como un beso caribe
Estás aquí
mimosa o triste
pero como tu sola
cariñosa




De todo eso
la música sabe
mas no el porvenir
si subo o bajo
Qué me inquieta
de la suerte arpía
Esa palabra sal
o sale de la tierra
De guitarras
de cuerpo de falúas
hecho de tablas
o de brandy




Duende de las musarañas
quizá te consuenen
te estremezcan
músicas
de puro ritmo
inabarcables
Desbordando
la tierra que vuelve
bajo un sol
botones de oro
del aire




Amantes
cómplices
tan llenos de satén
y estaciones
De luces 
a sol puesto
navegan
los pescadores
del coral
caliente




Sumo 
agosto
no hay amor
sin odios
que tangencien
el claro resplandor
que se va en ramas
o de la fuente natural
renace




Luz
sirviente 
de las sombras
cuerpo de Mercurio
por los cáncamos
celeste claridad
de aristas 
imposibles
Crecer en otras
estancias
de luces lejanísimas




Cuánto temor
asoma
al rostro
de los
ases




Una flor a otra dijo
todas no morirán
si no estoy yo




Margarita 
plateada 
morena casi negra
mulata y caprina
que echada en el sofá
parnasiana y coqueta
eras de las galaxias
su cuenta y riesgo
Dócil en tu cercana
lejanía
Tus ojos oscuros 
se veían blancos
y cantantes
como guantes
de 
Satchmo




Cantaba en eso 
una paloma
No la conozco
eslabón perdido
simulador
Ella transita
cambios
lunas ágiles
en mareas
campa
abriendo puertas
como en la vida
empujando aire
atrás
que siempre vuelve
como el vuelo




Cual fantasmas
de un pasado
reciente
se fueron muriendo
todos
en la sobredosis de verdor
curvas y curvas




Sujetos de un viaje
fermentado
el panadero hornea
las galletas
Las mujeres
merengan
los bizcochos
La pregunta era por esos
paisanos
perdidos en la bruma
donde Alopecio
murió




Tiernos tallos
envueltos
en un atardecer
Dulces palabras
solamente murmuras
Al oído escondido
en las mechas
Madre
jabonosa
en las piletas
Yo tenía
la bandeja de una banda 
de monos
con platillos y bombos
Y un pájaro azteca
que nadaba en nenúfares
de lotos
Caballo de cartón
casi roto y voces
que hurtan moras
en la huerta
Hay vecinos que piden
hojas para su oruga
esa sangre en el verde
y la almendra
en tu alma de almirez
vaga desnuda
colada y láctea
la noche 
de candil



Al fondo 
una cabra 
me llama
Me apena 
no escuchar 
esa lumbrera 
trompeta




Ropa tendida
en el puerto
la delgada musa
de Pessoa
apenas aflora 
sus pezones
bajo la blusa 
pescadora
Era una plaza 
de arena azul
que batía olas
en sus bancos
alambre
de miradas



ROBERTO CABRERA GARCÍA, nació en Santa Cruz de Tenerife en 1954 Editor, Músico, Escritor canario. Comienza colaborando con publicaciones culturales isleñas como la Revista Semanal de las Artes del vespertino La Tarde o Nuevos Caminos. Funda las revistas literarias Menstrua Alba, Teresa en el balneario, El buey de las estrellas, Aquel viejo noray y El Vigía. Colabora también con otras como Poesía, Liminar, Lúnula. Nexo, El Taller, Fetasa o Cuadernos del Ateneo, Cinosargo, Letralia. Actualmente dirige la revista Acorde y la editora El Vigía. Mantuvo durante más de un lustro una sección de Cultura en el tabloide La Laguna mensual. Figura en varias antologías (De la saudade a la magua.ed. Baile del Sol. Antología del cuento en Canarias. Ed. Cuadernos del Ateneo o Nueva Narrativa Canaria Ed. Baile del Sol) insulares e internacionales en poesía y narrativa, coadyuvando en la recuperación de autores en el ostracismo como Dulce Díaz Marrero (edición y prólogo de Fin de la ley y País Nuevo), Antonio Bermejo (Historia de Café Pobre. Ed. Ayto. Santa Cruz de Tfe.), Pedro Debrigode (Guiones Argumentales El Vigía Editora) o Joaquín Rivero (El Parnasianismo y Manuel Verdugo ed. El Vigía).  Músico y autor, ha participado en los eventos culturales y musicales más destacados de la creación insular de las últimas décadas. A veces como músico de jazz o compositor en más de una centena de conciertos y en una docena de ediciones fonográficas (Gato Gótico jazz & world music, La Comercial, o como cantautor: Puñetazo al silencio o blues & rumba). Otras como ensayista: Algunos casos de brujería isleña en la literatura popular de Cuba y Puerto Rico, ed. Gobierno de Canarias "Encuentro de Escritores Canarios en La Gomera". Batea Policromada de México en Mapa Poético de México 2011 o La Poesía Canaria ante el Fin de Siglo, Valencia, Venezuela. Argot y grafitis en Santa Cruz de Tenerife en El Habla del Escritor Marginal El Vigía editora. Ha publicado: Ídolos de bruma (1979 autoedición 2006 Ed.Benchomo), novela. Suicidio en Desolation Road (1980) ed. Benchomo: relatos. Desangre libelular Anónimo (1981/2011 ACT y El Vigía Ed.), poesía. Amor Mora Roma (1986 ACT.), relatos.  Viaje a Hero (1988/2013 Aula de Cultura Tfe.), relatos. La nube especular (1989 Gob. Canarias), novela. La yerba negra (1995 Benchomo ed.), novela. Los lunares del césped (1999/2010 Benchomo/ Idea), novela. XXV Relatos (2007 EVEditora), narrativa. Pie de Rumbas (2006 EVE), poesía. Reflejos (2008 EVE),  Drum Bass Canario (2009 EVEditora), ensayo. Al final de la Costa (2010) poemas de 11 mensajes en una botella Ed.Septenio. Antología de la Poesía Canaria (2011/2012 El Vigía editora). Apuntes para una reflexión etnomusicológica (2013 Ediciones Aguere) Fogatas (2015. Ed. Idea/Aguere poesía).

Celsa Acosta Seco: Poemas Éditos e Inéditos 1992-2016

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De: Otro lugar (1992)

OTRO LUGAR

El espacio cerrado que una vez
ocupó la lámpara y el espejo
tiene la lentitud gestual 
de mi cuerpo.

Cómo entreabrir el verso
y  asistir a la misteriosa movilidad 
de un territorio guardado.

La memoria
máscara de la sonrisa,
nada nos ayuda.

Persistimos en lo finito necesario.





La soledad
emerge como piedra.

Sin reinos
asisto a mi desnudez.

Allí soy único rostro
de tu ausencia.

¿Quién ha recorrido
este desierto?

Al despertar,  la angustia
es un vacío.



De: Labio ebrio (1998)


A cada instante
el labio ebrio
despeja entre cantos y fábulas
el temblor en mis manos.

Con fuerza
aprisiona los océanos
las arenas se cubren 
de cayenas y amapolas.

Hay siempre un frescor
en su ebriedad eterna
que adormece mis abismos.





Concedes el principio
de un espacio hecho de roturas.

No sabes
qué pájaros han quemado sus alas
bajo la corteza de estos árboles.

Deja ausente tus fuegos.

Trae el rio hasta los labios.

Brota espigas entre tus manos
para horadar los cuerpos.

Penetremos en este lago
sin tiempo, 
sin luz.


De:  Hendidura de agua (2004)


Después de la tristeza 
adviene una claridad en movimiento.

La palabra,
relámpago amarillo
es como un sol al mediodía
que pronto declina y mengua
como luna llena.

A veces se está lleno
y se está vacío
todo crece y decrece.

Se habita de desventura
tiene ojos la sombra.





Después de la aridez
entre horas secas
y vapores
amanece en esta ciudad.
En la cama
aun con el sopor
que dejan los sueños inconclusos
junto mis pies
para iniciar el salmo
de los buenos días al Señor.

Frente a la ventana
un alto Nim
desprende agua y semillas
ojalá pudiera yo
desprender lo que llevo.

Ahora
apretados aquí
instantes, momentos
se suceden

duele abrir la pena
lo oculto
bajo el tránsito de las horas.

Huérfana de mí
me coloco en el punto: el límite

Cómo cerrar los pasos
si todo se desborda
y nos somete al desamparo,
a los desprendimientos.

Cómo guarecer al corazón
Dónde la alta morada.


De: Voces (2013)


ANTES QUE  MAÑANA

Sobre los efluvios del día, queda  lo que sentimos 
entre cuartos que nadie aposenta 
entre un tramo de esta memoria
donde sólo se encuentra un patio
que rumora un partir, un quedarse ciego
detrás de esta  luz, vértigo que tiende silencios.

Es un rio hallado lejos, un detrás del cielo 
olvidar lo que dejas en la fatiga
y  beber lo que exprime el corazón.

Las migajas nos dejan a medio tacto
urdimos un sueño para atraer lo perdido
lo negro,  lo blanco no es el tono
pongamos la memoria en borradura

regresar y mirar lo que se aleja.



CANTO DEL DÍA
  

Bajo este cielo en calma
las palabras nacen
iluminan el amor de los días

desde ellas descubro tus grandes labios
esa risa que me acerca al perfume de la tierra
esos brazos que me llevan al alba de un puerto

con ellas descubro lo escrito y lo borrado
con ellas  me ato a tus sueños
su humildad está en darle cama al silencio

ese silencio que es palabra muda del mundo

este mundo
que nos lleva a la dulce herida de vivir,

a lo interior de más adentro
para abrirse  como un océano
inundando  lo exterior de más afuera


PRE-TEXTO


Qué será lo que el cuerpo escribe allá en su fondo
Quién es dueño de esa voz
que modula en mis adentros

Todo parece surcar una historia de voces
páginas con vocales tristes
me vienen dadas
y mi pensamiento parla el desasosiego…

Qué  palabra nos designa
como dar cuenta de eso que nos vacía
que nos destruye en el momento que nos crea
que nos asusta el alma 
buscando salir…

Dime Pessoa,
tu que la viste escabullirse
celosa de ser vista
entre la palabra que signaba tu cuerpo
cómo dar cuenta
de esta ansiedad que nos rebasa
de ese sinlugar,
fondo umbrío
que nos desgarra…

Por qué nada nos encierra
por qué no permanecemos 
por qué buscamos vaciarnos

quién habla detrás de la puerta
quién es ésta que escribe ahora.


DE LO AFUERA


Más allá de todo esto que nos cerca
está el agua 
que brota como sed…

en la memoria
como vetas mudas
las fisuras permanecen
siempre estarán allí…

 el agua pasa rauda
como desafiando las piedras

las palabras se adentran en la piel
se precipitan en espiral
hasta dar con la cabeza
herida por el viento…

llama de la palabra,
expulsa las ruinas
que el polvo deja en tu voz
y desciende al agua soñada,
a la esencia de la tierra

habla de los enigmas 
                   que ceden al deseo,
agota el nudo movimiento
sólo un gesto        

Dónde detenerse?


LA MONTAÑA


La montaña 
ha venido a mostrar sus penachos
viene a contar historias
de cuando el sol
le arrancaba la luz a los pájaros
para vestir la mañana de oro

hay un penacho que parece decir
aquieta tu espalda
reposa sobre la hierba seca
para que tu voz no te llame 

abandónate
la montaña te encontrará
al final del día
cuando el oeste
se vista de anaranjados grises
cuando las cabras
oculten sus ojos a las sombras

los otros penachos
buscan las aguas
reposan el verano
dan aliento al cuerpo
es tiempo de reposar
cubierto por ellas
sumérgete en las aguas de la montaña
sus penachos te aguardan
dales tu sueño.



RETRATO CON BALCÓN


La mujer sentada
con gesto de abandono
tiene en sus pies
el oro del amor

en su cielo 
hay un cuerno infinito
algún caballo atravesando
el campo de sus flores
más la lluvia se ha marchado
de  su trópico

esa mujer que a veces
parece volar sentada
tiene otra edad

desde el balcón puedo ver
como su cabellera de mar
cambia y se vuelve
como un bojote de paja

si la centella da en el azul
es porque el amor
ha subido
la alta empaliza

si la centella enreda su fuego de púas
vienen ángeles
al otro lado de la ventana



TARDE CON MARSALIS


En los tejados
se escuchan las notas de Marsalis
mientras las mujeres del balcón
se miran los labios tristes

dentro de ellas
la vida no timbra la muerte
son sólo mujeres que posan
en un pincel maltrecho

Esta tarde 
los pájaros vuelan lejos
se han ido
a  los tejados del sur
mientras aquí,
siguen las notas de Marsalis
y unas migas de pan
acompañan
las mudas campanas




INÉDITOS (2016)


DOMINIOS


En el fragor de los días
sólo unas costras resisten su dominio:
El tiempo

pareciera que el pasado se hace instante
como si dibujase los mismos obstáculos
y nos señalara con sus verbos
en colores sin luz
monótonos y crueles.

como si las horas fueran cortadas como filetes
de lado de nosotros
corre lo negro
en tromba de temores

nos volvemos carniceros
al filo de las piedras
todo se vuelve girones
abrigamos el desencanto, la nostalgia
nada acaba
todo parece circulo de un punto que no llega

este tiempo estorba en los ojos
como una arena pesada movida en las orillas



ALGO ZUMBA


Algo zumba detrás de  la puerta
Desde ahora
Se instala la vigilia del silencio y la ceguera
Desde ahora las alas de mi lengua
Despliegan su plumaje vencido

en las paredes corre la espesura de las voces
de quienes llaman los filamentos del olvido
de quienes tensan en la noche una luz de hielo

hasta aquí daré cuenta de mi empecinamiento

voy ha dejar pasar sus ropajes de heno
no volveré alrededor de lo que queda
ellos serán testimonio de otra letra
de otro trecho hecho y lecho

pasaré a recoger mi voz
que quiere darse la vuelta
detrás de papeles usados
donde los borrones
son hilos cursivos del existir.

Algo zumba detrás de la puerta
una vida muerde las hojas del día.



ENRAMADA


Si ahora todo termina aquí
en este papel perforado de esperas

Voy a tomar aguja con hilo
para coser el revés que no se tienta

para zurcir el blanco abismo
que punza los costados

quiero venir al final del tiempo
vestida con el alimento que tome de ti

con los pies untados de luna roja
a ver si el tiempo me deja

cerrar las salidas
que invento en esta fuga.



PAISAJE DE LA HOJA


El viento se apiada de la hoja en la calle
no quiere arrastrar
la única huella de los cuerpos

la hoja se oculta de los pasos
que ahogan los soles
de una ciudad cruzada por la amargura

ella es lo que queda de la mansión sin reino
la que otorgaba prestamos
y estiraba su mano en las fuentes benefactoras

la hoja se vuelve y permanece
lejana, equidistante
de la ciudad abatida por el desdén y la infamia
de los que viven el trasmundo
y van al mercado
a quemar el festín de sus bolsillos

ya la ciudad no espera
la tibia brisa de los mares
ni el aroma del pan de los días

la hoja seca
sigue su rumbo ciego
hacia un paisaje lejano
donde el viento no llega.



CELSA ACOSTA SECO, Coro (1964). Poeta, editora y promotora cultural.  Ha publicado los libros de  poesía: Otro Lugar (1992), Labio ebrio (1998), Hendidura de agua (2004) y Voces (2013). Monte Ávila Latinoamericana publicó en el 2008 su antología poética bajo el título Otro lugar, en la colección Altazor. Textos de su autoría han aparecido en importantes revistas literarias como Imagen, Poesía, Babel, Carmín (Buenos Aires- Argentina), entre otras. Premio Municipal de Poesía 1993. Otorgado por el Concejo Municipal del Municipio Miranda del Estado Falcón. Ha participado en eventos literarios de carácter nacional e internacional. Invitada especial al XV Encuentro de Escritores Venezolanos. Cátedra de literatura venezolana “José Antonio Ramos Sucre” Universidad de Salamanca. Facultad de Filología. España. Noviembre 2009. Escritora Invitada al V Encuentro Internacional de Poesía CHILE POESIA. Santiago de Chile. Chile noviembre 2008. Escritora homenajeada en la Feria Internacional del Libro de Venezuela, capitulo Falcón  FILVEN 2016. Invitada a la Feria Internacional del Libro de Venezuela FILVEN 2008, 2010, 2012 y 2014. Miembro Comité Organizador de la VI Bienal Internacional de literatura Elías David Curiel. Coro, octubre 2008. Invitada al XII. Festival Internacional de Poesía. Venezuela, Caracas 2015. Invitada al IV. Festival Internacional de Poesía. Venezuela, Caracas 2007. Invitada al II Festival Internacional de Poesía 2005. Miembro del Jurado Calificador del I Certamen Nacional de Las Letras. 2004. Invitada Especial a la IX y X y XI  Semana Internacional de la Poesía. Noviembre 2001 y Julio 2003 y 2004. VI Bienal Internacional de Literatura “Mariano Picón Salas”. Participación en calidad de Invitada Especial. Universidad de los Andes. Mérida, 06/2001. II Bienal de Literatura “Elías David Curiel”. Participación como Presidenta del Comité Organizador. Coro, 03 al 06/10/2001. III Salón Latinoamericano del Libro Universitario. Universidad de los Andes. Poeta Invitada. Mérida, 07/1997. Seminario Lectura de Textos Poéticos Escritos por Mujeres. Invitada en calidad de Ponente. Oficina del Cronista Universidad de Carabobo. Centro cultural Eladio Alemán Sucre. Valencia  03/04/2000.  Actualmente dirige “El Nuevo Semanario”, medio impreso del SiBCI-Falcón; y es vocera por el estado Falcón del Consejo Presidencial de Gobierno Popular  de la Cultura. Miembro principal de la Red de Escritores de Venezuela, capitulo Falcón. 

Hugo Luna: Poemas Éditos e Inéditos 1994-2016

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De: No Nada Nunca (1994)

Escucha 

el agua de la canilla rota
la gota de sangre del agua
la sangre de los enterrados en el río de la plata
ametrallados de humedad
los ojos llenos de espejos cloacales

escucha
caen en tu casa



De: La pluma y su piar (2001)

Qué poemas nuevos fuiste a buscar
Félix Luna

Dicta el poema
Quien lo escribe
sabe que esa consigna
es cal
sólo disimulada
cuando el viento 

Leemos
con el ojo repleto
de migajas
la palabra socavada
la tierra levantada
para cubrirnos

Nada que duerma
Nadie que duela
puede saber cuánto
en qué momento
el texto fantasma
ingresa en la ficción

Respondemos con letra
El miedo
enciende la imaginación
de un niño heroico



De: La ventana que mira (2004)


Ha pasado una babosa. Se ve
En su rastro vidrioso
Una ventana arrastra la luz de
Otro amanecer



De: En la nieve (2006)


Patios inflan ropas
rotas
muertas en la luz

no porque el viento hostigue
sino
porque la ausencia
ejerce una presión de niño sobre
las cosas



De: Reflejos sobre el zinc (2007)


poema contra la necedad

las vías los bulevares trazan perfectos
la urbanística social

del horizonte de rieles para uno
de los lados (y sólo uno)
podes mirar y pertenecer sin rendir cuentas

el centro de la ciudad
es el fruto de un árbol seco

en los potreros del ferrocarril
exhibe sus documentos un mono pérfido

allí están los restos del estado protector
la chatarra de una historia que hoy no sirve a nadie

pero insisto
los pobres estamos de los brillos del hierro cantor
para allá

en la mudez del cemento yace también el secreto
que todo pueblo conoce

tractores vendedores ambulantes gitanos circos
chapas galpones caballos heridos por el relincho libertario niños descalzos mujeres de la vida (eufemismos también y desde luego) carros que sólo tira el viento

esto ya está fuera del poema
destinado a lectores que conocen del tema:
dejen de mentir a la gente
mientras Dubai construye islas en el mar
nosotros nos caemos de la tierra



De: Una voz, alguien (2008)

una voz, alguien

no puedo decir "he
venido para quedarme" algo
me llama
desde adentro de la voz 
desde su oscura vibración
parlante de mi destino
veo en el movimiento del aire
en la curva que provoca la onda
el seguimiento de ese mudo mensaje
una sucesión de nombres encendidos de silencio
porque
qué hace la voz antes de sonar
sueña
se quema milagrosa y callada y enteramente 
pura es
reflejo reflexión de la lengua
sensibilidad de la íntima humedad y su fatiga
oh aquello que late y aún 
no se pronuncia 
se pre-anuncia
como una cuerda que se estirará taciturna y allí
se hará música como
los pasos que se pueden esperar de la noche
o cierta respiración fatigosa de las almas la voz
se pasea por los campamentos del desierto sobre
las terrazas de todas las ciudades los pisos
cubiertos de cigarrillos y colillas de ansiedad
llega indemne sobre los techos de los autos
los cascos de las motos y los cascos de
los caballos que ensordecen el campo
no es cualquier voz tu voz
ahora mía ahora de algo o alguien que soy y no
de alguien que se encuentra y se pierde
de alguien que despierta culposamente el sueño de los pájaros
y el secreto de los muertos y
el misterio de la lluvia cuando esta habla con las cosas y la vida
tu voz hecha rumor
certeza de lo que me cambia para siempre me
trans-forma en
estrepitoso crujido de la ausencia
tu voz sin enamoramiento o
con esa sensualidad contenida que lleva la verdad
hasta el borde mismo de los sentidos
los sujeta
les da entidad
y sigue
¿puede una voz
entonces
estar cabalgando sin descanso?




De: Sólo claridad (2010)


todavía está la calle empinada en el mismo lugar desierto

a Juan Carlos, mi padre, en memoria

soplaba contra la pared un nombre y construía un poema.
medía las horas por su compañía de humo. tiempo de
fatiga. tiempo de asma y panes calentitos. pero su noche
era de adobe. su pasión no terminaba en las estrellas. fue
de su gente y fue en serio. reír era su picardía. yo lo llamo
aunque esté muerto. baja por los techos por las canaletas 
y chapas un rocío verdadero. la implacable llovizna y el silencio.



De: El apetito de la belleza (2015)


Enterramos un libro
Junto a otro
Bajo una luz insuficiente
Que nunca levantó su intensidad
En la memoria
Oh fiel crueldad del recuerdo
De esas páginas
No salieron rabanitos
Pero sí ortigas

Hicimos un pozo
Que dejaba ver el cielo
Lo que en él habita




Ediciones en formato de e-book


De: Es tu lengua (2010)

algunas cosas

algunas cosas las he visto en sueños
esas a poco de tocar la luz
desaparecen
otras han venido bajo el sol
como damas con sombrilla
o risas que llegan entre árboles
esas a poco de cerrar los ojos 
desaparecen
los pensamientos que perduran
son como tierra de almácigo 
como tierra que cae sobre un féretro
como tierra sobre la que se escribe un nombre
los pensamientos que son como cosas
semejan una identidad fuera de la materia
la gravedad en ellos
es ciencia aún no escrita



De: A tientas (2013)


La casa que recuerdo

Aprender a caminar sobre la viga podrida
Blanca Varela


Los ladrillos son blancos
Aunque en verdad hablan de otra palidez
Quién puede dejar los ojos como ese techo
Cuando el sueño se jacta de venir
Adivino las chapas y luego lo inevitable
Silencio madurar de moras
De los murciélagos colgados en el patio
Lo bueno del aire nocturno 
Es que se respira sobre los sueños
De vez en cuando el resplandor de un relámpago
Confirma lo amarillo de la viga
Esta es la casa del polen
El néctar abierto de las puertas desorienta a las abejas
De ésta luz ya bebimos una sola mañana
Y tenemos para guardar
Vamos en punta de pie para no espantar lo leve
Lo celoso de nuestros pensamientos
Porque digámoslo aún dormidos
Producimos escombros y mamposterías
Y golpes de martillo



De: Agua bebida de la memoria (2014)


Y todas estas casas

Todos estos techos

No guardan si no
El corazón de la lluvia

Por fuera y por dentro

Blando desagüe

Voces hundidas
En agua bebida de la memoria



Inéditos (2016)


Sinceridad 


Me mira a los ojos para decirme
Que esta noche
Una vez que caiga vencido 
Me clavará un puñal en el pecho
Su honestidad es tal que dudo
Dejo constancia ahora 
Del brillo de la hoja
Del filo de la respiración
De la roja cereza de la muerte
Esta noche será otro sendero
Otra montaña la oscuridad
Otro silencio
Este texto mañana tendrá otra lectura
Sinuosa letra lo que puede el amor


Yo no sé


Yo no sé de dónde viene el frío
No viene de la nieve
No viene de los andurriales del sur
En éste enredo de ríos
El frío es una culebra enroscada 
A los pies
Un gato muerto en las tejas del alma
Dimos calor frotando piel
La piel tiene las propiedades de la llama
Arisquea un poco a la menor brisa
En su unidad de fuego desconoce las temperaturas
Pero el invierno espera en la ventana
Un amanecer que no postergue sus temblores
La fidelidad en la empatía del pájaro
La escarcha de su lengua amatoria  




HUGO LUNA,nació en Concepción del Uruguay, Provincia de Entre Ríos, Argentina, en 1959. En los años 80 hizo taller con la escritora Alma Maritano y en el taller de Autogestión que funcionó en la Facultad de Letras de la UNR, junto a poetas como Omar Aguiar; Silvina Crosetti y Beatriz Vignoli. Poemas suyos han aparecido en revistas –tanto gráficas como virtuales- provinciales y nacionales, así como bajo la modalidad de plaquetas o pequeños poemarios. Ha recibido las siguientes distinciones:  1er Bienal Rosario Imagina (Rosario); Letras de Oro (Bs. As); Juegos Florales (C. del Uruguay); y otros. Ha realizado muestras de poemas junto a artistas plásticos de su ciudad, C del Uruguay, como Mario Morasán, Luis A. Cerrudo, José Luis Saffer, entre otros, y realizado lectura de sus textos en ciudades de Concepción del Uruguay, Rosario y Capital Federal. Ha publicado en Poesía: No Nada Nunca (1994); La pluma y su piar (2001); La ventana que mira (2004); En la nieve (2006); Reflejos sobre el zinc (2007); Una voz, alguien (2008); Sólo claridad (2010); El apetito de la belleza (2015). En formato de e-book ha publicado: Es tu lengua (2010); A tientas (2013) y Agua bebida de la memoria (2014).

Reflexiones sobre Anteparaíso de Raúl Zurita por Jorge Edwards

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Los poetas suelen rechazar la condición puramente verbal de la poesía: la poesía, en su calidad de creación literaria pura, inerte. Rimbaud quiso cambiar la vida. Terminó por abandonar la poesía y transformarse en comerciante, ¿traficante?, en Abisinia. Maiakovski trató de convertir la poesía en instrumento de la revolución. Vicente Huidobro fue un inventor incesante de actos poéticos. Pablo Neruda, encerrado en la cárcel estéril de Residencia en la tierra ("sus listas de sonido, sus lúgubres barrotes"), se propuso unir después sus "pasos de lobo a los pasos del hombre" (Reunión bajo las nuevas banderas).

Hay que comprender, hay que tratar de comprender, abandonando la sonrisa del observador frío, la actitud del poeta que intenta trasladar el dominio de la poesía al reino de los hechos tangibles. "¡Piedad para nuestros errores! ¡Piedad para nuestros pecados!" (Apollinaire). En 1979, Raúl Zurita publica su primer libro de poemas, Purgatorio. Describe un purgatorio verdadero y la difícil salida a través de la poesía y del amor, el amor que mueve el mundo y las demás estrellas. El poeta no ha tenido el privilegio de bajar al Hades o al infierno, para regresar y contar la experiencia, pero habla desde un sitio semejante al infierno, una réplica suya reconocible. Es probable que el infierno, para Zurita, sea un estado anterior al lenguaje.

En junio de 1982, Zurita se siente en condiciones de dar a conocer su versión de La Vida Nueva. La escribe en el cielo de la ciudad de Nueva York. Cada una de las frases del poema mide entre siete y nueve kilómetros de largo. El procedimiento me recuerda la propaganda comercial, arrastrada por aviones viejos, como en este caso, y subrayada por el sonido horrible, literalmente infernal, de los altavoces. En el caso de Zurita, sin embargo, es antipropaganda, trascendencia o, por lo menos, voluntad de trascendencia, silencio de las esferas. Otra vez nos encontramos con el tema del amor que mueve las esferas.


Como el poeta no conoció el nfierno real, ni en la versión pagana de Homero ni en la cristiana del Dante, sólo consigue acceso a un anteparaíso. En Anteparaíso, Chile adquiere un rango metafísico, semejante al que ya se insinuaba en Purgatorio. Ese desierto de Atacama de Purgatorio, encontrado "nel mezzo del cammin", en la mitad desierta, árida, dolorosa, prefiguraba esa extraña entidad mítica que es el Chile del libro siguiente.

Así como en la antigua retórica y en los argumentos de la teología, el método poético de Anteparaíso suele ser dual. Dicotomías que desembocan en una síntesis posible, imaginaria, delirante. Los pastos frente a los desiertos, los desiertos cubiertos de pastos. En la síntesis, florecen los desiertos. La humillación extrema del ser amado se transforma en humildad y pureza. Resucitan los muertos y reverdecen los milenios. Es una poesía llena de insinuaciones milenaristas, apocalípticas. Purgatorio y Anteparaíso: poemas de amor "cuasi-teológico".

Sin hablar con pretensiones de crítico de poesía, pienso que la obra de Zurita en la poesía chilena es bastante anómala y bastante excéntrica, en el sentido literal, no peyorativo, de esta última palabra. Es, como Neruda, un poeta del espacio natural y del tiempo, que toca, de un modo más deliberado que Neruda, ciertos temas propiamente religiosos. Su lenguaje, sin embargo, está casi en las antípodas de la retórica nerudiana. Se acerca, en cambio, a esa condición algo matemática, algebraica, de la lengua de Vicente Huidobro.

En cualquier caso, la poesía de Zurita tiene escaso parentesco con la tradición gongorina-modernista del grueso de la poesía en castellano. Procede a base de proposiciones que tienen apariencia de proposiciones lógicas, con un eco notorio de Wittgenstein, pero que corresponden a una lógica enloquecida y delirante. A través de la asepsia del lenguaje y de la insistencia en algunas imágenes muy decantadas, obsesivas, amplias, eleva el paisaje a la categoría de visión. Visión o espejismo. El espejismo es propio de los desiertos, y todo parte, en esta poesía, de una mirada fija en un desierto-purgatorio.

No simpatizo con la manía comparativa, emulativa, competitiva, de la inmensa mayoría de los críticos chilenos de todas las épocas. Tiene prioridad la necesidad de reflexionar, analizar, dejar un espacio al tiempo. La poesía chilena reciente me parece interesante, estimulante, diversa. Es una poesía que siempre parte, curiosamente, de una posición extrema: revisión extrema de la historia, agresión, rechazo del pasado, visión última. ¿Poesía escatológica? Algunos poetas están enfrentados a la historia, en diálogo con personajes del siglo XVII. Escriben poemas salpicados de denuestos arcaizantes, como si quisieran exorcizar sombras coloniales e inquisitoriales. "¿Qué has sabido de los cuerpos relapsos,/ de los sospechosos huidos y de los relajados/ en efigie...?" (Diego Maqueira). Zurita, indiferente a la historia, clava su mirada en un desierto, un purgatorio, y empieza a desarrollar visiones, imágenes monumentales, grandes espacios. Una visión se desprende de la otra en sucesión lógica enloquecida.

Leer Purgatorio y Anteparaíso es una experiencia interesante, importante, enriquecedora, actual, aun cuando se plantee perfectamente al margen de la actualidad inmediata.


El  texto «Reflexiones sobre Anteparaíso de Raúl Zurita» de Jorge Edwards está tomado de la revista Mensaje Nº 317,  Santiago de Chile, marzo-abril 1983, pp. 140-141.
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